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Retrasar una hora el reloj: sí pero no

El domingo diremos adiós al horario de verano al atrasar una hora el reloj

EFE

Madrid —

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Desde la indiferencia más absoluta hasta la protesta irritada: el cambio de hora de este fin de semana ha vuelto a despertar el debate popular sobre una directiva europea hoy obligatoria que levanta suspicacias en parte de la sociedad.

“A mí particularmente me da igual”, asegura impasible Carlos, “community manager” de un medio informativo para el que “una hora más o menos con la vida enloquecida que llevamos hoy no afecta a mis actividades, ni creo que lo haga en general a la mayoría de la gente”.

No es la misma opinión de Jennifer, teleoperadora, que se queja de que “nos roban una hora de luz por la tarde y además es fatal para las ventas..., a mí me saca de mis casillas”.

La decisión de adelantar la hora oficial en sesenta minutos durante los meses con mayor cantidad de luz para racionalizar el consumo eléctrico y adaptar las actividades sociales y económicas al ciclo de luz natural se impuso progresivamente desde principios del siglo XX, especialmente a raíz de la crisis energética provocada por la primera crisis del petróleo en 1973.

En la actualidad, 75 gobiernos tienen fijado el cambio, algunos con sus propias peculiaridades como en el caso de Irán que lo hace regido por el calendario persa.

La Comunidad Europea adoptó de manera oficial el llamado “horario de verano” en 1977 y en 2002 fijó formalmente su duración desde el último domingo de marzo hasta el último domingo de octubre, en ambos casos a la una de la madrugada en horario GMT (hora de tiempo universal) lo que equivale a las dos hora española en marzo, las tres en octubre.

“Me gusta tener una hora más por las mañanas”, afirma Ana, estudiante de arquitectura, “me gusta levantarme con luz natural y no me causa ningún problema cambiar de hora, para delante o para atrás, porque siempre cae en fin de semana”.

Susana, ama de casa y madre de tres hijos, el mayor de 10 años, cree que “supone demasiado desbarajuste en casa hasta que nos hacemos al horario..., ellos lo notan demasiado y a mí no me da la vida hasta que nos acostumbramos.”

Ésa es precisamente una de las principales críticas a esta medida: cómo afecta física y/o psicológicamente a sectores de la población más vulnerables como el de la infancia o la tercera edad.

La mayoría de las opiniones documentadas por especialistas médicos hablan de problemas “de poca importancia”, como Milagros Merino Andreu, coordinadora de la Unidad de Trastornos Neurológicos del Sueño del Hospital Universitario La Paz, quien cita a Efe la sensación de cansancio, somnolencia o falta de concentración como algunos inconvenientes habituales.

María, modelo de origen portugués, se queja de que “mi reloj biológico no tiene tiempo de recuperarse desde que me quitan la hora hasta que la devuelven..., en mi país se negaron a imponer esta norma para no afectar a las personas de edad”.

Agricultores y ganaderos se encuentran entre los oficios que más han protestado por tener que cambiar la hora dos veces al año, por las repercusiones en sus cultivos y ganado.

Otros detractores del ajuste horario como Rodrigo Irurzun, coordinador del Área de energía de Ecologistas en Acción, piden replanteárselo porque según ha asegurado a Efe “el ahorro es dudoso y tiene efectos nocivos para la salud”, ya que puede alterar los ritmos naturales marcados por la melatonina, neurotransmisor que depende de los ciclos lumínicos.

Eric, restaurador de origen belga, cree que “el verdadero problema radica en el huso horario, porque no entiendo que España siga teniendo la hora centroeuropea en lugar de la de Portugal y Reino Unido”, una medida más política que otra cosa que se adoptó durante el régimen franquista para contentar al Tercer Reich y que ahora también está en discusión.

Pedro Pablo G. May

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