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“Los que respaldan el Déficit de Atención tienen intereses con las farmacéuticas”

Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de la Universidad de Oviedo.

Laura Olías

Transformar un problema normal, cotidiano, en algo patológico. Es lo que, según Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica, está ocurriendo con el denominado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Junto a Héctor González Pardo y Fernando García Vinuesa, el especialista recorre en el libro Volviendo a la normalidad los estudios sobre este trastorno psicológico, cuyo reconomiento toma peso poco a poco. Su conclusión es contundente: “De ninguna manera se puede sostener que sea una enfermedad como la presentan”.

Frente a la posición de algunos expertos y de padres de niños con TDAH, que encuentran en el diagnóstico del trastorno la explicación a la inquietud y grave la falta de atención de los niños, los autores del libro hablan de “invención” respecto a la enfermedad. Según sus análisis, no creen que existan pruebas consistentes de que la raíz de los problemas sea biológica. En una conversación con el catedrático de la Universidad de Oviedo, Marino Pérez dibuja un panorama —“un tinglado”— en el que los laboratorios farmacéuticos llevan la batuta del auge de los diagnósticos y del respaldo científico al TDAH.

En su libro apunta que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no existe. ¿En qué se basan para afirmarlo?

Decimos que el TDAH no existe como entidad clínica porque se trata de presentar y de propagar a la población general y a las personas interesadas que es una enfermedad de base neurobiológica y de un supuesto origen genético. Y, por tanto, que es una enfermedad crónica que ha de ser tratada con medicación de una forma continuada. Nosotros llegamos a la conclusión de que de ninguna manera se puede sostener que sea una enfermedad como la presentan. Otra cosa es que los padres y los educadores tengan problemas con ciertos comportamientos de los niños, que implican la atención de una manera que no es la esperada o la adecuada para ciertas tareas que requieren concentración y estar atento o sosegado. Eso, que puede ser un problema, desde luego no por ser un problema es una enfermedad.

Dicen que no hay “evidencias clínicas”, pero otros expertos respaldan la enfermedad con sus estudios, en los que afirman que puede haber algunas anomalías en el cerebro de las personas que padecen TDAH.

Eso es lo que hace de este tema una polémica de proyección social y científica. Todos los datos y las investigaciones están publicadas y todo el mundo las puede revisar. Es lo que hemos hecho precisamente en el libro. Somos tres autores, uno de ellos es especialista en Neurociencia y Psicofarmacología y dos somos psicólogos clínicos. Hemos revisado la evidencia de lo que hay publicado y, efectivamente, a veces se encuentran estudios que muestran alguna alteración asociada al diagnóstico del TDAH, pero esos datos no son consistentes. Por un estudio en el que aparecen hay muchos otros en los que estos resultados no se confirman.

Los estudios en los que aparecen esos correlatos neurobiológicos asociados al TDAH son más defectuosos que aquellos en los que no aparecen evidencias de estos datos en términos metodológicos. Y por último, y no menos importante, en la inmensa mayoría, por no decir el 100%, de los estudios que muestran alguna evidencia neurobiológica, sus autores tienen conflictos de intereses con relación a la industria farmacéutica que financia esos estudios. Los estudios positivos que supuestamente encuentran algo están invariablemente financiados por la industria farmacéutica.

Cuando uno revisa la literatura de manera objetiva e independiente, desde un punto de vista biomédico, la evidencia desaparece.

Las instituciones también están reconociendo la enfermedad, como por el ejemplo el Parlamento Europeo en su libro blanco sobre el TDAH y, en España, la propia LOMCE. ¿Cómo llegan las instituciones a reconocer algo que en su opinión no se sustenta clínicamente?

Si un problema cotidiano logran convertirlo en una enfermedad, con una etiqueta, eso tiene fuerza como para que las instituciones públicas lo valoren y doten de ayudas y atenciones, como muchas enfermedades merecen. El TDAH es un ejemplo muy claro de cómo hubo grandes presiones sobre los políticos. Las farmacéuticas son grupos de presión, no es nada clandestino ni nada ilegal, solo que ha de saberse que por lo que ellas presionan es por convertir determinadas condiciones en enfermedades oficiales que luego haya que medicar.

Eso lo han logrado en buena parte de los países de Europa y España es un ejemplo claro. En Francia y en Italia, al contrario, hay muchísima menos tendencia de diagnósticos de TDAH y menos presión de los poderes públicos para conseguir este tipo de protección. Es un tinglado que tiene más que ver con influencias de grupos de presión que con evidencias científicas.

 

Ya escribió otro libro en 2007, junto a Héctor González Pardo, titulado 'La invención de los trastornos mentales: ¿escuchando al fármaco o al paciente?'. ¿Es más sencillo 'inventar' una enfermedad mental que otras en distintas ramas de la Medicina?

Aquel se centraba en los adultos, con ejemplos como el trastorno de fobia social y también citábamos la depresión, que se ha convertido en una epidemia desde hace unos años. Todos estos nuevos diagnósticos están también muy mediados por la industria farmacéutica, interesada en vender fármacos. Nosotros no negamos que la fobia social se refiera a un problema, lo que negamos es que eso sea considerado una enfermedad. La fobia social no es más que la timidez de siempre, pero ahora la han convertido en una supuesta enfermedad que hay que medicar. Puede ser un gran problema, pero no es una enfermedad como la diabetes o como el alzheimer.

Esto no solo ocurre en la Psiquiatría ni en la Psicología Clínica, eso ocurre también muy a menudo en todos los ámbitos de la Medicina. Es también relativamente fácil convertir condiciones muy normales en factores de riesgo de una enfermedad. Ocurre con la hipertensión y con el colesterol, por ejemplo, que son entidades muy reales y que en su extremo tienen sus riesgos. Pero, según se van rebajando los umbrales, resulta que la inmensa mayoría de la población parece que ya tiene una enfermedad, que tiene que tratar y seguir.

En relación al TDAH, ustedes no niegan los problemas de comportamiento pero dicen que son normales y no resultados de una patología. Señalan hacia la educación de los niños y el entorno como posibles causas, al contrario de los defensores del TDAH, que exculpan a los padres.

Nosotros no negamos que exista un problema, incluso un problema grave en la educación de los niños. Pero situamos ese problema en el contexto del aprendizaje, de enseñar a los niños, de las circunstancias en las que a lo mejor no han aprendido las conductas de autocontrol que se esperan de ellos. Por muchas circunstancias. Vivimos en una sociedad que continuamente nos está distrayendo y estimulando con un montón de cosas. Los padres a su vez están muy ocupados, muy presionados por todas las circunstancias de la vida y a lo mejor no tienen tiempo o no saben cómo fomentar el autocontrol de los niños, que están continuamente distraídos por juguetes y por anuncios.

Afirman incluso que los padres están a veces interesados en que diagnostiquen a sus hijos esta enfermedad.

La mayoría de los que forman parte de asociaciones de padres de niños con este supuesto trastorno están interesados. Encuentran con el diagnóstico una explicación o una justificación a los problemas que tienen con los niños. Da la impresión de que los padres estuvieran interesados en encontrar algo anómalo, que mereciera el calificativo de enfermedad, en vez de entender ese problema en un contexto más normal, más relacionado con la educación de los hijos, que no es solo una tarea de los padres. A lo mejor, la educación de los niños es más difícil en nuestra sociedad que lo fue en cualquier otra época.

Además, hay que advertir a los padres que las asociaciones están muy mimadas por la industria farmacéutica. De manera que los padres pueden estar funcionando como instrumentos de la industria farmacéutica, que es la más interesada en crear potenciales clientes de sus productos. Hoy en día, basta observar en la inmensa mayoría de las asociaciones, que todas tienen el logotipo del laboratorio más interesado en los medicamentos del TDAH. Yo creo que las asociaciones de padres deberían prohibir en sus estatutos recibir financiación de estos laboratorios.

Ustedes alertan además de que los medicamentos del TDAH no son un tratamiento como tal y que a largo plazo pueden originar otras enfermedades.

Los fármacos que se dan, que son estimulantes, anfetaminas, no son propiamente un tratamiento. Los padres pueden suponer que la medicación está tratando, en el sentido de corregir, las supuestas anomalías del niño en el cerebro, de las que derivan los síntomas de atención o hiperactividad. Pero eso no es así, no existe. Las anfetaminas tienen un significado muy claro en el diccionario de la Real Academia, que es “dopaje”. Cuando a los niños les dan estos medicamentos están favoreciendo de manera puntual un rendimiento. Pero consumiendo esto de forma crónica, durante años, los niños están dopados, no tratados. La atención que se consigue es artificial, no es sana.

Lo segundo que deben saber es que ese dopaje no es inocuo. Está produciendo, más allá de esa ventaja inicial en el comportamiento del niño, otras consecuencias perjudiciales. Ya hay estudios sobre los efectos a largo plazo de la medicación que apuntan hacia posibles consecuencias de alteraciones cardiovasculares. Otro efecto también tiene que ver con la detención del crecimiento mientras se sigue el tratamiento.

También hay estudios que muestran trastornos psicológicos de problemas de humor y de ansiedad. Hay quien explica que la emergencia en los últimos tiempos del trastorno bipolar puede ser en muchos casos el resultado del tratamiento del TDAH. De manera que supuestamente remediando un problema se estaría generando otro, que a su vez va a requerir otros medicamentos para su solución.

¿Qué puede ocasionar el diagnóstico del TDAH y qué recomiendan ustedes para combatir los problemas reales que sufren estas familias?

Decir que el TDAH es una enfermedad estigmatiza a los niños y crea más inconvenientes que soluciones. Por ejemplo, los propios niños pueden adoptar a veces el papel de enfermos para justificar sus comportamientos. Y otro gran perjuicio es que la medicación que se suele dar, aunque pueda ser útil de entrada, a largo plazo se está sabiendo que es perjudicial, como hemos dicho.

Nosotros entendemos que la ayuda para tratar los problemas tiene que coincidir con su naturaleza. Si es un problema normal de conducta y aprendizaje, los padres deberían a lo mejor recibir ayuda de psicólogos que pudieran aconsejarles cómo fomentar el autocontrol y los profesores también podrían recibir ayuda para ver cómo mejorar la atención de los alumnos. Pero no a costa de convertirlo en una enfermedad de los niños y que la ayuda sea la medicación.

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