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The Guardian en español

Un nuevo estudio vincula los “rasgos de masculinidad” con la depresión y el abuso de drogas

Portada del cómic 'El club de la lucha 2'

Sarah Marsh | Lectores de the Guardian

A pesar de los esfuerzos para desafiar los estereotipos tradicionales, todavía se presiona a los hombres para que sean fuertes, independientes, estoicos, competitivos y rudos. Según una investigación publicada por la Asociación Americana de Psicología, estos “rasgos de masculinidad” están ligados a cuestiones de salud mental como la depresión y el abuso de sustancias.

Joel Wong, director del equipo de investigación de la Universidad Bloomington de Indiana, afirma: “En general, los individuos que se amoldan a las normas del estereotipo de masculinidad tienden a tener peor salud mental y actitudes menos favorables a la hora de pedir ayuda psicológica, aunque los resultados fueron variados dependiendo de los tipos específicos de normas de masculinidad”.

La investigación cotejó resultados de más de 70 estudios hechos en Estados Unidos que involucraron a más de 19.000 hombres a lo largo de más de 11 años. El foco estuvo puesto en la relación entre la salud mental y la conformidad a 11 normas de masculinidad, que incluían el deseo de ganar, la necesidad de tener control emocional y la toma de riesgos.

Los rasgos más vinculados a problemas de salud mental fueron el comportamiento tipo playboy o la promiscuidad sexual, aseguró Wong. Le pedimos a un grupo de hombres que nos hablen de sus experiencias de salud mental y qué opinan de este nuevo análisis.

“Por la presión de ser viril, no pedí ayuda antes”

Daniel Briggs, 44 años,  Stockton-on-Tees. 

La depresión se siente como si te rodeara la neblina, que se va cerrando y no puedes ver qué tienes enfrente. Te consume por completo y no importa nada más. Veo cómo se va armando la neblina pero no puedo hacer nada para detenerla.

Sufrí de depresión durante casi una década antes de aceptar lo que me estaba pasando. Al ser un hombre, es mucho más difícil hablar de tus emociones. Fui al médico porque me obligó mi mujer. Me había estado comportando de forma errática: hablaba de suicidarme, desaparecía durante horas y ella se quedaba muy preocupada. Finalmente me diagnosticaron depresión clínica.

La presión por mantener la idea tradicional de masculinidad hizo que no pidiera ayuda antes. Soy del norte y antes trabaja en un astillero. Entre mis colegas, había una visión anticuada de lo que implica ser un hombre. No se hablaba de sentimientos. Si estás mal por algo que no sea el resultado del partido de fútbol, eres una “nenaza”. Cuando la gente te pregunta “¿Cómo estás?” y tú respondes “Pues un poco mal”, la típica respuesta es “Podría ser peor”.

Me pasaba lo mismo con las personas mayores de mi familia, que me decían “hay que apañarse”. No te quejes ni hables de lo que te sucede. Me costó mucho poder abrirme. Incluso me costó ir a psicólogo, porque para mí hablar de sentimientos era una cosa de mujeres.

Pero justamente lo que necesitaba era hablar y ahora estoy estudiando para ser terapeuta. Perdí muchos amigos, especialmente hombres, por hablar de mi depresión. Es un tema muy estigmatizado. Al hablar con la gente e involucrarme en asociaciones de caridad locales, la gente me ha dicho que le hace bien hablar conmigo. Algunos hombres me han agradecido porque se han sentido menos solos. Los hombres necesitamos aceptar que está bien hablar y que lo más difícil es demostrar nuestros sentimientos. Es fácil ir con una sonrisa, haciendo bromas. Lo difícil es hablar de la vida y de tus sentimientos, en lugar de hablar de fútbol o de cuántos cubatas te has bebido el sábado por la noche.

“Mis padres africanos querían que entendiera que hay cosas que uno de guarda para sí mismo”

Chama Kay, 25 años, Londres. 

Sufro de problemas de salud mental desde los 16 años. Lo recuerdo muy bien porque fue cuando comencé a autolesionarme. En esa época, la gente me decía “tienes que hablar con alguien”. Pero solo hace tres años que empecé a seguir el consejo, algo que ha supuesto dos relaciones sentimentales fallidas y un intento de suicidio.

Ahora a los 25 años, puedo mirar hacia atrás y ver que me resultó muy difícil pedir ayuda por ser hombre. Los ideales masculinos de valerse por uno mismo, el estoicismo, la promiscuidad sexual y ejercer poder sobre las mujeres no son compatibles con la vulnerabilidad emocional. Pero es importante darse cuenta de que esto no es una mentalidad que aparece de pronto. Es algo que se va inculcando a los hombres desde que son niños. Ya he perdido la cuenta de las veces que oí a padres y madres regañar a sus hijos o a los hijos de otros por ser “muy sensibles” o “blandos”. Creo que es esencial darnos cuenta de cómo estamos criando a los niños pequeños.

No debemos subestimar la importancia de la cultura en la forma en que los hombres perciben las cuestiones de salud mental. Cuando me diagnosticaron trastorno límite de la personalidad, mis padres africanos me dieron un mensaje muy claro: hay cosas que uno se guarda para sí mismo.

“Hace muy poco que logré sentirme cómodo al hablar de vulnerabilidad”

Tom Ogier, 31 años, Londres.

Es muy difícil admitir que uno se siente vulnerable. Quizás al ser un tipo fortachón, siempre me ha resultado fácil parecer viril, asumir ese papel, pero los rasgos de “masculinidad” no dejan mucho espacio para otros aspectos importantes de nuestra humanidad. Aspectos que la sociedad suele caracterizar como más “femeninos”, como la compasión, la compresión y el cuidado, que son esenciales y fuentes de grandes fortalezas.

Los hombres sentimos que no tenemos permitido abrirnos, ni siquiera con nosotros mismos, por miedo a parecer débiles o poco atractivos. Desde que somos pequeños se nos dice que tenemos que ser valientes y ambiciosos, superar los obstáculos en el deporte, en los campos de batalla, en los trabajos. Pero no vemos los desafíos mentales que eso representa. Se ven como debilidades que no deberían existir, en lugar de partes normales de la vida de todos.

Todos nos enfrentaremos en algún momento con una pérdida, un duelo, problemas amorosos, y esos desafíos tienen un costo para nuestra salud mental, así que más nos vale aprender a ser comprensivos.

Siempre recuerdo una frase de Leonard Cohen, cuando una vez se subió al escenario y no podía cantar por alguna razón. Y dijo que no se sentía lo suficientemente fuerte porque “mi lado masculino y mi lado femenino se niegan a encontrarse esta noche”. Me gusta la idea de que todos tenemos estos dos lados que se tienen que combinar para que una persona funcione bien. Pasa lo mismo con la sociedad. La gente sería mucho más sana si aprendiera a equilibrar nociones de fortaleza que se suelen pensar en forma binaria, como femeninas o masculinas. Sería mucho mejor para todos un mundo sin sexismo. No sólo se respetaría más a las mujeres, sino que los hombres seríamos más capaces de apreciar los rasgos femeninos y las fortalezas, en uno mismo y en los demás.

Traducido por Lucía Balducci

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