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Miembros del COI, apiádense de nosotros

Botella antepone los JJOO de 2020 a su situación personal en la política

Isaac Rosa

Estaba yo muy tranquilo pensando que Madrid no tenía ninguna opción de ser elegida sede de los Juegos de 2020, y ahora que se acerca la fecha me estoy poniendo nervioso: ¿y si al final el COI elige a Madrid?

Pensaba que no había nada que temer, porque por muy excéntrico que sea un órgano como el COI (que lo es, y mucho), nadie con dos dedos de frente confiaría la organización de unos Juegos a una ciudad y un país que atraviesan sus momentos más bajos, ahogados en una deuda impagable (la de Madrid y la de España), intervenidos por Europa, con una perspectiva de largos años en el agujero, y sumada a una profunda crisis política e institucional.

En esas condiciones, nadie en su sano juicio pensaría que el país puede montar unos Juegos de aquí a siete años. Pero los últimos acontecimientos han convertido la votación del sábado en una elección no de la mejor ciudad, sino de la menos mala, la que menos incertidumbre genere de las tres. Y si Madrid es pura incertidumbre económica y política, ahí está Tokio con su escape radiactivo, y Estambul situada en una de las zonas más calientes del planeta, fronteriza con Siria, Irak, Irán, Líbano y a tiro de piedra de la primavera árabe. De modo que ya no es tan descabellado que Madrid acabe elegida.

Así que llegados a este punto, ya no podemos apelar al raciocinio de los miembros del COI, sino a su compasión: por favor, no nos castiguen, no elijan a Madrid, llévense esos Juegos lejos de aquí, a Turquía, a Japón.

Porque incluso aunque nuestros gobernantes consiguiesen sacar adelante unos Juegos medio presentables, para los madrileños y los españoles en general el coste sería altísimo, y los daños colaterales enormes.

Para empezar, la designación daría un balón de oxígeno tamaño globo aerostático al gobierno de Rajoy, al PP y a la comunidad y el ayuntamiento madrileños, cuando más rechazo ciudadano reciben por sus políticas antisociales y sus escándalos. Permitiría sacar pecho y alimentar el actual relato de “ya estamos saliendo de la crisis”. No solo a ellos: también la monarquía recuperaría crédito cuando menos tenía, en la figura del príncipe Felipe, al que estos días presentan como “el arma secreta” de la candidatura, y que se llevaría todo el mérito de la elección, lo que quizás le ahorraría algunos silbidos en próximos actos y engrasaría la sucesión en el trono.

La elección de Madrid, con lo que supondría en grandes obras y presupuestos, permitiría a las grandes constructoras y a la banca que las financia poner otra vez en pie su fracasado modelo productivo. Y aunque solo les llegase para dar unas pocas pedaladas antes de volver a caer, retrasaría más un cambio de modelo que hoy es urgente.

Serviría también para que la derecha política, en su feudo madrileño, recuperase apoyos, porque el camelo olímpico tiene tirón popular. Para quienes vivimos en Madrid, nos condenaría a más años de alcaldesa Botella, pues ha vinculado su continuidad en el cargo a la elección de Madrid.

Más daños: en un momento en que se está construyendo una alternativa política y social, cuando el derrumbe bipartidista hace posible un cambio a medio plazo, la designación madrileña dejaría un regalo envenenado a quienes gobiernen tras las próximas municipales, autonómicas y generales, condicionando su margen de actuación.

El negocio olímpico serviría además para alimentar otra ronda de sobres, comisiones, sobrecostes y otras formas corruptas tan extendidas por aquí.

Y sobre todo, y es lo principal: por muy “austeros” que digan que serán los Juegos (y los precedentes hacen increíble esa promesa), habrá que gastar varios miles de millones de euros en los próximos años. Y en un país que no tiene para garantizar los derechos sociales mínimos, que expulsa a miles a la emigración, que recorta en lo más vital y todavía pretende salvar varios miles de millones para cumplir con el objetivo de déficit y con las exigencias de la Troika, ¿de dónde saldrá todo ese dinero que todavía hará falta para montar unos Juegos? ¿A cambio de más recortes, más miseria, más desigualdad? ¿O a cambio de más deuda? ¿Será tan cruel el COI como para darnos los Juegos?

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