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Marine Le Pen se legitima en Líbano

El ministro de Exteriores libanés, Gibran Bassil (i), conversa con la líder de la ultraderecha francesa, Marine Le Pen, durante su reunión en el Ministerio de Exteriores en Beirut (Líbano).

Leila Nachawati

En plena campaña para las elecciones presidenciales francesas, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, dio esta semana en Beirut un paso simbólico en su proyección como candidata al Gobierno. Además del presidente, el cristiano maronita Michel Aoun, a Le Pen la recibieron el primer ministro, Saad Hariri; el ministro de Asuntos Exteriores, Gebran Bassil; el patriarca de la Iglesia maronita Bechara Boutros al-Rahi; el representante de las Fuerzas Libanesas Samir Geagea, y el líder falangista Sami Gemayel. Una representación de las principales fuerzas del país en la que también estuvo incluido Hezbollah, ya que aunque Le Pen se cuida de que se la vincule con la ideología del partido de Nasrallah, la comunicación entre ambos viene garantizada por el presidente Aoun, con quien Hezbollah firmó un acuerdo político en 2007. Es la primera vez que a la candidata ultraderechista la reciben las máximas autoridades de un país.

Le Pen no ha sido recibida por una organización o un partido ideológicamente cercano al suyo, sino por el propio Estado libanés. Ha roto así el boicot internacional a su figura, y lo ha hecho nada menos que en un país de enorme importancia geoestratégica, implicado activamente en la guerra de Siria y principal receptor de refugiados de la región, junto con Turquía. La visita se produjo pese a las protestas de cientos de personas, que firmaron días antes una petición y organizaron una manifestación en su contra.

Tanto la candidata ultraderechista, que ha iniciado una ronda por Oriente Medio que busca mejorar su imagen y conseguir financiación, como las autoridades libanesas, han dejado claro con este encuentro oficial la visión compartida en asuntos clave como la postura respecto al régimen sirio liderado por Bashar al-Asad y las políticas relativas a los refugiados.

“Da la impresión de que el Gobierno libanés busca estrechar relaciones con Francia y es con Le Pen con quien tiene más en común”, explica en una entrevista el analista político libanés Kareem Chehayeb. “Respaldan a Asad y rechazan a los refugiados, que se criminalizan tanto en el discurso oficial libanés como en el del Frente Nacional”.

Según el escritor Edwin Nasr, esta alianza demuestra la intención del Gobierno libanés y del Frente Nacional de formar una red de solidaridad internacional en torno al régimen de Bashar al-Asad, en un momento en que las conversaciones en Ginebra apuntan a su mantenimiento en el poder. Marine Le Pen, probablemente la líder europea más cercana a Asad, ha sido de hecho la única política no árabe entrevistada por el canal con sede en Damasco SAMAA TV, controlado por el régimen y conocido por su incitación a la violencia contra civiles.

El Gobierno libanés se compone de dos facciones opuestas, pero en cuanto a los refugiados sirios hay un frente común: todos quieren devolverlos a Siria. La estigmatización que Le Pen hace de los refugiados resulta especialmente peligrosa en un país donde hay ya más población de origen sirio y palestino que libanesa. “Las políticas que plantean su devolución no les garantizan el regreso a sus hogares ni una seguridad mínima, en un ambiente de represión creciente”, señala Chehayeb, que también apunta a la normalización del régimen de Asad, responsable de crímenes contra la humanidad, como un retroceso en el respeto a los derechos humanos.

“La mejor manera de proteger a los cristianos de Oriente Próximo es acabando con el extremismo islámico, por eso Asad constituye una solución más tranquilizadora para Francia”, repitió la candidata francesa durante su visita, caracterizada por la retórica religiosa e identitaria.

“Las declaraciones de Le Pen refuerzan el sectarismo al respaldar la retórica sectaria en torno a Siria y al abordar cuestiones sociales, económicas y políticas del país en clave de cristianos, chíitas o sunnitas”, añade Chehayeb. “Dan alas a la xenofobia que no deja de aumentar dentro de la sociedad libanesa, que tiende a culpar a palestinos y sirios de la crisis económica y de seguridad. La combinación de nacionalismo y sectarismo es muy peligrosa para Líbano”.

Equilibrio regional

Si el encuentro augura un futuro oscuro a los refugiados, que pueden ser devueltos a un país en el que la represión no deja de aumentar (véase el informe de Amnistía Internacional sobre la prisión de Sednaya), esta nueva alianza apunta también a un cambio en la delicada posición regional en la que se encuentra Líbano. Desde 2005, el país mantiene un frágil equilibro en el enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán (Hezbollah está financiado por Irán mientras que partidos como el Movimiento del Futuro, al que pertenece el actual primer ministro Saad Hariri, reciben financiación de Arabia Saudí), una balanza que parece decantarse cada vez más hacia el lado iraní.

En Trípoli, la segunda ciudad más grande de Líbano y también una de las zonas más pobres y superpobladas, se producen con frecuencia enfrentamientos entre militantes de confesión sunnita que apoyan a la oposición siria y militantes de confesión alawita que apoyan a Asad y Hezbollah. Una línea militar separa dos calles en las se producen con frecuencia enfrentamientos a punta de pistola. Ahora, con el nuevo presidente, Michel Aoun, (pro-Hezbollah y pro-Asad, al igual que su entorno), Irán cuenta con una ventaja significativa en Líbano. Esto implica que las fuerzas de Hezbollah son cada vez más poderosas y compiten con las débiles fuerzas militares oficiales, que han mantenido una postura neutral con respecto a Siria.

Hezbollah es hoy la fuerza política más poderosa del país. Cuenta con sus propias fuerzas armadas, que son el brazo armado de Irán en Líbano, y son un actor cada vez más necesario para la Inteligencia del Gobierno oficial. “Hezbollah ha provocado que el régimen de Asad se mantenga en Siria y ha acumulado una gran inteligencia sobre grupos extremistas, convirtiéndose en necesario para el mismo ejército nacional con el que compite”, afirma Chehayeb.

Y añade: “En un escenario cada vez más sectario y xenófobo tener dos ejércitos y casi dos gobiernos paralelos, cada uno con sus propios intereses, es una bomba de relojería. Para Líbano y para toda la región”.

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