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Felipe VI y lo que “debemos” hacer para “recuperar el sosiego”

Felipe VI habla. A la izquierda, un retrato junto a su padre.

Juan Luis Sánchez

Movía las manos, se tocaba el corazón, agitaba los dedos, asentía, negaba; sonrisa, hombros. Hola, soy Felipe de Borbón y mi catálogo de gestos es de rey joven, con ganas, con energía. Y se reivindicó generacionalmente: dijo “regenerar” y dijo “regeneración”; dijo “tiempos nuevos”, dijo “nueva época”, dijo “base nueva”. Y hasta le compró algún significante a la nueva política, como “vida colectiva”. Y dijo la palabra “futuro” 9 veces, como formando una flecha de luces intermitentes de neón apuntando a sí mismo. ¿Lo pillan? El futuro soy yo.

Pero, en realidad, aunque las palabras de Felipe suenen algo más frescas por el continente, parte del contenido es muy parecido al marco político que han propuesto tradicionalmente los discursos de Juan Carlos, especialmente con el de 2012especialmente con el de 2012, cuando el entonces rey no pudo por más tiempo obviar el clima de crítica social.

Juan Carlos I (2012): “No creo exagerar si digo que vivimos uno de los momentos más difíciles de la reciente historia de España. La grave crisis económica que atravesamos desde hace unos años ha alcanzado una intensidad, una amplitud y una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba”.

Felipe VI (2014): “Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general. La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro”.

Es tal la sincronía entre ambos discursos que una misma frase se usa con dos intenciones diferentes. En 2012, Juan Carlos I dice: “Pero no todo es economía. Por muy evidente que sea, no es malo repetirlo: no todo es economía”. En 2014, Felipe VI dice:“Pero no se trata solo de economía o de intereses sino también y, sobre todo, de sentimientos”. El primero se refería al clima social por la crisis y el segundo a Catalunya, tema sobre el que el discurso no ha cambiado apenas nada.

Felipe VI ha intentado hilar fino con su hermana y su cuñado, muy acorralados, y con su padre compartiendo titulares con Corinna que no hablan de corazones sino de oros. El nuevo rey ha dado “la razón” al que se sienta “indignado” por la corrupción, con la que “hay que cortar de raíz”. Aunque es una apreciación general parecida a la de 2011 de su padre al decir “todos somos iguales ante la ley”.

Pero cae con su predecesor en la misma pose condescendiente y paternalista con la que muestra crítica o desacuerdo. El clima de protesta es “desapego”, es “pesimismo” (2012 y 2014) de gente que sufre “desencanto” (2014) o “desánimo” (2012), un “malestar social”. Eso sí, hace falta una “puesta al día” (2012) o “regeneración” (2014), elija la palabra que más le guste.

Juan Carlos I fue mucho más claro y explícito al reclamar los pactos políticos de la Transición como sitio al que volver permanentemente para consultar al oráculo de la democracia. Felipe VI ha utilizado otra fórmula inquietante: ha dicho que “hay que vencer” al “malestar social” para “recuperar” (y ha repetido esa palabra 3 veces) “el sosiego y la serenidad”. Están inquietos.

Pero ni “futuro”, ni “recuperar”, ni “confianza” (6 veces) han sido la más pronunciadas en su discurso. La palabra más utilizada en el primer discurso de Nochebuena de Felipe de Borbón, entre cabezas danzantes, manos agitadas y giros de cámara, es una que tiene rima política y enseña la pata de un rey con agenda. Nos la ha dicho 10 veces: “debemos”.

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