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La privatización de la sanidad: una profecía autocumplida

Lola Morón Nozaleda

Estamos asistiendo a un intento de privatización de la Sanidad Pública, es evidente. Primero por la por la vía “normal”, la utilizada habitualmente por nuestros políticos respaldados por una mayoría de votantes: la imposición. Excusan señalar que el proyecto no figuraba en el programa electoral.

La lucha masiva del sector sanitario y de los pacientes, primero en las calles, manifestándose e informando del despropósito de la decisión y, después por la vía legal, ha dado resultados satisfactorios. Se ha conseguido, por el momento, paralizar el proyecto.

Sin embargo ahora asistimos a un fenómeno aún peor, a un proceso taimado, ladino, de desmantelamiento de lo público, de modo que dentro de unos años (tal vez meses) la situación sea insostenible y “no quede otro remedio que solicitar ayuda al sector privado” para “rescatar” una sanidad pública que de pronto se ha vuelto insostenible.

Aparte de la sanidad y del deporte podíamos presumir de pocas cosas a nivel internacional. Reconocida como una de las mejores del mundo, siendo España uno de los países de Europa que menor porcentaje del Producto Interior Bruto invertía en el sector sanitario, está dejando de ser eficiente, no sabemos por qué.

Decía la señora Aguirre que la Sanidad Pública va a “morir de éxito”. Puede que muera, pero no de éxito sino de ostentación y mala gestión. Se habla de inversiones desproporcionadas en épocas de “vacas gordas”, sin embargo, el despropósito de la gestión no se reduce a la falta de previsión.

En plena crisis económica se han hecho gastos desproporcionados que no han repercutido en beneficio del paciente. Focalizar la gestión sanitaria en la “atención percibida por el paciente” es un truco propio del sector privado. El público focalizaba su gestión en resultados clínicos. A nadie le sorprende la frase “lo privado es más cómodo pero, si tengo algo grave, me voy a la pública”.

En los últimos años hemos asistido a una “limpieza de cara” de los hospitales. Habitaciones para uno o dos pacientes, baños individuales, televisores de plasma… Todo dirigido a la percepción de la población madrileña como que “esto funciona cada vez mejor”. Sin embargo, pregunten al enfermo. A mayor inversión en aspecto externo, disponemos de menos personal sanitario por paciente. O se paga una cosa, o se paga otra.

¿Qué ha cambiado? Leyendo el libro Adelante, memorias de un director de Hospital, del Dr. García-Albea, director médico del Hospital 12 de Octubre en los años ochenta (cuando empezábamos a vivir momentos de gran esplendor), y observando lo que sucede ahora, llego a la conclusión de que el problema es que los gestores han vuelto su mirada: del paciente, al poder político.

El gerente nombra al director médico, y entre ellos van nombrando jefes de Servicio cuyo servilismo (pretenden) sea igual al suyo. La aparición inesperada del gerente en una reunión en la que se iba a decidir la actitud a seguir ante la Marea Blanca por parte del colectivo de Jefes de Servicio, y sus palabras “muchos de ustedes están aquí porque yo los he puesto”, aporta señales inequívocas del funcionamiento actual de nuestros hospitales públicos. Pobres jefes de Servicio, que creían haber ganado su plaza por concurso público.

Los recortes en Sanidad afectan fundamentalmente a los recursos humanos. Por falta de personal, engordan las listas de espera, disponemos de menos tiempo para atender a los pacientes, vivimos un ambiente hostil, con una sensación de constante amenaza e impotencia por la arbitrariedad de las decisiones de gestión.

Han profetizado que la sanidad necesita inversores, y se están encargando de que su profecía se cumpla.

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