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Sobre rumores y goteras

Dani de Torres

Construir sociedades inclusivas que son más diversas y complejas es uno de los grandes desafíos de este siglo. Encontrar un equilibrio entre el reconocimiento de la diversidad sociocultural y aquello que compartimos y nos une, superando así la dicotomía “nosotros” versus “ellos”, no es tarea fácil (y si no que se lo pregunten a España).

A diario encontramos en los medios la declaración de algún líder político que a partir de un cúmulo de prejuicios y estereotipos se dedica a estigmatizar a un conjunto de personas por su origen, nacionalidad, religión u orientación sexual, entre otras opciones. Últimamente ha sido sonado el caso de Donald Trump con sus comentarios xenófobos sobre los mexicanos, que si bien le han permitido crecer en su intención de voto también han servido para que muchos reaccionaran considerando que había cruzado una línea roja provocando varios boicots a sus intereses.

Pero no hace falta irse tan lejos. El ministro del Interior, Fernández Díaz, ha optado por la “sutileza” de una metáfora al comparar la llegada de las personas que huyen de manera traumática de países como Siria con las goteras de una casa. ¿Quién quiere tener goteras? Lo primero que hay que hacer es protegerse de ellas y evitar que lo estropeen todo. A partir de ahí nuestro subconsciente va trabajando. Sin embargo, la palma se la ha llevado un joven dirigente del Frente Nacional francés al confirmarse su reacción al ver que su alarmante discurso sobre la inseguridad no cuadraba con la tranquila realidad de su ciudad. Para solucionar el desconcierto que le provocaba la falta de coherencia de su discurso, optó por la vía más expeditiva: cambió la realidad para ajustarla al discurso. En compañía de unos amigos de partido y en plena juerga nocturna se dedicaron a quemar unos cuantos coches del vecindario. De este modo, al día siguiente se dedicó a visitar a los afectados diciendo que la situación era terrible y no podía continuar así y que él era la mejor solución ante semejante espiral de violencia e inseguridad. Touché!

Pero más allá de ejemplos tan explícitos o delirantes, es importante asumir que todos tenemos prejuicios y nos apoyamos en determinados estereotipos para “ordenar” un poco la compleja realidad social que nos rodea. Forman parte de la condición humana, del mismo modo que sería complicado imaginar una sociedad en la que no existieran los rumores. Sin embargo, a menudo no somos conscientes de las nefastas consecuencias que pueden tener nuestros prejuicios ni los rumores que podemos alimentar de manera más o menos consciente.

En un contexto de mayor diversidad sociocultural, muchos de los riesgos que debemos abordar están relacionados con los procesos de segregación, exclusión y discriminación. El modelo intercultural de gestión de la diversidad que defiende el Consejo de Europa, y que es una respuesta a las crisis de otros modelos “tradicionales” de gestión de la diversidad, parte del principio de la igualdad de derechos, deberes y oportunidades sociales. Es decir, por muchas fiestas de la diversidad e intercambios gastronómicos que organices, si no te comprometes firmemente a favor de la igualdad de oportunidades y trabajas de manera conjunta desde ámbitos como la educación, la cultura, el urbanismo o la economía, no es posible avanzar hacia una sociedad realmente inclusiva e intercultural. Al mismo tiempo, este enfoque pone sobretodo el énfasis en la importancia de promover la interacción positiva entre las personas.

¿Pero qué factores dificultan más las relaciones entre las personas en contextos de mayor diversidad sociocultural? La evidencia nos muestra que precisamente son los factores subjetivos, como los prejuicios, los estereotipos y el desconocimiento, los que constituyen la principal barrera “mental” y el caldo de cultivo de la indiferencia cuando no de hostilidad.

De este diagnóstico nació hace cinco años la Estrategia Antirumores en el marco del Plan Intercultural que impulsamos en Barcelona en el año 2010, con el objetivo de desmontar prejuicios, estereotipos y falsos rumores relacionados con la diversidad cultural.

Desde entonces esta estrategia se ha ido expandiendo primero por diversas ciudades españolas y en los últimos dos años se ha impulsado en ciudades de varios países europeos como Suecia, Alemania, Irlanda, Polonia, Grecia y Portugal.

La estrategia se configura sobre la base del necesario compromiso político, la participación ciudadana como verdadero motor del proceso, la creatividad como factor decisivo para llegar a la gente y el rigor como garante de su impacto real.

El objetivo no es convencer a la minoría racista, a la que hay que abordar por otras vías, ni tampoco limitarse a movilizar a los que ya están muy sensibilizados. El objetivo es seducir a una mayoría social más ambigua y sujeta a la influencia de muchos factores (elementos culturales, discursos políticos, medios de comunicación, el entorno emocional, el impacto de elementos externos como la crisis económica, etc.). Lo importante es no partir de una pretendida posición de superioridad moral, sino de la convicción de que todos tenemos prejuicios y utilizamos estereotipos, también los propios colectivos más estigmatizados. Por eso es tan importante empezar por uno mismo, mirarse al espejo y hurgar en nuestros propios prejuicios e inseguridades. Sólo así podremos seducir a otros a partir del pensamiento crítico y de las emociones. Se trata de tomar conciencia de los riesgos que tiene aceptar o tolerar de manera pasiva determinadas afirmaciones en forma de rumores e ideas pre concebidas.

La expansión europea de la estrategia ha sido posible en gran parte gracias a un proyecto liderado por el Consejo de Europa con fondos comunitarios. En otras palabras, desde el sur estamos exportando proyectos de innovación social al resto de Europa. Lo digo para ir rompiendo también algunos estereotipos en este sentido. Así, las ciudades alemanas de Nuremberg y Erlangen han estado colaborando activamente con la ciudad griega de Patras para desmontar prejuicios y rumores sobre los inmigrantes y los refugiados. Es curioso que mientras estas ciudades cooperaban intensamente en estos temas gracias a fondos europeos, sus gobiernos nacionales y las propias instituciones europeas se dedicaban a reforzar prejuicios y estereotipos mutuos entre alemanes y griegos. Y esto, más allá de la crisis de la deuda, no es nada alentador respecto al futuro del proyecto europeo.

Y es que cada vez tengo más claro que si las instituciones europeas y los gobiernos estatales hicieran más caso de lo que pasa, se dice y se hace en las ciudades, otra Europa cantaría. Por cierto, el símbolo de la estrategia antirumores de Bilbao, y que luego inspiró a la ciudad de Patras y al propio Consejo de Europa, es un paraguas para protegernos de los prejuicios y los rumores. Igual pedimos que le envíen uno al ministro del Interior y así de paso se protege de las goteras.

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