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Así se desplaza el mirlo capiblanco, un ave clave para la supervivencia del cedro canario en el Teide

El mirlo capiblanco es un aliado importantísimo para la supervivencia del cedro canario en el Parque Nacional del Teide. Un estudio ha analizado sus desplazamientos para detallar con más precisión por dónde dispersa sus semillas

Canarias Ahora

9 de julio de 2025 19:50 h

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Las plantas que producen frutos carnosos requieren de la ayuda de animales frugívoros para dispersar sus semillas y poder así perpetuar sus poblaciones o establecerse en nuevos lugares. Por tanto, conocer los movimientos de estos dispersores de semillas es fundamental para entender la capacidad de regeneración y expansión de la vegetación.

En un artículo científico recién publicado en la revista Global Ecology and Conservation, investigadores de la Universidad de Cádiz, el CSIC y la Universidad de Jaén han empleado dispositivos GPS de última generación para estudiar los movimientos y el uso del hábitat de mirlos capiblancos que invernan en el Parque Nacional del Teide. Se trata de un pequeño grupo de decenas de aves que año tras año alcanza la cumbre de Tenerife, donde juegan un papel clave dispersando semillas de cedro canario, un árbol endémico y emblemático cuyas poblaciones actuales están relegadas a zonas escarpadas y poco accesibles de este espacio natural protegido.

Un ecosistema muy alterado, aunque no lo parezca

Pese a ostentar un alto grado de protección, el Parque Nacional del Teide, situado por encima de los 2.000 m de altitud, ha sido testigo de profundas transformaciones del paisaje. Con anterioridad a su creación en 1954, este ecosistema de alta montaña estuvo sometido a diversas perturbaciones antrópicas, entre ellas, la tala de la vegetación, el pastoreo y las quemas estacionales por parte de las poblaciones indígenas que poblaron la isla. A estos impactos le siguieron las talas intensivas por parte de los colonos europeos a partir del siglo XV, la introducción del conejo y el muflón, dos especies de mamíferos herbívoros no nativos, continúan influyendo hoy en día la vegetación de alta montaña.

Todas estas alteraciones biológicas han modelado la vegetación que encontramos actualmente en el Parque Nacional del Teide, donde los remanentes de un antiguo bosque de cedro canario han persistido hasta nuestros días en en zonas escarpadas y de difícil acceso, protegidos de las perturbaciones mencionadas. Por otro lado, este ecosistema también ha sufrido la pérdida de animales dispersores de semillas. Una de estas pérdidas la constituye la extinción local del cuervo, que hasta la década de los 90 criaba en el Parque Nacional. Además, otras dos especies de córvidos, la chova piquirroja y la chova piquigualda, habitaron en la isla de Tenerife en el pasado.

“Con estos antecedentes, es muy probable que la migración del mirlo capiblanco se viera incentivada en el pasado por los recursos tróficos que pudiera ofrecer un bosque de cedros mucho más extenso, similar a los sabinares y enebrales que encontramos en las vecinas montañas del Atlas Norteafricano. Por tanto, nos encontramos actualmente ante un sistema planta-frugívoro vestigial y muy vulnerable, que requiere medias urgentes de conservación”, explica Beatriz Rumeu, investigadora de la Universidad de Cádiz y autora que ha liderado este trabajo.

Mirlo capiblanco y cedro canario: una dependencia mutua

Los autores han revelado el uso del hábitat por parte de los mirlos capiblancos y el alcance de sus movimientos durante la invernada, desvelando un comportamiento residente fuertemente asociado a la presencia de cedros y puntos de agua predecibles en el paisaje. El estudio no sólo muestra el área de campeo y los elementos del paisaje que seleccionan los mirlos capiblancos, sino que también estima las distancias a las que pueden dispersar las semillas de cedro. Pese a moverse en un espacio que alcanza varios centenares de hectáreas, los resultados arrojan un predominio de distancias de dispersión de semillas de unos pocos centenares de metros y, muy raramente, distancias de entre 1 y 2 km. Esto implica que los mirlos capiblancos no dispersan semillas entre las principales poblaciones de cedro que persisten en el Parque Nacional, ya que estas se encuentran a distancias de entre 7 y 11 km.

“Nos encontramos ante un mutualismo planta-frugívoro extraordinario, en el que la dispersión de semillas del cedro canario, una especie de planta insular y amenazada, depende en gran medida de un visitante invernal cuya población se ha estimado en menos de 50 individuos. Conocer cómo este pequeño grupo de mirlos capiblancos hace uso del hábitat es fundamental tanto para preservar su migración como para orientar medidas de conservación para ambas especies” comenta Juan P. González-Varo, coautor del trabajo.

Importancia para la conservación y la restauración

Los resultados del estudio proporcionan información relevante para conservar y restaurar el ecosistema de cumbre del Parque Nacional.

“Debemos tener en cuenta que las Islas Canarias constituyen el límite suroccidental del área de invernada del mirlo capiblanco. En el actual contexto de cambio climático, la contracción de este límite como consecuencia de condiciones ambientales desfavorables podría implicar la pérdida de un dispersor de semillas importantísimo en el Parque Nacional del Teide. Nuestros resultados proporcionan información relevante para orientar medidas de conservación y restauración de este sistema planta-frugívoro amenazado”, apunta Rumeu.

Entre esas medidas, continúa la experta, se encuentra la restauración del bosque de cedros, considerando las preferencias de hábitat de sus principales dispersores de semillas, o la provisión de puntos de agua que fomenten la presencia de mirlos capiblancos en un ecosistema cada vez más árido. “Eso sí, estos puntos de agua también pueden atraer a gatos asilvestrados que constituyen una importante amenaza de depredación para los mirlos capiblancos, por lo que su control debe seguir siendo una de las prioridades para la conservación de la biodiversidad en el Parque Nacional”, concluye Rumeu.

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