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“El sistema de primarias para elegir candidatos debería ser la norma y no la excepción”

Miquel Iceta, en un momento de la conversación con Astrid Barrio / Foto: Agenda Pública

Agenda Pública

Uno de los temas que más hemos analizado en Agenda Pública es el de la necesaria renovación de los partidos y de sus sistemas de selección de candidatos. En la conversación ‘El futuro de los partidos: ¿transformación o desaparición?’, Joan Botella y Jaume Collboni debatieron sobre la necesidad de cambio en las organizaciones políticas, y en ‘Primarias: ¿ciudadanía o militancia?’, Miquel Pérez Moneo, Óscar Barberá y Astrid Barrio analizaron los pros y contras de los sistemas de primarias como principal elemento de cambio en los procesos de selección política.

En esta ocasión es precisamente Astrid Barrio quién guía esta conversación con Miquel Iceta, Director del Departamento de Análisis del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de España con Narcís Serra (1991-1995), actual secretario primero de la Mesa del Parlament de Catalunya, diputado del PSC y Presidente de la Fundació Rafael Campalans, sobre la crisis de representatividad, la idoneidad de las primarias, y los distintos retos que tendrán que afrontar los partidos políticos para garantizar su supervivencia.

Astrid Barrio (AB): Me gustaría que en la medida de lo posible nos centremos en dos temas muy concretos. Primero, ¿cuáles deben son los requisitos de un buen político? Y segundo, ¿cómo hacen los partidos para tratar de buscar buenos políticos? Hace poco Agenda Pública publicó “Selección de políticos: administrando la miseria”, un post de Pablo Simón muy crítico con la selección de políticos que me hizo pensar en cómo podemos medir la capacidad de un político. ¿Qué es un buen político?

Miquel Iceta (MI): Un buen político es alguien que ejerce la función para la que ha sido elegido como representante, participa de forma activa en el debate político, y si tiene responsabilidades de gobierno pues es capaz de aplicar sus compromisos y de cambiar las cosas en el sentido que se ha comprometido con la ciudadanía.

AB: Es interesante el término de la representación, ¿qué se supone que representa un político?

MI: Debe representar la voluntad de los electores. Y para hacerlo bien pues debe ser coherente con el programa con el que se ha presentado ante ellos en la campaña electoral. Por otro lado, los partidos incorporan unos valores y a este político se le supone afín a esos valores que también lo han hecho merecedor de la confianza de los ciudadanos.

Está claro que un político ha de saber en que mundo vive, a dónde quiere llevarlo, las preocupaciones de sus electores, y ha de ser capaz de trasladarlo a la esfera política. Un político tiene que ser también un mediador entre la sociedad y las instituciones. Tiene que ser permeable, comunicar bien, la gente debe entender lo que dice y lo que hace. Eso en estos momentos de incertidumbre es más importante que nunca.

AB: Pero ahora mismo una de las grandes críticas que se plantean es que los partidos o los líderes políticos no representan. ¿Cómo intentáis los partidos políticos cumplir esta función? ¿Cómo se seleccionan los candidatos y los cargos internos de los partidos?

MI: No creo que en los partidos haya un especial esfuerzo en buscar talento fuera y es evidente que ese es uno de los déficits que hay. En general los que están dentro son reticentes a buscar otros para cargos que ellos podrían ocupar. Esto es exactamente igual que en cualquier otra organización como por ejemplo ser una empresa. Entonces, dentro de la gente disponible, que cada vez es menos, pues intentan buscar al que pueda desarrollar mejor la tarea que se le confía pero también que estén en sintonía con quién manda en el partido. Y obviamente esto introduce un sesgo en la selección interna.

AB: ¿Es importante la formación académica para un partido? ¿Y la formación política?

MI: Nosotros en el PSC tenemos una formación muy básica, ahora bien, no todos los que llegan a puestos de responsabilidad política han pasado por esos procesos. Pero aquí lo más importante es la experiencia. Por ejemplo, ¿qué hace que un diputado sea bueno? Porque un político puede ser muy bueno en su tema y no ser buen diputado porque no es capaz de crear consensos, no tiene una buena relación con los sectores con los que debe tener una interlocución fluida, etc. Esto es importante entenderlo, la capacidad del diputado para hacer bien su trabajo solo se adquiere con la experiencia. Cuando un político llega al Parlamento su primera legislatura nunca es la mejor.

AB: Con esto estás diciendo que se debe defender la profesionalización de la política frente a una sociedad que parece que pide justo lo contrario...

MI: Es que a un político le pedimos de todo. Le pedimos que sea nuevo pero que tenga mucha experiencia, le pedimos que no haga mucho ruido pero que se haga notar, que se pelee pero que no aparezca como un broncas, etc. Sí, ahora hay una demanda de renovación pero curiosamente algunas de las figuras más bien valoradas, como Stéphane Hessel o José Luis Sampedro, eran muy mayores. En Italia el presidente de la República, Napolitano, tiene 87 años. También recuerdo que en el penúltimo congreso del SPD el discurso que tuvo un mayor impacto fue el de Helmut Schmidt, que tampoco es precisamente joven. Todo esto, ¿por qué? Pues porque en el fondo también hay un aprecio a la experiencia.

A los políticos se les pide de todo, igual que a los partidos políticos. Se les pide que tengan mucho debate interno pero al mismo tiempo cuando lo tienen se dice que están muy divididos, y que por tanto no merecen la confianza para gobernar. Las demandas ciudadanas pueden ser muy variadas y a veces contradictorias entre sí. Lo que es evidente es que tiene que haber de todo. La política debe tener un grado de profesionalidad pero también se debe renovar, se debe tener una personalidad fuerte y a la vez tener empatía, hacen falta liderazgos fuertes y a la vez capacidad de trabajar en red.

Pero volviendo al tema de la representatividad. Dicen “los políticos no representan”. Pues depende. Si se mide por los votos que tienen detrás representan bastante más que quien dice que “no nos representan”. Pero por otro lado es verdad que hay una percepción de que los políticos viven en un mundo aparte, y además nadie sabe muy bien quién los ha elegido. Esto es por culpa del sistema de listas cerradas y bloqueadas. Espero que se acabe aprobando un sistema de listas como el alemán que al menos permita que haya diputados de distrito, que tendrán una relación forzosamente más estrecha con sus electores, y tendrán que adquirir méritos con sus representados y no solo con la gente del partido.

AB: ¿Esto podría complicar mucho la vida interna de los partidos?

MI: Sí pero es que hay que perder el miedo. Al final los partidos son instrumentos de la sociedad y viven de esta desde muchos puntos de vista, empezando por la financiación que es pública en su mayor parte. Tienen que ser mucho más democráticos de lo que son. El sistema de primarias para elegir candidatos debería ser la norma y no la excepción. Y si hiciéramos un sistema electoral con candidatos de distrito, lo normal sería que estos también fueran elegidos por un sistema de elecciones primarias. Es evidente que ha de haber bastante más pasarelas entre los partidos políticos y la sociedad.

AB: Pero igual el hecho de establecer el sistema de primarias abiertas pone en duda el papel de los militantes, en el sentido de que les quita margen de decisión en uno de aquellos pocos temas en los que podrían influir directamente.

MI: Vamos a ver, ¿cuál es la función de un partido? Relacionarse con la sociedad, generar ideas y programas, y reclutar el personal político. Desde el punto de vista de la relación con la sociedad los militantes son imprescindibles e irremplazables. Desde el punto de vista del debate interno de ideas también son imprescindibles e irremplazables. Estamos hablando solo de la tercera cosa, la selección del personal político. Por un lado están los responsables políticos del partido, sobre los cuales deciden los militantes. Y por otro los que han de estar en contacto con la sociedad, a los que ahora se plantea que los ciudadanos también intervengan en su selección. Yo no creo que el militante esté perdiendo tanto pero sí que está aceptando que de alguna manera no es el propietario de una marca, sino que en todo caso es una especie de franquiciado.

AB: Es curioso porque muchas de las críticas que ahora se plantean a los partidos ya estaban en el estudio clásico que Michels hizo del SPD en 1911.

MI: Ya me gustaría a mí que los partidos fueran ahora como los que criticaba Michels en el sentido de militancia mucho más numerosa, presencia social muy activa, de ser centro de una constelación de organizaciones sociales y a veces incluso económicas. Ahora en cambio ni han conseguido ser un partido de todo el pueblo, ni tampoco son tan representativos de un sector concreto.

AB: Ahora la sociedad es mucho más plural y está más segmentada.

MI: Justamente por eso creo que es importante que existan más pasarelas entre partidos y ciudadanía. Cuando los partidos ya no son representantes de un sector sino que pretenden representar a ciudadanos muy diversos, la única manera de garantizar eso es abrir pasarelas. Esto se consigue con las primarias.

También es verdad que las primarias no pueden ser vistas como una especie de agua bendita que todo lo cura. El caso italiano es el mejor ejemplo. El PD está en una crisis brutal y probablemente sea el partido más democrático que hay. Su problema no es solo de participación, también es de pensamiento. Si uno intenta meter en un mismo partido a un ex-demócrata cristiano y a un ex-comunista, tarde o temprano va a tener un problema de coherencia ideológica. No es solo un problema de ponernos de acuerdo en quiénes nos representan, también tenemos que saber qué queremos representar.

AB: ¿Y se pueden construir pasarelas ideológicas?

MI: Los partidos han de ser capaces de discutir con todos aquellos que quieran. Lo que pasa es que luego igual descubren que la gente que quiere participar en una discusión política es la que es. Pero en fin, hay que abrir la discusión porque al fin y al cabo un partido responde a una sensibilidad social, no solamente a una ideología que si se mantiene congelada o inalterable en el tiempo deja de ser útil. Ahora con la situación de crisis esto es más importante que nunca. O los partidos son capaces de renovarse, o sencillamente serán sustituidos por otros porque ya no responderán a unas demandas ciudadanas que son muy distintas a las de hace veinte años.

AB: Respecto a esta capacidad de adaptación, ¿los partidos han de ofrecer respuestas, y por tanto mantener dogmas ideológicos? ¿O la sociedad ha evolucionado, no está tan dogmatizada, y las ideologías han perdido capacidad para definir el mundo?

MI: Una sociedad muy líquida, como se la define muchas veces, necesita de algunas referencias sólidas. Si un partido socialista se define por su aprecio a la igualdad y a la justicia social, merece la pena que eso guíe siempre sus políticas porque eso proporciona una referencia. Le da al ciudadano una pista de lo que va a hacer ése partido. Otra cosa es que ahora nos encontremos con que todos los partidos defienden un programa y luego cuando gobiernan lo incumplen.

AB: No me refería tanto a definición de ideales como a capacidad de resolución de los conflictos.

MI: Pero en eso los partidos sí que se están moviendo, sobretodo porque ahora la sociedad proporciona soluciones. Aquí para muchas leyes que hacemos lo primero es pedir comparecencias. Creo que eso es muy bueno. Hay gente que lo considera un trámite pero yo creo que es muy importante porque es cuando los partidos reconocen que no lo pueden saber todo. Y es cierto que los partidos cada vez están más dispuestos a aprovechar el conocimiento que surge en universidades, think tanks, grupos de presión, etc. Los partidos están aprendiendo a discutir mejor internamente, a discutir mejor con otros, e incluso a aceptar mejor los puntos de vista de otros que, por las razones que sean, conocen mejor una cuestión concreta. En esto sí que están espabilando.

AB: ¿Esto no nos lleva a que la política pueda sucumbir a la técnica?

MI: No porque al final la decisión siempre será del político. Al técnico nadie le va a pedir responsabilidades, al político sí. Hay ese equilibrio necesario. Para decidir hay que conocer pero la decisión final es tuya porque solo a ti te van a poder pedir responsabilidades por los efectos de esta decisión.

AB: ¿Los partidos siguen cumpliendo las funciones básicas y las van a seguir ejerciendo?

MI: Creo que sí. Lo que no sé es si en el futuro serán los mismos partidos. Es verdad que los partidos son como organismos vivos y si dejan de cumplir sus funciones pues desaparecen. Habrá partidos igual distintos a los que hoy conocemos, incluso quizás algunos de los que hoy conocemos no sobrevivirán a ésa mutación, pero en todo caso lo que han de hacer es evidente: necesitan mayor presencia sobre el terreno, mayores capacidades de comunicar, más pasarelas para que la ciudadanía entienda que los partidos están a su servicio y que puede participar en ellos y en sus decisiones, y por supuesto cualificar mejor a su personal.

La sociedad se ha vuelto más compleja y una cierta profesionalización de la política es inevitable. Otra cosa es que esto choque con lo que comentábamos antes de la necesidad de renovación. Pero es que todos necesitamos referencias, incluso los movimientos sociales. Fíjate en el caso de la PAH. Quizás sea injusto, porque hay mucha gente trabajando en la sombra, pero el tema es que la mayor parte de la ciudadanía a la PAH gracias a Ada Colau y a su presencia en los medios. Es necesario un cabeza visible. ¿Se construye de un día para otro? Creo que no. La propia Colau ya llevaba tiempo trabajando para todo esto. Debemos ser capaces de encontrar el equilibrio entre la renovación necesaria y la adquisición de la experiencia que no es menos importante.

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