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Feminizar la vida, salvar la sociedad

Lina Gálvez / Lina Gálvez / Catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la UPO. Especialista en análisis de género

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Cada año, cuando llega el 8 de marzo nos acordamos de la cuenta pendiente que la discriminación que sufren las mujeres supone para toda la sociedad. Está bien y es necesario porque no es una lacra cualquiera. Es una lacra que, aunque muchos se empeñen en negarlo, muchas mujeres pagan con su vida, y todas, con una existencia con menor bienestar y menos oportunidades y libertad para poder decidir y elegir.

Pero este día internacional de la mujeres es un buen momento también para reflexionar sobre el otro déficit que soporta nuestra sociedad cuando sigue renunciando a feminizarse.

La actual crisis económica está poniendo de manifiesto que no sólo están en quiebra los bancos o nuestros mercados de trabajo, sino también la forma en la que se gobierna y analiza la economía, el modo de usar los recursos naturales, las pautas de reparto de los recursos, de los trabajos –incluido el no remunerado-, y del poder. Y por supuesto, también los incentivos y valores que gobiernan la vida económica.

Se olvida que los incentivos que nos han llevado a la situación en la que estamos y los valores asociados a la cultura y la política dominantes no son sino los de las viejas masculinidades que predominan en la esfera pública, en donde los hombres han sido dueños y señores durante tanto tiempo. Un olvido que impide descubrir que si se quiere salir de la crisis y evitar otras más grandes en el futuro es imprescindible no solo regular de otro modo las finanzas u organizar de forma distinta la vida económica, sino también romper con el patriarcado y con esos valores masculinos.

La desmercantilización progresiva del trabajo, poner en primer plano la satisfacción humana y el cuidado, a las personas y a la naturaleza, abordar de otro modo el conflicto, redistribuir mejor, promover la cercanía, aprender a reciclar y a gastar mejor, darle prioridad a las alertas que muestren la calidad de la vida y no sólo su dimensión monetaria... es lo que ha caracterizado siempre a la vida doméstica más natural y humana, a la del oikos de la economía primigenia, que las mujeres han sabido gobernar con sabiduría y eficiencia cuando han sido excluidas de la esfera pública. Hacer de ese saber un patrimonio común, también de los hombres, es lo que de verdad nos evitará nuevos sufrimientos y nos hará más libres.

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