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Trebujena y Doñana: Moreno Bonilla abraza la radicalización de la derecha

Recreación de la macrourbanización junto a Doñana

Lina Gálvez

Europarlamentaria del Partido Socialista —

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Muchas son las personas que me preguntan por qué Moreno Bonilla ha dado la autorización ambiental a un mega proyecto turístico en las Marismas del Guadalquivir, a sabiendas de que no podrá prosperar; menos aun después del escándalo europeo de su plan de regadíos en Doñana. ¿Tiene acaso aspiraciones el PP andaluz de gobernar en Trebujena, un municipio donde Izquierda Unida revalida sucesivas mayorías absolutas?

La respuesta es no. La respuesta es electoral, pero va mucho más allá de intereses municipales o comarcales. En este artículo sostengo que el movimiento de Moreno Bonilla de desempolvar un proyecto de construcción en Trebujena de un campo de golf, un hotel y 300 villas de lujo en las marismas del Guadalquivir, en el entorno de Doñana, responde a una estrategia política, un movimiento hacia el marco de la derecha más radical y populista. Y el proyecto de regadíos en la corona norte de Doñana, si bien sí tenía en origen un interés electoral provincial, ha acabado siendo un prólogo sonado del giro del PP andaluz, la inauguración de la nueva era radical.

No hay más que mirar con la perspectiva internacional de radicalización de los partidos conservadores, con la participación cada vez más descarada de algunas de sus figuras en foros internacionales de extrema derecha, donde, a pesar de la heterogeneidad de los grupos y personas que se reúnen, se fijan las estrategias, se comparten las herramientas para alcanzar la hegemonía cultural y el poder político y se asegura una financiación multimillonaria. El PP de Moreno Bonilla, el de Nuñez Feijóo, y por supuesto el de Díaz Ayuso, están entrando en esa dinámica, aunque con distintas velocidades. En el caso andaluz, Doñana antes y Trebujena, ahora, sirven como ejemplos.

La estrategia del PP es clara: los “otros”, los que no son ellos, o bien desconocen la realidad andaluza o manipulan la verdad. Esos “otros” son presentados como una élite medioambiental, que perjudica los intereses de los territorios concretos

El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía ha dado luz verde a la autorización ambiental de un complejo turístico en las marismas del Guadalquivir, en el municipio de Trebujena. A pesar de que este proyecto consumirá unos 850.000 m³ de agua, cuando Trebujena consume en torno a los 800.000 m³. Y todo ello, en plena sequía, cuando el propio Parlamento andaluz, donde el PP tiene mayoría absoluta, acaba de aprobar su tercer decreto contra la sequía. Esa aparente contradicción no guarda relación lógica alguna; estamos frente a algo más. El PP andaluz se desliza hacia una narrativa radical.

El consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, Ramón Fernández-Pacheco -el mismo que fue a Bruselas para desmontar los “bulos” del gobierno central sobre su proyecto de regadíos en la corona norte de Doñana y se volvió con un listado de los incumplimientos de la legislación comunitaria-, fue el encargado de anunciar que la Junta considera el complejo de Trebujena compatible con el medioambiente. Y el encargado de añadir que, si la autoridad competente en materia de agua en la zona, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), dependiente del gobierno central, no da un informe positivo, el proyecto decaerá. Lejos de la más mínima responsabilidad, del “orden” que se le presupone a la derecha tradicional y a un partido de gobierno. Gráficamente: tira la piedra y esconde la mano.

El Ministerio para la Transición Ecológica, en boca de su titular, la Vicepresidenta Teresa Ribera y del presidente de la CHG, Joaquín Páez, han sido contundentes respecto a la inviabilidad del proyecto. Estamos en una situación de sequía, el proyecto no está dentro de la planificación de la CHG y los terrenos en los que pretende desarrollarse no son aptos para el mismo al ser inundables, tal y como consta en la cartografía de zonas inundables, un registro público disponible para instituciones, organizaciones y la propia ciudadanía.

La reacción del Fernández-Pacheco a estas últimas declaraciones de los responsables es una versión adaptada de la respuesta de Moreno Bonilla sobre los regadíos de Doñana.

Primero, el PP defiende que las marismas del Guadalquivir no son Doñana, como tampoco lo es la corona norte del Parque, aunque se nutran de un acuífero común. La estrategia del PP es clara: los “otros”, los que no son ellos, o bien desconocen la realidad andaluza o manipulan la verdad. Esos “otros” son presentados como una élite medioambiental, que perjudica los intereses de los territorios concretos.

En estos movimientos vemos como el PP de Moreno Bonilla está desarrollando esa unión imposible que ya le vimos a Trump, la de presentarse como anti-establishment, siendo un representante de dicho establishment y gobernando para sus intereses

Segundo, el gobierno del PP sostiene que la Junta no ha autorizado nada porque no tiene competencias. Mutatis mutandi, lo mismo que planteó previamente Moreno Bonilla: el Gobierno andaluz no ha aprobado ninguna ley sobre el regadío en la corona norte de Doñana porque en realidad se trata de una iniciativa legislativa del Parlamento, donde el mismo PP tiene mayoría absoluta. El PP crea la polémica, la fractura social y lanza la pelota a tejado ajeno.

Tercero, que la Vicepresidenta del Gobierno de España se ha quitado la careta de la institucionalidad y es, textualmente, “una hooligan radical a quién solo le interesa el medio ambiente como arma electoral contra Andalucía y los andaluces”. Exactamente el mismo tono que utilizó Moreno Bonilla al decir que la Vicepresidenta tomaba las decisiones sobre el futuro de la comarca de Doñana desde su ático de la Castellana, paseo de Madrid en el que resulta está ubicado el Ministerio para la Transición Ecológica.

En definitiva, el discurso desarrollado por Moreno Bonilla y su consejero es, por un lado, que los de fuera, las élites y aquellos que se alían con éstas, no saben la realidad de nuestro territorio, manipulan y mienten, mientras que el PP andaluz, sí la conoce, (aunque instituciones científicas, personas expertas, ecologistas, asociaciones, empresas, buena parte de la ciudadanía y hasta Ayuntamientos del territorio tengan una voz propia, autorizada y distinta). Y, por otra parte, el PP andaluz, a pesar de no tener las competencias exclusivas para sacar adelante esos proyectos, los defiende. Y finalmente, si de paso, crean fractura social, cabreo y se mofan de una mujer, que además es socialista y ecologista, la jugada es completa, ya que enganchan con la narrativa misógina, reaccionaria y negacionista del cambio climático de la extrema derecha. Esa es la estrategia política radical que los partidos conservadores están tomando prestada de la extrema derecha.

En estos movimientos vemos como el PP de Moreno Bonilla está desarrollando esa unión imposible que ya le vimos a Trump, la de presentarse como anti-establishment, siendo un representante de dicho establishment y gobernando para sus intereses. Moreno Bonilla está siguiendo la estrategia de la extrema derecha de combinar elitismo y populismo. El elitismo de sus regalos fiscales a los más ricos, con el populismo de decirse junto al pueblo y los intereses de Andalucía, aunque sea también contra el sentido común, toda evidencia científica, el cumplimiento de las sentencias y las leyes o las instituciones de la Unión Europea. Nada menos.

La radicalización de los partidos de derecha no es un movimiento exclusivo del PP andaluz. Casi toda la derecha tradicional tiene su Vox o ha desaparecido frente a opciones más radicales por no poner límites a las propuestas “iliberales” de los extremistas

La radicalización de los partidos de derecha no es un movimiento exclusivo del PP andaluz. Todo lo contrario. Casi toda la derecha tradicional tiene su Vox, o ha desaparecido frente a opciones más radicales precisamente por no poner límites a las propuestas “iliberales” de los extremistas y permitirles establecer e incluso imitar su marco narrativo. Uno de los mayores expertos en el surgimiento de los movimientos de extrema derecha, Cas Mudde, escribe en relación con los tories británicos y tomando el ejemplo del partido republicano estadounidense, que las estrategias de radicalización que están imitando los partidos conservadores en muchas democracias occidentales alimentan sentimientos antidemocráticos y deterioran todos los elementos necesarios para el desarrollo de nuestras democracias liberales. Juegan con fuego.

En la reciente convención de la National Conservatism Conference (NatCon)  donde estos años atrás se podía ver a representantes de la extrema derecha como Viktor Orban, Giorgia Meloni, Tucker Carlson, Ted Cruz o Ron de Santis, se han empezado a ver también insignes figuras del partido conservador británico, los tories. Algo que hasta hace poco habría sido impensable, pero que ahora entra dentro de lo normal, como las posturas acientíficas, el racismo o la misoginia, cada vez exhibidos con menos vergüenza y hasta con orgullo. Cada vez hay más estrategias y narrativas de extrema derecha que encuentran su traslación en la derecha.

Si la extrema derecha francesa habla de “gran reemplazo”, nada menos que Michel Barnier, el negociador del Brexit por la UE, habla también de ese potencial reemplazo de la población autóctona por la de origen extranjero, pero de manera descafeinada. Barnier es más fino y declara que muchos franceses tienen la impresión de no sentirse ya en “su casa”. En España, también hay destacadas figuras populares que han cruzado las fronteras con la derecha radical e incluso se han situado a la vanguardia como el caso de Jaime Mayor Oreja, presidente del think tank, One of Us donde participan fundaciones como Hazte Oír. Como han mostrado los informes de Neil Datta para el European Parliamentary Forum for Sexual and Reproductive Rights, estos grupos cuentan con una financiación multimillonaria y, una estrategia internacional muy elaborada contra todos los avances por la igualdad de género.

Moreno y Feijóo tendrían que cuidar su acientifismo, su iliberalismo, su populismo y el cortoplacismo de su apuesta política. Con estos movimientos preparan la dirección de su fuerza política para líderes que no tienen respeto por el orden institucional

También en el Parlamento Europeo, el Partido Popular Europeo se mueve hacia la derecha y ya no esconde sus alianzas con partidos de extrema derecha.  Así, el ex presidente del Parlamento Europeo y ex comisario de la Comisión Europea, el político conservador italiano Antonio Tajani, defiende que el Partido popular europeo debe mantener la alianza con el grupo ECR (European Conservatives and Reformists) para la próxima legislatura donde se engloban 20 partidos de la derecha radical, entre ellos los Fratelli d’Italia de Meloni, o Vox. Esa es su dirección y su referencia.

 Adoptar la estrategia de la derecha radical, le está permitiendo a políticos como Moreno Bonilla decir una cosa y la contraria, hablar de revolución verde y promover proyectos que atentan contra nuestro patrimonio natural. Envolverse en la blanca y verde y desarrollar proyectos políticos que dañan nuestra tierra y su imagen, como ha ocurrido con la propuesta sobre Doñana. Moreno Bonilla y Nuñez Feijóo tendrían que cuidar su acientifismo, su iliberalismo y su populismo y también el cortoplacismo de su apuesta política, dentro y fuera de su partido. Porque con estos movimientos, estarían por una parte preparando la dirección de su fuerza política para líderes que no tienen respeto por el orden institucional, y por la otra, creando una base electoral más radical que ellos mismos, llevándolos a la insignificancia política y a todos los demás, a algo peor. Así mueren las democracias, además de nuestros ecosistemas más valiosos.

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