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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de siete millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

En este blog intentaremos acercar nuestro trabajo en Andalucía, conjuntamente con las acciones de sus grupos, pero también los acontecimientos más relevantes en materia de derechos humanos en España.

Síguenos en Instagram @amnistianadalucia. Twitter @Ai andalucia

Aborto, la violencia silenciosa que persiste: una historia de control sobre el cuerpo de las mujeres

Javier F. Ruiz de Pascual

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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de siete millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

En este blog intentaremos acercar nuestro trabajo en Andalucía, conjuntamente con las acciones de sus grupos, pero también los acontecimientos más relevantes en materia de derechos humanos en España.

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En el siglo XVI, mujeres como Àngela Vilafreser —comadrona y sanadora en el Lluçanès— fueron acusadas de brujería y ejecutadas por manejar saberes sobre el cuerpo: hierbas, partos e interrupciones del embarazo. No fue un caso aislado. Margarida Rugall en Cataluña, Catherine Lepère en Francia o Hester Jonas en Alemania compartieron un destino similar. La Europa de la época persiguió sistemáticamente a quienes ejercían prácticas que hoy llamaríamos salud sexual y reproductiva.

Durante siglos, comprender el cuerpo femenino, acompañar partos o ayudar a interrumpir un embarazo fue considerado sospechoso o criminal. El control de ese conocimiento no era solo médico o religioso: era político. Muchos de los espacios donde estas mujeres transmitían saberes —bosques, lindes, zonas de plantas medicinales— fueron asociados a la brujería. Practicaban cuidados en un tiempo que negaba asistencia formal a las mujeres.

No sabremos si sus supuestos “hechizos” eran pactos demoníacos o conocimientos empíricos que la ciencia oficial no quiso reconocer. Lo indudable es que cualquier práctica que escapara del control eclesiástico o estatal era castigada con violencia ejemplarizante. Esta historia, todavía poco contada, es la raíz del estigma que hoy persiste sobre la autonomía sexual y reproductiva.