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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de siete millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

En este blog intentaremos acercar nuestro trabajo en Andalucía, conjuntamente con las acciones de sus grupos, pero también los acontecimientos más relevantes en materia de derechos humanos en España.

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El remedio invisible

Manifestación en Málaga en defensa de la Sanidad Pública

Carlos Lancho

14 de mayo de 2022 23:47 h

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El pasado 27 de marzo, cuarenta y cuatro años después de la cumbre de salud de 1978, un lema muy distinto se alzaba en las calles de Madrid. «Salvemos la atención primaria», fue el reclamo de un centenar de asociaciones, oenegés y otras organizaciones que denunciaron la maltrecha situación de la atención primaria española. El drama es el mismo en casi todas las comunidades autónomas, con alguna que otra excepción. 

En Andalucía, después de más de una década de políticas de austeridad, la atención primaria sobrevive a duras penas. Más aún cuando los dos últimos años de la pandemia han puesto a prueba los escasos recursos con los que disponía el personal sanitario de los centros de salud. Se puede hablar ya de un sistema en crisis cuando, a pesar de las reiteradas advertencias, las autoridades no han hecho más que proponer malas recetas a un problema que, en lugar de remedios cortoplacistas, requiere un tratamiento integral. 

Una enfermedad invisible 

La atención primaria atraviesa dificultades en múltiples frentes: falta de financiación, envejecimiento del personal sanitario, una excesiva burocratización, entre otros. Sin embargo, todas estas cuestiones son síntomas de una misma enfermedad: la falta de visibilidad. «[la AP] es como el familiar al que nadie le hace mucho caso. Está internalizado e infravalorado, pero siempre disponible», explica el director de un centro de salud en Andalucía que prefiere permanecer en el anonimato.

La banalización de la AP es la preocupación que comparte el personal de medicina de familia, pediatría, enfermería y administración que sigue insistiendo en la necesidad de poner en valor el trabajo que se lleva a cabo en los centros de salud. Conocer el valor de los equipos de Atención Primaria es el primer paso para hacer las reformas integrales que se deberían llevar a cabo con celeridad si no queremos enfrentarnos a las consecuencias de una AP (más) colapsada. O peor aún, extinta. 

En España, tan solo se destina el 14% del presupuesto de sanidad a la Atención Primaria, muy lejos de la media europea y más lejos aún del 25% recomendado por la OMS. En el caso de Andalucía, la realidad es más preocupante. A diferencia de otras Comunidades Autónomas que aumentarán su presupuesto para sanidad en 2022, Andalucía mantendrá el gasto del ejercicio anterior, es decir, 1.388,86 euros por habitante, según las cifras de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), quedando rezagada a los últimos puestos, muy por detrás de otras CC. AA como País Vasco o Asturias, que encabezan la lista. 

La sanidad pública en general y la atención primaria en particular languidecen por el poco interés que se le presta desde los distintos grupos políticos y seguirán adelgazando mientras se sigan limitando sus recursos. Las estadísticas son alarmantes y obedecen a la década de austeridad que se ha mantenido desde el Real Decreto Ley 16/2012. A pesar de que en los últimos años se han tomado medidas para contrarrestar los efectos más dañinos de las políticas de austeridad, aún falta atacar de manera puntual cuestiones como la falta de personal, la precarización laboral y la fragilidad de los contratos de trabajo.

La medicina de familia en crisis

Al rápido envejecimiento de los médicos de familia se le añade el bajo ingreso de nuevos profesionales. Mientras que el índice de jubilaciones crece, las nuevas incorporaciones se estancan o disminuyen. El problema es evidente a corto y largo plazo: jornadas de trabajo más largas, mayor número de pacientes y menor tiempo de atención. A la misma vez, la precariedad de los contratos temporales hace de la especialidad poco atractiva para los jóvenes que eligen plazas luego del MIR, que prefieren optar por el sector privado. 

A la disminución del personal se suma el aumento de la demanda de pacientes. Con la llegada de la pandemia, el gran número de usuarios se traduce en una sobrecarga asistencial, a la cual se le viene enfrentando con un sistema híbrido, entre la presencialidad y los medios virtuales o telefónicos. 

Muerte por inanición

Así se podría definir el estado actual de la especialidad pediátrica en Atención Primaria. Los problemas son similares a la medicina de familia: escasez y envejecimiento del personal sanitario, burocratización e hiperfrecuentación. Pero a todo esto se suma algo más grave y es que las pediatras y los pediatras de los centros de salud «deben luchar por un hueco en la medicina de adultos, que lo acapara y lo consume todo en materia de recursos», como afirma un médico pediatra de un centro de salud de Málaga, cuyo nombre prefiere que no ser incluido en este artículo. 

Según las estadísticas más recientes del Ministerio de Sanidad, casi el 50% de pediatras (entre el sector público y privado) se encuentran adscritos en atención primaria. En cuanto al ratio, por cada 100,000 menores de 15 años hay 167 pediatras. Las cifras, según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (EAPAP), no obedecen a la realidad ya que en la actualidad existen casi 600,000 niñas y niños que no tienen acceso a un pediatra de cabecera. 

Con 595 plazas sin cubrir, la carencia de pediatras se ha convertido en una situación insostenible en los medios rurales. La falta de asistencia de calidad en estas áreas crea una enorme desigualdad entre los niños y niñas del entorno urbano y rural. Este vacío se debe, entre otras razones, a las duras condiciones laborales que tienen estos médicos, que se ven obligados a trabajar sin los estándares básicos que debería ofrecer un centro de salud. 

A una mala receta, prescribir una mejor

En kazajo, Alma-Ata significa «padre de las manzanas». No es casualidad, ya que la procedencia de esta fruta es atribuida a la región montañosa de Asia Central. A modo de analogía, se podría entender a la atención primaria a través de un viejo y conocido refrán galés según el cual comer una manzana al día, mantiene al doctor en la lejanía («An apple a day keeps the doctor away»). Seguramente es un aforismo que se ha escuchado hasta el cansancio, pero que tiene una connotación que trasciende su lectura superficial. 

Los equipos de trabajo de los centros de salud son quienes, de manera cotidiana, resuelven los problemas antes de que aparezcan. Ayudan a aumentar la esperanza de vida de la población, reducen la saturación de los hospitales y hacen que el sistema sanitario funcione en la medida de lo posible. Son, en definitiva, el poder blando cuya importancia radica no en la inmediatez, sino en el trabajo a largo plazo, motivo por el cual no es percibido ni valorizado. 

A pesar de la falta de recursos económicos, los equipos de AP son la columna vertebral, la puerta de entrada y el eje del sistema sanitario andaluz y español. Tras una década perdida y con las consecuencias de la crisis sanitaria asomando a la puerta, sería irresponsable y contraproducente no tomar medidas urgentes que garanticen la supervivencia de la Atención Primaria. Haciendo eco de las recomendaciones de Amnistía Internacional, es imperativo reforzar las plantillas de la atención primaria, alcanzar la media de ratios de profesionales de la Unión Europea, incrementar la inversión en infraestructuras y recursos materiales en los centros de atención primaria e incrementar de manera progresiva la inversión asignada a la atención primaria en los presupuestos anuales, que deberá alcanzar el 25% del total de gasto sanitario.

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