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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Jardinería del alma

Web Un Relato Andaluz (1)

Ángela Hayes

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¿Cómo le explicarías a alguien una película que no ha visto? ¿El último plato que has probado? ¿Y lo que se siente al vivir fuera de tu tierra?  

Venimos de una comunidad en la que la tasa de paro en menores de 25 años es del 40%, donde muchas carreras no tienen salidas laborales reales y donde la precariedad laboral lo inunda todo. Vivir fuera de tu tierra es difícil, pero si esa situación es forzada por razones económicas, se complica todo más. Se produce el desarraigo

Según la RAE, esto es: 

  1. Arrancar de raíz una planta.
  2. Extirpar hábitos o costumbres nocivos.
  3. Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos.

Nunca podría describir mejor el proceso que con ese “arrancar de raíz una planta”. Es eso, ese es el sentimiento, ese es el dolor de sentir que en tu tierra no hay para ti, que no podrás prosperar en un futuro mejor. Tierra de la que en absoluto quieres marchar, pero te fuerza a ello. Convertimos por culpa de esto el volver a casa como una “derrota”.

Sin duda vivir fuera de tu tierra te cambia, te parte por dentro, en dos mitades. Te desprovee de todo aquello que era tuyo. Pero, ¿no te quitas tú también de aquello que te hace diferente forzosamente?  

No quería ser “la andaluza” en un grupo de gente, quería ser simplemente yo, fuera de donde fuese. Odiaba todo lo que conformaba mi forma de ser. Pero en mi intento frustrado de ser invisible, me señalaban

Cuando emigras fuera de Andalucía, eres el diferente, el otro, el que habla rápido o el que cecea. Ya no sólo debes lidiar con la sensación de desarraigo y de estar continuamente pisando en un barro que parece estable pero que a la mínima se puede hundir, sino que aparecen preguntas dentro de ti que nunca te habías hecho. ¿No vocalizo? ¿No se me entiende? ¿No saben qué significa lache

¿Alguna vez la sociedad te ha creado un complejo físico que tú nunca habías tenido? Como que te hayan dicho que tienes la nariz grande y nunca habías caído en la cuenta, pero de repente odias tu nariz y te gustaría operártela. Eso es exactamente lo que sentí la primera vez que viví fuera de Andalucía. Nunca me había fijado en que hablara rápido, en que no decía “cantado” o en que suavizar las eses finales de las palabras podría definir mi personalidad. Pero así era, y odiaba, odiaba ser diferente, odiaba no hablar como los demás, odiaba mi identidad. No quería ser “la andaluza” en un grupo de gente, quería ser simplemente yo, fuera de donde fuese. Odiaba todo lo que conformaba mi forma de ser. Pero en mi intento frustrado de ser invisible, me señalaban. Lo que para los otros puede ser una interacción del 5% de su día con alguien de fuera, para ti es el 90% de tus interacciones diarias. Sientes que nadie que no haya vivido lo mismo te comprende y te une como siamés con gente que ha pasado por lo mismo. Te encuentras en un no sitio continuo. Tus amigas en Andalucía no comprenden lo que estás pasando a 1000 km de distancia ni tu nueva casa comprende tu situación.  

Entonces, ¿cómo es emigrar dentro de tu mismo país?

Si algo hizo que mi orgullo por la tierra que me vio nacer y crecer creciera como un caballo desbocado, fue, sin duda, vivir fuera de ella. Y este es, personalmente, mi ahora

Te sentirás un emigrante siempre en tu tierra y en tu nuevo hogar serás siempre un inmigrante, y esto es así. Cuando vuelvas a tu ciudad o pueblo, se te olvidarán algunas calles, habrá locales nuevos donde no los recordabas y verás como el paso del tiempo no se detiene porque tú no estés allí y eso es una apisonadora emocional. En cambio, en tu nueva residencia, siempre serás “el de fuera”, que viene de otro lugar con otras costumbres y que no nació aquí.  

Si algo hizo que mi orgullo por la tierra que me vio nacer y crecer creciera como un caballo desbocado, fue, sin duda, vivir fuera de ella. Y este es, personalmente, mi ahora. La marcha atrás recobrando todo eso que me quise quitar, toda una identidad, todo aquello que me avergonzaba, todo aquello que me quitaron. Mostrar mi acento, mi forma de ser, la música, la emoción que me ha dado crecer en una tierra como la nuestra.  

No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Un dicho bastante rancio e incluso tóxico, ya que yo no perdí nada, sino que gané y afiancé una identidad. 

Ojalá podáis sentir lo que yo siento por Andalucía, y ojalá devolverle a mi tierra tó lo que me ha dao.

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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