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La guerra, un despacho ordinario de los asuntos públicos
Mientras nuestros políticos se afanan, en el tiempo tedioso que nos separa del 2 de mayo, intentando convencernos de que pueden llegar a un acuerdo de gobierno, el gobierno en funciones práctica el escapismo parlamentario negándose a rendir cuentas, con una interpretación gamberra, institucionalmente hablando, de la ley de gobierno. Pretenden, con cierto éxito, que traguemos con que comprometer la voluntad del Reino de España en el acuerdo UE-Turquía, como con las aventuras militares de nuestros socios, es una despacho ordinario de los asuntos públicos, que eso dice la mencionada ley de gobierno para los quehaceres de un gobierno en ídem. Y, sin embargo, pasan cosas, no cosas en el sentido mariano del término, sino en el de la importancia de pertenecer a un espacio común, por muy insatisfactorio que nos parezca, como la Unión Europea.
Es un tiempo de mala política, de políticos de baja intensidad, votados por el pueblo, a veces ilusionado, por encima de sus posibilidades. Y, claro, acaban creyéndoselo. No es sólo una características de España, es una epidemia generalizada. El último, ejemplo lo constituye Juncker, presidente de la Comisión europea, el ejecutivo o gobierno de la UE, que cuenta entre sus competencias, con la iniciativa legislativa, compartida en algunas materias. Concernido por la preocupación ciudadana por el terrorismo constante en Europa, se ha despachado contra los estados miembros. Dice, en eso tiene razón, que no existe una política común de defensa y de interior por culpa de la inacción de los estados. Y, ¿qué espera para avanzar? Está en los Tratados y en la filosofía fundacional de Europa, pero no ocurre.
Ello porque los intereses nacionales impiden progresar en esta línea. Y no cabe ser optimistas, en el futuro no va a haber más Europa, como necesitamos, sino menos, el ejemplo vergonzoso es la de línea de cesiones de la UE para que Brexit no sea un éxito, un claro ejemplo de lo que sostengo.
No hay política de interior y defensa común. Francia o el Reino Unido lo impiden. Ambos han mantenido su presencia de una manera u otra en el Levante, origen territorial y emocional de todo el terrorismo que nos azota y amenaza. Tras la descomposición del Imperio otomano, ambos se lo repartieron. La Correspondencia Hussein-MacMahon, el Acuerdo Sykes-Picot y la Declaración Balfour, origen de la legitimidad occidental de la creación violenta del Estado de Israel así lo acreditan. Más de cien años de presencia y de intervencionismo, agravadas por la presencia de EEUU, vía Israel, de Rusia en la base Siria de Tartus, incluyendo, si se quiere, la existencia aún de dos bases militares británicas soberanas en suelo de Chipre.
No va a a haber tal política y Juncker debería saberlo. Habrá contratos de adhesión. De todos con Francia o con Gran Bretaña. La UE como entidad política seguirá estando ausente y esa es la principal de nuestras debilidades para una respuesta adecuada a la amenaza terrorista.
Ahora contra DAESH, antes y aún, contra Al-Qaida, organizaciones, la primera con base territorial, incomprensibles sin una explicación de los servicios de inteligencia norteamericanos. Y sin la existencia desde, repito cien años, de unas políticas equivocadas en el Levante.
No hay política porque no hay políticos, porque triunfa el seguidismo y la ausencia de pensamiento crítico y autocrítico. Los gobiernos europeos sestean y, como mucho, miran de reojo a sus electores domésticos, pero de ahí no pasan. En España, como escuche ayer, las fuerzas de seguridad del estado funcionan, después de una duro aprendizaje, en muchas ocasiones, sin la ayuda ni cooperación de algunos países de la Unión, que hoy no se explican por qué les golpea el terrorismo. España no es un estado fallido como Bélgica, es verdad, pero somos tan servirles como estado y tan inanes como el resto a la hora de buscar soluciones comunes, colectivas, para la estabilidad en el Mediterráneo.
No hay grandes liderazgos solo chamanes autoconvencidos de su función de intérpretes del estado o del pueblo. Un claro ejemplo de ello son Aznar o González. Pero esto es como decía Chamfort: los curas deben creer para que la Iglesia funcione, los canónigos pueden hasta dudar, pero los cardenales se pueden permitir ser incluso ateos. Eso ocurre , ellos no creen en Europa, son ateos, pero nos arrastran a sus guerras.