Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

Incendios forestales. Sensibilizar a los jóvenes sobre el medio natural

0

Los incendios forestales en España han afectado alrededor de 400.000 hectáreas, según datos provisionales del servicio europeo Copernicus. Con estas estimaciones, es muy probable que este 2025 supere la superficie carbonizada a 2022, que a su vez había sido el peor año de fuegos desde mediados de los noventa del siglo pasado.

Ambos años han tenido veranos extremadamente cálidos, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Ambos están virtualmente empatados y son, de hecho, los estíos más calientes en España desde al menos 1961, cuando arranca la serie histórica de Aemet.

En este contexto, cada día escuchamos los insultos abruptos entre políticos de diferente ideología y responsabilidades de gestión del territorio, que nos muestran las malas formas de hacer política, crispando a los ciudadanos que solo necesitan soluciones a los problemas y una gestión fructífera para todos. La trifulca política tiene que dejar paso al trabajo tenaz: el desafío climático al que ya nos enfrentamos no es compatible con el abandono histórico de nuestros montes ni con la falta de gestión forestal durante años.

La emergencia que vivimos demuestra que la prevención, el cuidado y el manejo adecuado del territorio son mucho más decisivos que cualquier discurso vacío, y que ignorar esta realidad es tan dañino como el propio negacionismo.

Cada hectárea perdida, cada casa reducida a cenizas y cada bosque devorado por las llamas nos recuerda que estamos ante una emergencia climática que no admite más excusas, necesitamos una gestión forestal responsable y medidas urgentes para proteger nuestros bosques, nuestra vida y nuestro futuro. No podemos permitir que la indiferencia siga alimentando las llamas. 

Científicos y ecologistas piden a los políticos pensar en el futuro antes de actuar de forma precipitada para salir del paso. Es necesario crear un paisaje mosaico en el que convivan diversos usos del suelo. Este modelo se ha perdido por el abandono rural y la caída de la ganadería y los cultivos tradicionales, con un crecimiento al mismo tiempo de la superficie forestal, que ocupa el 55% del territorio.

Vivimos en una sociedad predominantemente urbana, lo que ha llevado al alejamiento de la cultura agrícola. Es decir, existe un desconocimiento por parte de los consumidores, de los procedimientos y técnicas de producción y se valora un producto vegetal por aspectos no esenciales como su tamaño o color.

Este alejamiento de la cultura agrícola ha provocado efectos negativos en las personas: en primer lugar, la separación entre la sociedad urbana y el mundo agrícola es la base de muchos problemas alimentarios. Al no valorar la producción de alimentos vegetales, hace que exista menos reparo en desperdiciarlos.

Empezar a hablar del medio natural desde la escuela es fundamental para que las nuevas generaciones tomen conciencia de la importancia y efectos positivos que nos aporta.

Educar en medioambiente, sostenibilidad y desarrollo sostenible tiene un efecto que se hace notar en todas las esferas de la vida, desde la salud física y mental al aprendizaje. El contacto y el conocimiento del entorno cercano permite al alumnado acercarse a la realidad, ofreciendo la oportunidad de estimular su curiosidad e indagación, experimentando de manera directa. Además de una gran cantidad de recursos enfocados a los distintos niveles educativos.

Crear proyectos que, de alguna manera, sean autosuficientes y que aprendan a cultivar sus propios alimentos para abastecerse. Sin olvidar el impacto en cuanto al pensamiento crítico y el trabajo de investigación y actividad científica, al recurrir a situaciones de aprendizaje reales y tangibles, que se pueden medir, observar y analizar.

Pero también se habla, y con razón, de la ansiedad climática. Hay muchos jóvenes que tienen ansiedad por el futuro, y uno de los problemas en su camino es el cambio climático. Desde un punto de vista educativo, no podemos limitarnos a usar discursos catastrofistas y del miedo: hay que enseñarles a gestionar esas incertidumbres y que sepan que pueden trabajar, dentro de sus posibilidades, para construir un futuro mejor.

Nos enfrentamos a una crisis ecológica global. “La degradación del medio ambiente ha dejado de ser considerado un problema de índole social que afecta a la vida, a la salud y al futuro de los seres humanos y del resto de seres vivos”. Por lo tanto, podemos decir que es necesario que la Escuela, desde edades tempranas, aporte conocimientos y experiencias de una cultura agrícola, que acerque al alumnado al mundo natural, trabajando así de forma trasversal, valores medioambientales y nutricionales.

El huerto escolar es uno de los mejores recursos para abordar todo lo anteriormente mencionado, puesto que es un contacto más directo, más cercano y vivencial para el alumnado. Es una realidad cada vez más presente en muchos centros, que además debe fomentarse; incluso la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha publicado numerosos artículos que avalan la creación y utilización de este recurso pedagógico en la enseñanza-aprendizaje aporta a los estudiantes la oportunidad de descubrir, de observar, de experimentar y de trabajar de forma cooperativa.

A la vez, se desarrollan contenidos y objetivos decretados en los Currículos, conocimiento del entorno y justifica la importancia de incorporar en el aula, actividades dirigidas a la adquisición de actitudes de respeto por el medio natural, así como incidir en posibilidades que mejoren el medio ambiente. Es necesario utilizar el huerto y otros proyectos como herramientas pedagógicas desde metodologías activas como el Aprendizaje Basado en Proyectos.

Detrás de todo esto hay una idea poderosa: la educación como herramienta para empoderar con evidencias. “Si un alumno dice en casa que el aire está contaminado, pueden decirle que no es para tanto. Pero si lo demuestra con datos, la conversación cambia. Ya no es ideología, es ciencia”.

En un momento en que el negacionismo climático se cuela también en los hogares, aprender a medir, interpretar y argumentar puede marcar la diferencia.

Las buenas prácticas y la producción de recursos, incorporados a desarrollos curriculares, harán posible que las nuevas generaciones, adquieran competencias y valores para aplicar en el medio natural, lo que tanto necesita. 

La educación puede capacitar a los jóvenes para identificar riesgos, actuar con precaución y participar en actividades de restauración como campañas de reforestación y limpieza de espacios naturales. Involucrar a los jóvenes en la prevención fomenta una actitud proambiental y valores sostenibles, transformándolos en agentes de cambio para proteger el medio ambiente.