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Frente al odio, convivencia y verdad

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Lo que ha ocurrido en Torre Pacheco no es un hecho aislado ni un simple brote de intolerancia. Es la consecuencia directa de años de discursos que han sembrado odio contra las personas migrantes, de consignas repetidas sin pudor que han deshumanizado al otro y han fabricado un enemigo que no existe. Cuando se señala a colectivos enteros por su origen, cuando se banaliza el racismo en tertulias, redes sociales, noticias falsas y parlamentos, los hechos acaban siguiendo a las palabras. Esas son las consecuencias palpables. Lo vemos en las calles y lo sufrimos como país.

Y en UGT tenemos claro que cuando se normaliza la xenofobia, se erosiona la base misma de nuestro Estado social y democrático de derecho. Porque, tal como decía nuestro secretario general, Pepe Álvarez, hoy son los migrantes, pero mañana serán quienes piensen diferente. Y eso no lo podemos permitir.

La respuesta no puede ser tibia ni tardía. Se necesita firmeza institucional y política. Hay que actuar con determinación frente al discurso de odio, porque la democracia no solo se defiende en las urnas, también se protege desde la ley.

Y al mismo tiempo, debemos decirlo con claridad: España necesita inmigrantes. Lo dicen los datos y la realidad del mercado laboral. Entre el cuarto trimestre de 2019 y el de 2024, el empleo creció en 1,89 millones de personas, de las cuales 993.000 fueron mujeres. De ellas, el 64% eran mujeres extranjeras o con doble nacionalidad. El empleo femenino en España no se puede explicar sin la aportación de las mujeres migrantes, que hoy ocupan buena parte de los sectores más esenciales... y también más precarios.

Según datos de la OIT, España es el octavo país con mayor brecha salarial entre mujeres migrantes y autóctonas en los países con ingresos altos, y el cuarto con una brecha salarial “no explicada”, donde la discriminación es un factor evidente.

Estas mujeres, especialmente las latinoamericanas, se concentran en empleos del hogar, restauración, hostelería y cuidados. Más del 43% de las trabajadoras del servicio doméstico en 2025 son extranjeras. Son fundamentales para sostener los hogares, los cuidados y la economía, pero no tienen los mismos derechos ni las mismas condiciones.

No se puede gestionar la complejidad del presente con fórmulas simplistas ni con demagogia. El populismo solo multiplica los problemas. Necesitamos política con mayúsculas: la que protege, la que prevé, la que responde

Mientras tanto, a esto hay que sumar que otros desafíos se acumulan: el impacto de los aranceles unilaterales de EE.UU amenaza a sectores clave de la economía andaluza. Las fake news distorsionan el debate público y minan la confianza ciudadana. Y ante tragedias internacionales como la guerra en Gaza, Europa está perdiendo su papel de referencia ética y diplomática. La indiferencia y la doble moral solo alimentan el cinismo social y la desafección política.

Fenómenos como la DANA en Valencia, la erupción del volcán de La Palma o los incendios que castigan nuestros campos nos recuerdan la necesidad de una buena gobernanza, de instituciones que actúen con previsión, coherencia y responsabilidad.

No se puede gestionar la complejidad del presente con fórmulas simplistas ni con demagogia. El populismo solo multiplica los problemas. Necesitamos política con mayúsculas: la que protege, la que prevé, la que responde.

Y frente a esa desorientación generalizada, hay que decirlo con claridad: los sindicatos somos el pegamento social de este país. Lo somos porque estamos donde realmente se construye la convivencia, en los centros de trabajo, en los barrios, en las mesas de diálogo, en las calles y en cada conflicto que afecta a la clase trabajadora.

No somos solo interlocutores laborales, somos también garantes de la paz social, defensores de los servicios públicos, promotores de igualdad y justicia, y agentes activos en la construcción de una democracia participativa.

Porque cuando se debilitan los derechos colectivos, se resiente la democracia. Y cuando se refuerzan los sindicatos, gana la sociedad. UGT no es solo una organización sindical: es una red viva de solidaridad, de protección y de transformación al servicio de un país más justo, más cohesionado y más digno

En Andalucía, más de 15.000 delegadas y delegados de UGT trabajan cada día para garantizar derechos, defender la igualdad, atender a quienes no tienen voz. Somos quienes denuncian un despido injusto, quienes acompañan una baja por maternidad, quienes impulsan planes de igualdad o quienes se plantan ante un cierre patronal. Pero también somos quienes defienden la sanidad pública, quienes luchan contra la discriminación, quienes apoyan la inclusión de las personas migrantes y quienes responden cuando la crisis aprieta a las familias trabajadoras.

Porque cuando se debilitan los derechos colectivos, se resiente la democracia. Y cuando se refuerzan los sindicatos, gana la sociedad. UGT no es solo una organización sindical: es una red viva de solidaridad, de protección y de transformación al servicio de un país más justo, más cohesionado y más digno.

Somos una organización plural, solidaria, participativa y profundamente democrática, que apuesta por la acción colectiva frente al aislamiento. Creemos en la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia social como base de cualquier sociedad digna.

Porque desde UGT no solo defendemos condiciones dignas de trabajo. Defendemos el modelo de país que garantiza la convivencia democrática, la inclusión y el futuro colectivo. Lo hacemos con propuestas, con firmeza y con convicción. Porque lo que está en juego no es solo el presente. Lo que está en juego es el país que queremos ser.