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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Crónica de un científico afortunado

Crónica de un científico afortunado

Álvaro Bayón Medrano

Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) —

Un conocido y proverbial consejo atribuido a Confucio es que trabajes de lo que te gusta y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida. Y como bien sabemos, cuando haces algo que realmente te gusta, disfrutas tanto con ello que el tiempo pasa volando. Yo empecé haciendo divulgación científica en verano del año 2008, cuando realicé las prácticas de empresa para el Museo de la Ciencia de Valladolid. ¡Aún no me había licenciado! En su revista número 3 publiqué mi primer artículo de divulgación. Hoy lo leo avergonzado y me doy cuenta de la cantidad de cosas que he aprendido desde entonces. ¿Quién me iba a decir a mi hace 10 años que llegaría dar una charla en Naukas?

Hace ya mucho tiempo que tengo bastante claro que mi vocación es la divulgación de la ciencia. Transmitir el conocimiento científico a la sociedad es algo que considero esencial. Sobre todo en una sociedad como la nuestra, que como bien apuntaba el famoso astrofísico y divulgador Carl Sagan, es profundamente dependiente de esa ciencia, y que a pesar de ello adolece de una escasa cultura científica, tal y como muestran las últimas encuestas de la FECYT. Una sociedad en la que hay tantísima gente que intenta engañar a la población aprovechándose de esa incultura científica. Ojalá algún día pueda ganarme la vida con la divulgación.

Pero realmente no me había dado cuenta de hasta qué punto la divulgación podría ser mi gran pasión vocacional hasta que pasé por el concurso Somos Científicos. Un evento on-line que puso en contacto a nada menos que a miles de estudiantes con más de 30 investigadores y divulgadores, mediante chats en directo de media hora. Además, los niños y niñas, de entre 10 y 18 años, podían también hacer preguntas.

Llegué al evento dos días tarde y con ‘jet lag’, y la dos semanas transcurrieron a un ritmo tan trepidante que antes de que me diese cuenta ya había acabado. Desde el principio me lo tomé como una experiencia más, y nunca tuve en la cabeza la opción de que ganase. De hecho, tenía a un claro favorito en la Zona Fósforo, que era en la que yo participaba, y tenía asumido que yo sería el primero en ser eliminado. ¡Qué sorpresa fue descubrir que no fue así!

Junto a mi, en la Zona Fósforo estuvieron otros cinco profesionales, maravillosas personas apasionadas de la ciencia y la divulgación que han hecho un trabajo impecable. Gema Rodríguez, una experta en software que se ha especializado en el análisis y prevención de la introducción de errores, y que recibió preguntas muy interesantes sobre programación, virus informáticos y cosas que se me escapan completamente. José Pérez-Navarro, una mente brillante que se dedica a estudiar lo que sucede en el cerebro cuando una persona aprende y desarrolla el lenguaje. María José Ruiz, química de síntesis que trabaja en el desarrollo de nuevas moléculas… ¡Y aún hay gente que cree que ya las conocemos todas! Patricia Reglero, del Instituto Español de Oceanografía, de la que he aprendido muchísimo sobre el mar y lo que en él habita. Y mi querido amigo Santiago Campillo, divulgador científico, un gran comunicador por el que siento una sana envidia.

Cinco grandes profesionales de los que he aprendido muchísimo en estas dos semanas, y que espero encontrarme muchas más veces en mis excursiones por el brillante mundo de la divulgación científica.

Sobre el desarrollo del evento, en la Zona Fósforo destacaron en los chats preguntas relacionadas con el trabajo y la ciencia. Los estudiantes tuvieron muchísima curiosidad sobre cómo era nuestro día a día y cómo gestionábamos nuestro tiempo, y destacaron también algunos temas que parecían ser más llamativos, como la vida, el cerebro, el mar y las plantas. No faltaron preguntas, sobre todo por los más mayores, que buscaban estrategias más eficientes de estudio.

Como aspecto curioso, la cantidad de preguntas de la zona fue más del doble de la media de preguntas, y entre los seis participantes contestamos a más de 1 400 cuestiones planteadas. ¡Todo tipo de preguntas! Yo venía como especialista en invasiones biológicas, y cuál sería mi sorpresa al descubrirme hablando de agujeros negros, de ciencia y religión, o explicando a un estudiante cómo funciona la evolución biológica. Espero que finalmente lo comprendiese.

Con todo este panorama tenido en cuenta, y contra todo pronóstico personal, resulta que un servidor fue el favorito de los estudiantes, y sus votos hicieron que me alzara con la victoria. Aunque también diré, y lo dije desde el primer momento: realmente el premio es lo de menos. He pasado dos semanas con grandes profesionales respondiendo preguntas, resolviendo dudas y haciendo lo que más me gusta, que es divulgar. Y sin duda, esta ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida como divulgador.

En el momento en que se publicará esta nota, habrá pasado ya un mes, y aún echo de menos levantarme con ese mensaje en la mente: “hoy tienes chat a las nueve, date prisa y no defraudes al alumnado de tal o cual instituto”. La vuelta a la rutina siempre es triste, pero hay un mensaje positivo que no desaparecerá de mi mente, y es que estos cinco grandes compañeros y yo hemos influido para bien en la mente de muchas personas y, quién sabe, tal vez hayamos despertado alguna vocación científica.

Si eres científico, si eres divulgador y llegas a leer estas líneas, permíteme darte un consejo, e inscríbete en la próxima edición de Somos Científicos. Será divertido, será emocionante, y lo que es más importante: aprenderás, y permitirás que otros aprendan de ti. No te arrepentirás.

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