El regalo sonoro de Rodríguez Almodóvar, rescatador de cuentos populares: “Los protegería como se protege al lince”

Alejandro Luque

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Había una vez un hombre que se llamaba Antonio Rodríguez Almodóvar y que, a sus 80 años recién cumplidos, no había olvidado el nombre de su primera informante. Se llamaba Ángeles Salguero, era una señora iletrada de Carmona que había ejercido como cocinera para los aceituneros, y le regaló un tesoro de valor incalculable: un cuento. “Yo estaba en Osuna como catedrático, y por indicación de unos amigos contacté con aquella señora, que contaba los cuentos estupendamente. Era el año 1977 y fue la primera vez de muchas en que usé mi grabadora”, recuerda el investigador.

Casi medio siglo después, y con la cuenta perdida de los kilómetros recorridos, Rodríguez Almodóvar (Alcalá de Guadaíra, 1941) ha querido donar a la Junta de Andalucía su archivo sonoro: 67 horas de grabación que han pasado a formar parte de los fondos del Museo de Artes y Costumbres Populares. 200 cuentos recogidos principalmente entre 1983 y 2006, relatados en sus lugares de origen junto a canciones infantiles, romances y retahílas.

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“Siempre supe que era muy difícil aportar nada nuevo si no se hacía trabajo de campo”, afirma Rodríguez Almodóvar. “La cultura libresca aquí no sirve sino para confrontar y desarrollar teorías, así que, viniendo de la filología, tuve que desdoblarme y aprender mucho de la etnografía y la antropología. Pero mi base siguió siendo filológica”.

Red de espías

En su periplo por los caminos de Andalucía y regiones aledañas, Rodríguez Almodóvar no estuvo solo. “Siempre había intermediarios, de lo contrario habría sido muy difícil. Recuerdo haberme ido a la Alpujarra a pecho descubierto, pero cuando llegaba a un pueblo solía preguntar por el concejal de Cultura y solía dar resultado. O me plantaba en el centro de mayores de un pueblo de Jaén”.

“Recuerdo una informante maravillosa, tía Juliana, de un pueblo llamado Descargamaria, en Cáceres…. También era mano de santo que un chaval llegara a casa y le dijera al abuelo: ‘Cuéntame un cuento, que me van a poner buena nota’. Y luego siempre salían colaboradores espontáneos, una red de espías maravillosa. Una profesora me decía: ‘Tengo una alumna que se sabe tal cuento de otra manera’, y yo no lo dudaba: ¡a ver dónde está esa alumna!”.

En esta tarea resultó fundamental el descubrimiento de la obra del antropólogo y lingüista ruso Vladimir Propp, cuya Metodología del cuento fue traducida al español en el año 70. “En nuestro país seguíamos muy apegados a la escuela histórico-geográfica, que aspiraba a seguir las migraciones de los cuentos, pero cada vez que llegaba un investigador nuevo deshacía todo lo anterior. Así, los índices internacionales me parecían cajones de sastre que necesitaban una nueva metodología”, agrega.

Una jungla para perderse

Junto a la influencias de Propp, las aportaciones del antropólogo Lévi-Strauss o el semiólogo Claude Bremond, que elogió generosamente los esfuerzos de Rodríguez Almodóvar, fueron también determinantes para el nuevo rumbo que iban tomando estos estudios. “Aproveché lo mejor del estructuralismo y de la semiología aplicados a los cuentos”, apunta el sevillano.

Con todo, se encontró con un ámbito “muy arborescente, donde resulta fácil perderse en medio de la jungla”, dice. “Un cuento es una entidad muy abstracta, de cada uno puede haber diez o doce variantes. De Juan y el Oso tenía 40 versiones. ¿Por dónde tiras? ¿Dónde está el cuento? Esa es la pregunta que pude responder con la ayuda de Propp”.

Una de las revelaciones que Rodríguez Almodóvar ha tenido a lo largo de estos años ha sido que el cuento maravilloso, precursor del cuento de hadas, “es la base de todo. Hay una docena de historias, como Blancaflor, la hija del diablo o El castillo de irás y no volverás, que tienen un carácter prehistórico. Poseen por dentro la misma estructura. Eso permite hacer una restauración para acercarnos a la forma que tenían en el momento en que empiezan a descomponerse, que es a principios del siglo XIX”.

“En la actualidad”, prosigue, “se aplica una metodología que deriva del estudio del ADN, y se ha llegado a la conclusión de que los cuentos más antiguos se remontan a la época del indoeuropeo. Algunos datan de cuatro y cinco mil años atrás, del bajo neolítico y de las fortísimas migraciones que se dieron en aquel tiempo”.

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Peligro de extinción

Pero más allá de estas conclusiones, el investigador atesora momentos. “Una vez, en Pedrera, una señora me contó unos cuentos preciosos y al terminar me dijo: ‘Ahora usted lo pone bonito’. Tuve que explicarle que más bonito de lo que ella los había contado era imposible. En otra ocasión, contamos por la radio el cuento de La zorra y el lobo, y un señor llamó para pedirnos que le contáramos el final, que se lo había perdido porque tenía que ir al banco antes de que cerrara”.   

Las grabaciones de Rodríguez Almodóvar, Premio Nacional de Literatura en 1985 y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2005, recogen narraciones orales de todas las provincias andaluzas: Alcontar, en Almería; Olvera, Barbate, Trebujena y Villamartín, en Cádiz; Pedro Abad, en Córdoba; Albondón, Almontaras, Lanjarón y la Alpujarra, en Granada; El Rocío, Galaroza, Aracena, Cortelazor y Encinasola, en Huelva; Torreblascopedro, en Jaén; Málaga y Sevilla, con testimonios de las localidades de Osuna, Pedrera, Alcalá de Guadaíra, San Nicolás del Puerto, Coria del Río y Carrión de los Céspedes.

Muchos de ellos han sido plasmados por el sevillano en libros que han resultado ser absolutos superventas, como los Cuentos de la media lunita (con la espectacular cifra de cuatro millones de ejemplares vendidos) o los Cuentos al amor de la lumbre, que cuentan ya con 37 ediciones.

“Yo protegería algunos cuentos como se protege al lince”, bromea Rodríguez Almodóvar sin dejar de alertar de la fragilidad de este patrimonio. “Me parece fundamental que se sigan contando cuentos en las escuelas, y por supuesto, también en los hogares. Dejen los móviles y los videojuegos y vuelvan a contar cuentos”.  Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. 

(Algunos de los cuentos que no hemos compartido se pueden escuchar aquí)

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