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La huella andaluza de Aníbal González

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Miriam Lorenzo

Es imposible describir la arquitectura sevillana sin citar a Aníbal González, referente indiscutible del regionalismo andaluz de principios del siglo XX, un estilo que gustaba abusar del ladrillo, los azulejos y la forja ornamental para obtener un resultado estético mudéjar, árabe y renacentista.

Fiel ejemplo de este estilo son sus construcciones para la Exposición Iberoamericana de Sevilla, un acontecimiento vital para la ciudad porque supuso todo un revulsivo económico, social y cultural. Desde 1910 hasta 1927, Aníbal González fue director de obras de la Expo pero este monumental trabajo no restó fuerzas al arquitecto para seguir diseñando construcciones fuera de este proyecto. Por eso a su muerte, el mismo año en que se inauguró la Exposición Iberoamericana, su legado superaba el centenar de edificaciones.

Sevilla

El proyecto más ambicioso y el más reconocido de Aníbal González es, sin duda, la Plaza de España en cuya construcción llegaron a trabajar al mismo tiempo un millar de personas. Hoy sigue siendo un referente para la ciudad, lugar de peregrinaje para todo aquel que pase por Sevilla y pretenda hacer turismo aunque solo sea por unas horas. El conjunto arquitectónico, en cuyos bancos están representadas todas las provincias españolas, se encuentra en el Parque de María Luisa, un pulmón verde en plena ciudad que alberga otras grandes obras de Aníbal González.

El antiguo Pabellón de Bellas Artes, hoy Museo Arqueológico; el Pabellón Mudéjar, hoy Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla; y el Pabellón Real forman también parte del legado González en el Parque de María Luisa. Imponentes edificaciones que hoy, casi un siglo después, mantienen todo su esplendor.

Sevilla es, sin duda, el escenario principal de la obra de Aníbal González. A las edificaciones de la Exposición Iberoamericana se suman obras religiosas como la Capilla del Carmen en la entrada del Puente de Triana, la Fachada de la Capilla de los Luises en la calle Trajano o, incluso, panteones en el Cementerio de San Fernando. Y junto a las obras religiosas, las civiles: el desaparecido Café París en plena Campana; la rehabilitación de la antigua Audiencia de Sevilla en la Plaza de San Francisco; viviendas para la alta burguesía como la casa de Luca de Tena en el Paseo de la Palmera; y hasta una subestación eléctrica, la situada en la calle Feria.

Provincia de Sevilla

Las obras del urbanista sevillano se extienden por el Aljarafe y otras localidades de la provincia, casi todas, construcciones encargadas por particulares. En Castilleja de la Cuesta puso en pie la Hacienda San José, Casa de las Salinas; en Sanlúcar la Mayor, la Hacienda Al-Yamanah; en Gerena, la Hacienda San Felipe y la Finca La Caprichosa; y en Lora del Río, el Mercado de Abastos.

Huelva

Aníbal González mantuvo una especial relación con la provincia de Huelva, especialmente con Aracena donde pasaba sus vacaciones veraniegas. En esta localidad de la sierra onubense dejó bellas construcciones como el casino de Arias Montano, la fachada del Ayuntamiento de Santa Catalina, el lavadero público Fuente del Concejo o la antesala de la Gruta de las Maravillas. En Jabugo encontramos Tiro Pichón, de estilo modernista. 

Cádiz

La familia Domecq encargó a Anibal González un edificio para regalar a los jerezanos. Quería algo que embelleciera la céntrica calle Larga. El arquitecto creó entonces El Gallo Azul, un edificio que todavía hoy es referente para la ciudad y que ha dado nombre a una plaza homónima.

Córdoba

En la céntrica Plaza de las Tendillas encontramos un edificio firmado por el constructor sevillano: la casa Enriquez Barrios.

Málaga

La Casa de los Serrailler, diseñado en un estilo neobarroco muy particular

Y sus obras se extienden también por las localidades extremeñas de Zafra, Almendralejo y por Madrid. El legado de Aníbal González supera el centenar de edificaciones y podrían ser todavía más si no hubiera fallecido joven, a los 53 años.

Su muerte supuso una gran conmoción entre los sevillanos que se echaron a la calle para despedirle. Cuentan que todos los taxistas que había en la ciudad, unos ochocientos, se ofrecieron a llevar gratuitamente a aquellos que quisieran ir a despedirle al cementerio. Y que al paso del féretro, los albañiles dejaban sus espátulas y paletas para acompañar el féretro.

Desde entonces mucho se ha hablado de crear una casa museo con los planos y dibujos que atesora su familia pero, a día de hoy, Sevilla sigue sin rendir homenaje a uno de sus paisanos más célebres.

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