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Cerámica azul cobalto como la de hace cuatro siglos en el centro Baeza

Taller de Pepa Moreno.

Nacho S. Corbacho

Baeza nunca fue un gran centro de producción de cerámica. En la historia jamás destacó por tener un amplio número de alfarerías. Sin embargo, en el siglo XVII desarrolló un estilo propio con unas señas de identidad claras: piezas con fondo blanco, decoraciones en azul cobalto y diseños con motivos vegetales y figuras geométricas como arcos, rombos o pirámides. La utilidad era otra de sus virtudes, ya que entonces el trabajo alfarero no era decorativo, sino que tenía muchos usos distintos. Platos, quemadores, ollas, lebrillos, jarros, orzas y otros muchos elementos del día a día en las casas se hacían con barro. 

Lo habitual es que esas piezas tuvieran el color de la arcilla o, si acaso, un baño en color verde. Por eso, las cerámicas baezanas decoradas “eran casi de lujo para la época, porque los ornamentos hacían estos objetos más caros y no se la podían permitir todas las familias”, cuenta Pepa Moreno desde su taller en la ciudad jiennense. El suyo es el único que existe en la actualidad y en el que ha sabido recuperar las raíces de la cerámica local y hacerla accesible a cualquier bolsillo. 

Nacida en Baeza, Moreno estudió Historia del Arte en Granada para, posteriormente, acercarse al mundo del barro en la Escuela de Artes de la capital granadina. “Me enganché” recuerda. Se convirtió en su pasatiempos favorito. Se hizo poco a poco con la maquinaria necesaria y desarrolló grandes cualidades con el barro. 

Recuperar viejas tradiciones

Mientras, trabajaba como guía turística en Baeza. Y en su día a día comprendió la importancia de recuperar viejas tradiciones locales. Una idea que le permitió convertir su afición en su nueva profesión.

Estudió la historia de la cerámica baezana, analizó sus procesos de creación. Consultó a especialistas en la materia. Investigó cómo la tradición arrancó con la influencia morisca en toda la zona (las similitudes con la cerámica granadina son obvias) y cómo Baeza vivió un esplendor relativo en el siglo XVII.

También como un siglo después la llegada del vidrio hizo que comenzara la decadencia de esta pequeña industria y lo poco que fue quedando prácticamente desapareció en el siglo XX con la aparición del plástico.  

Además, pasó todo el 2014 realizando pruebas para conseguir hoy un resultado exacto al que los ceramistas obtenían 400 años atrás. Un proceso que también le llevó por colecciones privadas, museos y centros culturales para recuperar las cenefas y decoraciones de aquel entonces, que digitalizó para ser lo más fiel posible al origen. Estudió las piezas del Museo de Baeza y las del Museo de Jaén. Y visitó algunos de los muchos yacimientos arqueológicos de la comarca jiennense para profundizar su conocimiento. “Fue difícil lograr el azul original, hicimos muchas pruebas”, explica la artesana.  

Cómo se cocía el barro hace cuatro siglos

Lo consiguió. A finales de 2014, abrió su taller de cerámica en una de las callejuelas medievales que rodean a la imponente Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza. Hoy es la única alfarera del pueblo y traspasar las puertas de su delicado establecimiento permite conocer cómo se cocía el barro hace cuatro siglos, cuáles eran las claves para la decoración de las piezas. “La ubicación que elegimos, en esta zona peatonal tan antigua, ayuda a que la experiencia sea diferente. Te ayuda a viajar”, explica la artesana baezana.  

En el taller, declarado como Punto de interés artesanal por la Junta de Andalucía desde 2017, Pepa tornea con paciencia y agilidad cada una de las piezas, que también decora de manera manual una a una y siguiendo los modelos digitalizados del siglo XVII. Óxidos, engobes y un esmalte transparente para impermeabilizar dan el toque final a objetos de barrio exentos de plomo, lo que los hace aptos para el uso alimentario. 

“Hoy ya casi nadie utiliza estos objetos para su día a día. Hoy son más caprichos o elementos de decoración”, subraya la artista baezana, aunque son numerosos los restaurantes de la comarca que utilizan sus platos para servir recetas tradicionales.

Además de en la tienda baezana, sus piezas también se pueden conseguir en diferentes establecimientos de la localidad e incluso en Madrid. Recientemente su trabajo también ha servido para decorar un restaurante de Ibiza, esta vez con otro estilo. “Nos encanta cuando vienen clientes con un proyecto interesante. Eso me permite investigar, probar otras cosas y cambiar el carácter de las piezas durante un tiempo”, relata. Con el tiempo, siempre vuelve al origen, la cerámica de sus raíces, la de Baeza.  

 

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