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El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA daban hace pocos días algunos datos espeluznantes de las consecuencias de la crisis. En realidad, no hacen más que confirmar lo que durante los últimos años hemos denunciado reiteradamente los que nos oponemos a las políticas conservadoras que han fomentado la desigualdad y han desprotegido a la mayoría de los españoles. Según los datos de ese estudio, en poco más de siete años han aumentado en un 12% las familias que han caído a la clase baja, rozando ya el 40% de la sociedad española. Además, y como consecuencia lógica, la clase media ha caído en picado y han perdido esta condición hasta tres millones y medio de personas.
Más precariedad, más desigualdad y más desprotección. El problema añadido es que la continuidad de las políticas que han propiciado este grave problema social supondría que esta condición se convirtiera en irreversible. La pérdida de renta económica ha traído además la pérdida de numerosos derechos que podrían haber compensado al menos la gravedad de los efectos de la crisis. Pero un Gobierno que se ha preocupado más en el rescate de bancos y en las amnistías fiscales no ha tenido en cuenta la gravedad de la situación. Su actitud y gestión política es gravísima. Mal si no ha querido ver el empobrecimiento de la sociedad. Peor si ha sido consciente y ha preferido gobernar de espaldas a esta realidad. Por eso, cada minuto de Gobierno de Rajoy es un minuto de desesperanza.
He oído poco hablar estos días de este problema a quien se autoerige en la esencia de la izquierda y se atreve a decir quién lo es y quién no. Y eso me preocupa. Sí he oído hablar mucho de sorpassos, de segundas vueltas, de aliados, de vicepresidencias, de puestos de salida y de crisis de liderazgos. He oído hablar mucho de organización y de tácticas y poco de lo realmente importante. De que muchos españoles siguen sufriendo el drama de la precariedad y la desigualdad y quienes deberíamos haber sido responsables y haberles ofrecido las respuestas que demandan no lo hemos hecho. Eso es algo imperdonable.
Espero que en los próximos días se hable menos de listas y candidatos y más de política. Nosotros, los socialistas, lo estamos haciendo. Tenemos esa obligación y esa responsabilidad. Porque nos duele de verdad comprobar que en este país hay mucha gente que puede permitirse pagar precios desorbitados por una entrada en una final de fútbol mientras muchísimas más ni siquiera pueden pagar la luz de un pequeño calefactor. Algo falla cuando esto sucede. Y sólo la política real puede combatir desigualdades tan atroces. No podemos descansar hasta que no hayamos acabado con el perverso escalafón que en tan solo un lustro nos ha situado en la cabeza de los países con más desigualdad de toda Europa. Por eso pido algo más de responsabilidad política y que se acabe ya la teatralización de una estrategia electoralista.
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