Miguel

Quedamos el viernes a comer los amigos. Paula sacó como tema de conversación 'El cautivo', la nueva peli de Alejandro Amenábar. Ninguno la habíamos visto todavía, así que hablamos acerca de lo que se ha hablado acerca de la película. No sé si me explico. Quiero decir: que este artículo no va a ser una crítica cinematográfica.

Plantea Amenábar la posible homosexualidad de Cervantes. Es algo sobre lo que se había escrito ya. En todo caso, Amenábar no es ni un historiador ni un filólogo redactando un paper, sino un director de cine que tiene la capacidad –la obligación, diría– de armar el relato que considere y contarlo a los espectadores. Esto es algo que algunos olvidan. No nos pongamos estupendos. Estamos hablando de un hombre cuyo verdadero rostro nunca hemos conocido, así que no nos sofoquemos demasiado por lo que pudiera hacer con otras partes de su anatomía.

El caso es que este asunto me llevó de regreso a una lectura de las últimas vacaciones: 'El verano de Cervantes', de Antonio Muñoz Molina. Se dice allí, en referencia al 'Quijote': “Como cualquiera que lea con atención la novela, se siente intrigado y admirado por el hombre misterioso que la escribió”.

Salió el otro día en la tele Muñoz Molina hablando sobre su depresión. En 'El verano de Cervantes' hay pistas claras que nos señalan que esa depresión ha existido. Por eso, esta columna podría también haberse titulado ‘Antonio’. Porque detrás de los focos y los retratos 'fake' se esconde siempre un misterio. Se esconde siempre una persona. Cargada de temores, de ilusión, de ambición y tristeza. Cargada, en ocasiones, de alegría. Por eso puedes ponerle a esta columna el nombre que prefieras. Por eso puedes –diría, debes– armar también tú aquel relato que prefieras.