A media tarde del viernes 31 de octubre, los teléfonos volvieron a quedarse mudos en Sariñena, Capdesaso y Albalatillo, en la comarca de los Monegros. La pasada semana una localidad cercana, Lanaja, vivió durante cuatro días y medio la misma situación. No era nueva. Los datáfonos dejaron de funcionar, los móviles se silenciaron, las llamadas al centro de salud no se recibieron y muchos vecinos vieron cómo la señal de internet desaparecía de golpe. En el primer caso tuvieron que esperar casi veinte horas para recuperar el servicio. Son varias las incidencias en lo que va de año. Y el espejo de un problema que se extiende por amplias zonas del medio rural aragonés: la desconexión forzosa como parte de la vida cotidiana.
La avería de hace dos semanas, según explica Telefónica, se debió al corte de una fibra óptica en una zona de difícil acceso dañada durante las obras de mejora de la carretera A-230. Los técnicos trabajaron durante toda la noche y parte del sábado, y la compañía, según subraya el presidente comarcal, Pedro Loscertales, mantuvo una comunicación “más ágil” con las administraciones que en ocasiones anteriores. “Han cumplido en cuanto a la información y coordinación”, reconocía. Pero su agradecimiento iba acompañado de un aviso: “No podemos normalizar estos cortes continuos que afectan a la vida diaria y al desarrollo de nuestros pueblos”.
En la localidad de Sariñena, la concejala Isabel Areste lo resume de forma tajante: “Hartazgo”. No es solo el malestar por un corte más; es la constatación de que cada incidencia dispara la incertidumbre. Muchos comercios y empresas han optado ya por contratar servicios alternativos con otras compañías, duplicando gastos para intentar blindarse ante lo que consideran un riesgo real para su actividad.
Ese episodio de noviembre llegaba apenas un mes después de otro apagón, el del 29 de septiembre, que paralizó durante 26 horas, más de un día, Sariñena, Lanaja y Albalatillo. En ese caso, el origen se encontraba en unas obras de ADIF cerca de Sariñena que dañaron un cable de fibra. Una retroexcavadora tuvo que intervenir para levantar el terreno y permitir la reparación. La conexión no volvió hasta bien entrada la tarde del martes siguiente. El teniente de alcalde de Sariñena, Valeriano Tella, hablaba entonces de un “malestar enorme” y recordaba que era ya la cuarta incidencia de gran magnitud en 2025: tres en junio y otra en abril. “La conectividad es hoy fundamental, y no puede haber pueblos que vivan con la incertidumbre de quedarse incomunicados de un día para otro”, advertía.
La alcaldesa de Lanaja, Arancha Barcos, va más allá en su diagnóstico. Para ella, el problema no afecta solo a la economía o a la comodidad de los vecinos, sino también a la seguridad. “No podemos contactar con el centro de salud de Sariñena, las medallas de teleasistencia dejan de funcionar y eso afecta a nuestros vecinos más vulnerables. Además, la mayoría de empresas y familias se quedan incomunicadas. No podemos normalizar esta situación”. Su argumento se escucha, repetido, en prácticamente todos los municipios afectados: si las comunicaciones fallan, falla todo lo demás.
La cronología muestra que los cortes no solo son frecuentes, sino también muy variados en su origen. El del 17 de abril afectó a once localidades -entre ellas Sariñena, Grañén, Lanaja, Lalueza o Albalatillo- y duró 16 horas. En esta ocasión, la causa era distinta: alguien había cortado dos cables de fibra óptica cerca de la carretera de Almuniente creyendo que contenían cobre. No era así, y los autores del robo huyeron sin botín pero dejaron la red inservible.
Telefónica confirmó entonces que reponía el tendido, y el servicio volvió a las 13.45 horas del jueves. Mientras tanto, comercios que habían abierto en plena festividad de Semana Santa se vieron incapaces de cobrar con tarjeta, la administración de Loterías de Sariñena tuvo que cerrar y el centro de salud improvisó un número particular de otra compañía para que el 061 y el 112 pudieran localizar a los sanitarios. “Nos caen una o dos veces al año, generando importantes problemas y mermando la actividad”, lamenta el presidente de la asociación Monegros Empresarial, Jorge Albás.
La escalada de incidencias continuó en junio. El día 26, otro corte masivo dejó sin servicio a Sariñena, Grañén, Lanaja, Lalueza, Albalatillo, San Juan del Flumen y Torres de Barbués. Telefónica explicó que la avería tenía su origen en dos cortes intencionados de cable en el entorno de Grañén, nuevamente con intención de robo. Los autores, al confundir la fibra con cableado de cobre, se fueron con las manos vacías, pero obligaron a sustituir la infraestructura completa. Era el cuarto incidente grave en poco más de una semana.
El alcalde de Sariñena, Francisco Villellas, denunciaba lo que muchos ya consideran una situación límite: “No es un fallo puntual, es una cadena de averías que se repite y que demuestra el abandono y desinterés hacia el medio rural. Tenemos empresas paradas, comercios sin poder cobrar, bares sin datáfono y servicios públicos bloqueados. En pleno 2025, vivir en el medio rural no puede seguir siendo sinónimo de desconexión e indefensión”.
Villellas apuntaba además a un fenómeno que está generalizándose: administraciones y empresas contratando servidores de respaldo con otras compañías. Una duplicidad de recursos que, según Albás, resta competitividad y supone un agravio frente a los entornos urbanos donde la conectividad es estable.
Los problemas, sin embargo, no se quedan en Los Monegros. En Canfranc, la semana anterior a los cortes de octubre, el municipio sufrió dos apagones consecutivos vinculados al robo de cable, que dejaron la localidad cuatro días sin fibra óptica. Y en el valle de Chistau, el municipio de Plan y su entorno vivieron entre el sábado y el miércoles una situación similar: sin cobertura móvil de Movistar y con la sensación de estar completamente aislados.
La compañía informó en un primer momento de una posible interrupción eléctrica en la antena, pero finalmente se comprobó que la causa era también un corte de fibra. El alcalde de Plan, José Serveto, explica que había conseguido enviar únicamente “algún mensaje suelto” durante cuatro días. “Esto pasa cuatro o cinco veces al año”, advertía el alcalde de Plan, cansado de que cada repetición deje a vecinos y turistas sin capacidad de comunicación. También San Juan de Plan notificó problemas similares, sin conocer el origen exacto de la falta de cobertura.
En julio, otra avería dejó incomunicados durante más de 24 horas a los valles de Chistau y Bielsa, pleno Sobrarbe, coincidiendo con la temporada alta turística. “Las molestias son enormes, sobre todo cuando dependemos tanto del turismo y la gente quiere información, reservas, enviar ubicaciones o pagar con tarjeta”, lamenta un vecino, Jorge Rapún.
Frente a esta secuencia, algunas voces han comenzado a enmarcar la situación en términos más políticos. El presidente de CHA-Monegros, Mascún Ariste, denuncia lo que considera un “maltrato rural”, con seis cortes en diez meses y algunos de más de 72 horas. Ariste compara la falta de respuesta con lo que ocurriría en una gran ciudad. “Sin conexión no hay oportunidades, y sin oportunidades no hay futuro”, afirma, reclamando actuaciones urgentes para garantizar la igualdad entre el medio rural y el urbano.
Telefónica sostiene que está reforzando la comunicación con las administraciones y que trabaja para acortar los tiempos de reparación. La compañía recuerda que muchos de los incidentes tienen su origen en robos o daños por obras ajenas a su actividad y asegura que los trabajos de reposición son “inmediatos” una vez detectado el punto de la incidencia.
La Subdelegación del Gobierno en Huesca reunió recientemente a representantes de Telefónica y Orange con la Comarca de los Monegros para mejorar los mecanismos de respuesta y prevenir nuevas caídas. En esa reunión, celebrada hace pocas semanas, se acordó reforzar la coordinación e invertir en resiliencia de las redes, compromisos que, según Pedro Loscertales, se están cumpliendo “en cuanto a la información”, aunque el territorio reclama medidas estructurales.