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“Somos la primera generación que tenemos conciencia climática y la última que tengamos la posibilidad de revertir el rumbo”

Antonio Ibáñez

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Josep Santacreu (Guissona, Lleida, 1968) sigue esa máxima de Séneca que dice que mientras vivas, hay que aprender a vivir. Eso supone enfrentarse a retos como el que le ha llevado a escribir ¡Plántate! Crisis climática, bosques y salud humana, en el que reflexiona sobre la urgencia de preservar el medio ambiente para mejorar nuestras condiciones de vida. Invita a la reflexión, alerta de la gravedad del problema y propone soluciones desde la experiencia adquirida a partir de su implicación en la oenegé Plant for the planet. Santacreu es consejero delegado de DKV, una de las grandes multinacionales de seguros de salud, cuya sede central está en Zaragoza. Pero la trayectoria de este alto ejecutivo, licenciado en Medicina, doctor en Organización de Empresas y titulado en Dirección y Administración de Empresas se escapa un poco del estereotipo. Además de su liderazgo en la alta dirección, participa muy activamente en fundaciones y oenegés como, además de la mencionada Plant for the planet, en DKV Integralia, Open Arms, Oxfam Intermon, Ship2B o Respon.cat.

En ¡Plántate! nos conciencia de algo que parece obvio pero que hasta ahora el ser humano no parecía tener muy en cuenta. El cuidado de nuestro planeta es fundamental para tener una salud mejor.

Las grandes mejoras en la salud humana han llegado siempre con la mejora del entorno, de la higiene, de la edificación de unas viviendas adecuadas... Así se ganó esperanza de vida, que se ha incrementado con los grandes avances diagnósticos y terapéuticos en la Medicina en el último siglo. También sabemos ahora que es fundamental tener hábitos saludables: una buena alimentación, descansar bien, hacer ejercicio físico, evitar tóxicos… Pero de repente nos damos de bruces con una crisis climática acelerada que está afectando a nuestra salud y acorta la esperanza de vida.

 En el libro indica que basta con que haya un 3,5% de activistas para poder transformar las cosas. Pero reconoce que en este punto no es muy optimista…

Es que los datos no invitan nada al optimismo, pero no queda más remedio que tener esperanza. No sé cómo saldrá, pero estamos a tiempo. Pero no podemos perder ni un minuto. Es curioso, el homo sapiens lleva 10.000 años en un planeta en el que hay vida desde hace 4.000 millones de años. De esos 10.000 años, que es un periodo de tiempo insignificante, en los últimos 150 hemos contribuido a deteriorar el planeta. Y nosotros, que no somos nada en esta línea del tiempo, somos la primera generación que tenemos conciencia climática y la última que tengamos la posibilidad de revertir el rumbo. De lo contrario, podemos pasar a la Historia como la que destruimos el planeta.

Los datos no invitan nada al optimismo, pero no queda más remedio que tener esperanza

Cuando apareció el homo sapiens había 6 billones de árboles y ahora hay unos 3 billones. Dice en el libro que si fuéramos capaces de plantar un billón, podríamos reducir un tercio de las emisiones de CO2 vertidas por la humanidad desde la Revolución Industrial…En España, desde 1990, ha aumentado la superficie arbolada un 33%. ¿Vamos por el buen camino?

Es buena noticia, pero relativa. En el caso de España buena parte del incremento de bosques no es por una voluntad de tener bosques sanos y captadores de CO2, sino por el abandono del medio rural. Antes había zonas de mosaico, con zonas de bosque, y otras de cultivo y pastoreo de baja intensidad. De golpe abandonamos la masía y el bosque se apodera del campo. Y aparece un riesgo enorme de unos incendios difíciles de extinguir, como vimos este verano. Tenemos que ganar masa forestal, especialmente en los países del sur. Plantar más en el sur de España y tener una mejor gestión forestal en el norte.

Tenemos que ganar masa forestal, especialmente en los países del sur. Plantar más en el sur de España y tener una mejor gestión forestal en el norte

¿Es compatible nuestro desarrollo humano con un respeto mayor al medio ambiente?

Como decía Gandhi, no tenemos recursos para vivir como viven los que consumen desaforadamente, pero hay recursos suficientes para todos si vivimos con lo necesario. Los países del norte hemos de ajustar nuestros consumos de aquellos bienes que pensamos que son finitos pero que no lo son. Plantando millones de árboles mejoramos; pero si seguimos contaminando, no sirve de nada.

¿Y esos recursos son suficientes para la población mundial del planeta?

Rotundamente sí. Cuando nacimos los de mi generación, había en el planeta 3.000 millones de habitantes. Ahora hay 8.000 millones y si se cumple nuestra media de esperanza de vida, cuando desaparezcamos habrá 9.000. Parece que el tope de la población humana se alcanzará dentro de cien años en 10.000 millones y a partir de ahí se estabiliza. Hay capacidad para generar calidad de vida para 10.000 millones. Solo hay que cambiar el modelo alimentario. En este momento, tres cuartas partes del suelo cultivable del planeta se dedican a pasto para ganado o a producir para pienso de ganado. Eso es totalmente ineficiente. Producimos alimento para alimentar animales que luego nos alimenten. Bastaría con cumplir las recomendaciones de la OMS y las entidades médicas, que aconsejan reducir el consumo de proteína animal, para dar la vuelta a este despropósito. Estamos consumiendo hasta cien kilos de carne al año, cuando lo mejor para nuestra salud sería unos 20 kilos.

 En 2020 descubrimos no solo que las pandemias no eran cosa del pasado, y que la globalización hace que cualquier virus pueda propagarse en cuestión de días a todo el planeta. Hay 800.000 virus en especies animales con capacidad de transmitirse a humanos. ¿Pandemias como la del covid van a ser cada vez más?

El cambio climático tiene que ver porque el calentamiento permite que los insectos puedan vivir donde antes no podían hacerlo, y también por la pérdida de biodiversidad. Cada vez que se destruye un ecosistema por la acción humana, como cuando cedemos espacios salvajes para construir grandes granjas de ganado, podemos tener un problema. Pero no olvidemos que desde que empezó la terrible pandemia, el acumulado de muertos por coronavirus es menor que el que ha muerto prematuramente por la contaminación atmosférica. De los 50 millones de muertes que hay al año en el planeta, 7 se deben a la contaminación del aire que tiene el mismo origen que el cambio climático: el uso de combustibles fósiles. Solo en España perdemos dos años de promedio de esperanza de vida por este problema. Este verano hemos tenido una elevada mortalidad por las altas temperaturas.

Sin embargo, hay una corriente negacionista en el mundo que sin evidencias científicas pero cierto éxito rechaza toda esta realidad. ¿Qué podemos hacer?

Por suerte es un grupo cada vez más pequeño, pero hacen mucho ruido y han tenido apoyos muy importantes. Yo estoy convencido de que a no tardar habrá penas de cárcel para quien haga apología del negacionismo climático, al igual que las hay para el apologeta del terrorismo. Que alguien pueda ser presidente o presidenta de un gobierno y niegue el cambio climático en un parlamento, es increíble. Esto acabará siendo perseguido. De hecho, ya hay un movimiento internacional encabezado por un abogado que ya está persiguiendo legalmente a estos negacionistas.

¿Qué le parecen las experiencias de los bosques urbanos, que algunas ciudades como Zaragoza están poniendo en marcha?

Más del 50% de la población vive en entornos urbanos y en unas décadas será el 70%. No sé si nos gusta más vivir en la ciudad, pero es una realidad que cada vez vivimos más en ella. Y debemos protegerlas porque viven millones de personas. Por eso hay que acabar con las plazas duras y necesitamos renaturalizar urgentemente las ciudades. La naturaleza bien introducida en la ciudad mejora la calidad de vida y contribuye a mitigar el cambio climático. Necesitamos sombras, el árbol limpia, refresca y hace las ciudades más bonitas. Hay que reverdecer las calles, pero también las casas. Todo.

Que alguien pueda ser presidente o presidenta de un gobierno y niegue el cambio climático en un parlamento, es increíble. Esto acabará siendo perseguido

¿Y qué pueden hacer las empresas? ¿No hay muchas iniciativas que son simples lavados de cara?

Desde mi experiencia personal y el ejemplo de mi empresa, lo primero que debe hacer una empresa -pero también los gobiernos, las oenegés y las familias- es medir, que todo no vale. Hay formas de calcular nuestras emisiones y a partir de ahí establecer un plan para ver qué puedo hacer para reducir emisiones. Desde cambiar la manera en la que nos movemos, limitar nuestros viajes en avión, usar coche eléctrico y transporte público y caminar, siempre que podamos. Somos empresas del norte rico, así que después de tantas décadas de abuso, no tenemos ninguna excusa en este momento para no ser neutrales en CO2. Ya sé que hay sectores más complicados que otros, pero no podemos exigir sacrificios a los demás si nosotros no damos ejemplo. Ninguna empresa seria en España podemos tener un horizonte de décadas y tenemos que cambiar ya. Estamos mal. Hay mucho greenwashing, pero eso no es. No me importa las medidas cosméticas si seguimos generando emisiones.

Su caso parece atípico. Alto ejecutivo de una multinacional y un destacado activista muy implicado en fundaciones y oenegés de igualdad, inmigración, cambio climático… No parece lo habitual…

No soy atípico, a lo mejor me he anticipado a lo que viene. Mi trayectoria viene de lo social, llego a la administración pública y acabo en la empresa privada. Hay que mojarse. Si los grandes retos de nuestro planeta los hemos de abordar desde diversos planos, por qué no los directivos de las empresas. Han de tomar un papel activista. Y mi empresa y yo lo somos en discapacidad, cambio climático, igualdad, migraciones… Ya sé que hay gente que piensa que no lo debería hacer una empresa, pero para ser competitivas a largo plazo también necesitan tener alma. Y si tienes alma te posicionas en algunos temas, aunque sepas que tal vez no le guste al 100% de tus potenciales clientes o empleados. Pero tenemos que ser un motor de transformación social. De manera sensata, es bueno que las empresas sean activistas con directivos activistas. Es compatible con tener buenos resultados empresariales y tratar bien a los empleados. Eso se consigue si la empresa es algo más que un balance, interesa que genere valor. Eres más productivo y competitivo, hay más motivación y el retorno de la confianza es mayor.

Se dedica a la salud privada. Sabe que hay en estos momentos en España un fuerte debate sobre la salud privada y la pública. ¿Está en riesgo de colapsar el sistema?

Soy más optimista que en el tema del cambio climático. La salud va a verse impactada negativamente por el cambio climático, pero tenemos margen de mejora. La sociedad se ha de mentalizar que ha de gestionar más recursos a la calidad de vida, no solo a la salud.

Las empresas, para ser competitivas a largo plazo, también necesitan tener alma

¿Pero eso pone en riesgo el sistema público?

Todo es relativo. Una familia gasta una barbaridad, por ejemplo, en telefonía móvil y antes no lo hacía. Se gasta más en esto que en salud, por decir algo. Tendremos que derivar gastos de algunos conceptos a la atención médica. El otro gran reto es lograr la eficiencia en la sanidad, pública y privada, de los recursos disponibles.

Cuando se habla de eficiencia, irremediablemente se piensa en una pérdida de la calidad…

Cambiar el modelo organizativo para ser más innovadores y más eficientes no significa ni perder calidad ni escatimar medios. E compatible tener atención presencial cuando haga falta, pero el resto puedes estar monitorizado con equipos a distancia, con seguimientos personalizados y entrar en una dinámica distinta. No se puede atender el reto sanitario del siglo XXI con un modelo de asistencia del siglo XIX.