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María Contreras, guardia civil: “Faltan muchos efectivos para atender a víctimas de violencia de género”

María Contreras, guardia civil y autora del libro 'Yo no seré la próxima. Mi ángel de la guarda viste de uniforme'.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Zaragoza ha acogido este fin de semana un encuentro de mujeres supervivientes de violencia machista para presentar el Consejo Estatal de Mujeres Resilientes. En ese marco, la agente de la Guardia Civil María Contreras (Campotéjar, 1971) ha presentado su libro 'Yo no seré la próxima. Mi ángel de la guarda viste de uniforme'.

¿Cómo surge la idea de escribir el libro que presentaba ayer en Zaragoza, 'Yo no seré la próxima. Mi ángel de la guarda viste de uniforme'?

Surge de estar destinada en el puesto de Onda desde el año 2006. Un par de años después, me propusieron que necesitaban una persona que se implicara en este tema y he estado durante diez años llevando yo sola el tema de la violencia de género en este puesto. A causa de esto, me tuve que dar de baja porque tenía mucho estrés y mucha ansiedad por la responsabilidad que suponía. Estando en casa, hablando con una amiga, un día le dije que tenía material para escribir un libro. Ella me respondió: “¿Y por qué no lo escribes?”. Pensé que sería el broche de oro a esos diez años de dedicación a ellas. Es un homenaje a todas las que han pasado por esto y las que tienen que pasar.

¿Es muy duro atender a este tipo de víctimas?

Sí, es muy duro porque desde un punto de vista profesional tienes que ser fría, no te puede afectar mentalmente lo que te cuentan, pero a la vez eres madre, eres hija, eres esposa. Te pones en el lugar de ellas y tienes que saber diferenciar muy bien dónde empieza el plano profesional y dónde termina el personal. Es duro porque la realidad siempre supera la ficción: ves muchas mujeres desprotegidas, que no saben hacia dónde tirar. El sistema patriarcal sigue siendo una imposición muy fuerte en esta sociedad para que ellas decidan hacer su vida libre, dependen mucho del hombre incluso cuando tienen un sueldo: emocional, socialmente. Es muy duro escuchar muchas historias que te desgarran.

¿Hay algún caso que le marcó especialmente?

Sí, una chica que estaba totalmente anulada como persona. De hecho, este es uno de los casos que aparece en el libro. Su marido era el típico chantajista emocional: que ella no valía nada, que él era el que tenía trabajo, que ella sólo servía para cuidar a los hijos... Era una chica joven, de 25 o 26 años. Aun agrediéndola en varios sentidos, aun así, ella decía que no servía para nada fuera. Cuando le llamaba, me veía como una enemiga, no como la amiga que iba a ayudarle a salir de esa dependencia. Me costó muchísimo entrar en su cabeza y en su corazón para que entendiera que había mucha gente detrás de ella y por ella, animándola a que no cediera a sus chantajes y a que no volviera con él, porque quería hacerlo. De hecho, el agresor hizo un quebrantamiento de condena consentido por ella. Me costó muchísimo ese caso. Pero al final salió. Ahora me ve, me saluda, ha rehecho su vida. Es maravilloso cuando te dan las gracias, con el trabajo que costó que entendiera que como ella había muchas. No lo veía, pero tenía una venda enorme en los ojos.

¿Los agentes de la Guardia Civil reciben suficiente formación?

Sí, recibimos bastante información y nos van actualizando. Además, con el sistema Vio-Gen, que depende del Ministerio del Interior, siempre nos están dando todas las pautas sobre cómo tenemos que conseguir llegar a la mujer, que entienda la protección de ella, de sus menores, de su familia... Es cierto que tenemos que avanzar y darle la importancia que tiene este tema, en el sentido de humanizarlo todo. Sobre todo, es muy importante la experiencia. Una persona recién llegada ha recibido mucha teórica en las academias, pero, cuando esa teórica la tienes delante, no tiene nada que ver. En eso no te puede formar nadie. Eso es experiencia, y la humanidad que tengas. Pero sí creo que en unos años la formación de los compañeros ha avanzado en dimensiones increíbles.

¿A qué se refiere con “humanizar”?

Que no sean sólo estadísticas, que cuando fallece una mujer no digan que la víctima tenía una valoración de riesgo policial, que no le habían llamado en un tiempo... Creo que faltan muchos efectivos. No es lo mismo una persona que se encargue de 20 víctimas, que otra que se dedique a 5 o a 10. Si tienes más tiempo, más espacio... Que sea más humano, que no sea sólo un tema policial en el sentido de hacer un protocolo y unos seguimientos. Hablo de un trato más humanizado en el sentido de que haya más personas ayudando en la Policía, en la Guardia Civil, en las policías locales que están adscritas al convenio de atención a víctimas. Cuando hablo de humanidad, me refiero a que el trato debería ser más cercano y eso depende mucho de la falta de efectivos.

¿Qué le diría a una mujer maltratada que llega al cuartel de la Guardia Civil para que consiga evitar ser la próxima, como dice el título de su libro?

Sobre todo, hay que darles tranquilidad, seguridad, ánimos… que entienda que ella, por sí misma, sí se vale. Que no deber permitir esas amenazas, esas coacciones, esos insultos, esas humillaciones. Que hay mucha agente para escucharla. Que, como agente, la voy a derivar tras el juicio rápido y que inmediatamente el centro de atención a mujeres la va a llamar, que van a estar ahí los servicios sociales, es decir, que se activan una serie de mecanismos que hacen que no se quede sólo la denuncia en el cuartel para pasar a un juzgado. Que se activan muchos mecanismos para ayudarla, que entienda que no le vamos a dejar de la mano, que vamos a hacer todo lo que podamos. Yo siempre les decía: “No te voy a dejar caer, voy a estar aquí, te voy a atender incluso en mi tiempo libre, no te voy a dejar ser esclava de nadie”. Se trata, sobre todo, de darles libertad y seguridad en sí mismas. Que vean ellas también tienen voz, tienen voto, que pueden decidir y que nadie es su dueño.

¿Qué piensa de algunas campañas dirigidas únicamente a que las víctimas denuncien? Algunas asociaciones de víctimas lamentan que la denuncia no es suficiente...

Es verdad. Las campañas con el mensaje de “denuncia, no te calles” son muy bonitas, pero no sirve sólo con la denuncia. Ocurre que muchas veces los vecinos o la familia son cómplices indirectos, sin quererlo. Ellas callan y aguantan porque les dicen que dónde van a ir, que sólo ha sido un arrebato… Creo que las campañas también deberían dirigirse hacia a todas las personas que rodean a la víctima. ¿Cuántas veces sale en la tele que los vecinos lo sabían, que oían muchos gritos? Da igual que después la denuncia no vaya a término; es cierto que, si después ella no pone la denuncia, en los juzgados se acogen a su derecho a no declarar. Pero hay muchísimas más personas a su alrededor que pueden ayudarla. Por eso creo que las campañas están bien, pero son demasiado generalistas. Deberíamos intentar que se impliquen los hijos, la familia, los vecinos, los compañeros del puesto del trabajo, en el colegio... Hay mucha gente detrás de cada víctima de violencia de género que lo sabían o lo intuían y nadie da el paso de hacer un informe a servicios sociales. Para mí, tendrían que enfocar las campañas también al entorno de la víctima, porque la víctima está desprotegida, está en su coraza, no quiere juzgar, la bombardean, necesitan que vean que no están solas. ¿Cómo vamos a decirle a una mujer que denuncie si a veces no tiene narices de decirle a su mejor amiga íntima que es verdad que le ha pegado y que no lo quiso denunciar por miedo?

¿Qué papel tienen las asociaciones de mujeres supervivientes o el Consejo Estatal de Mujeres Resilientes que se ha impulsado este fin de semana en Zaragoza?

Para mí todas las asociaciones que luchen, simplemente, por la libertad y por que las mujeres se empoderen tienen mi aplauso. Voy a asistir a varios encuentros de asociaciones por dar voz, por estar junto a ellas, por dar el paso que muchas veces no podemos hacer con uniforme por el hecho de que tenemos que ser neutrales. Se trata de que la gente se entere de que existen. A lo mejor, desde estas asociaciones pueden ayudar a muchas mujeres a dar ese paso que les cuesta tanto de poner la denuncia: con terapeutas, psicólogos, gente especializada, con los casos de otras víctimas.

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