Un grupo de vecinos de Samper de Calanda restaura los históricos balsetes para reactivar la vida del municipio
“Los balsetes son excavaciones en el terreno para recoger el agua de lluvia con la que subsistían los agricultores y animales los meses que se alejaban de Samper para trabajar las tierras”, explica Miguel Abós, uno de los ocho naturales del municipio que conforman los Amigos de los Balsetes de Samper de Calanda. Restaurar este patrimonio hidráulico y dar a conocer su historia es la apuesta de este grupo de vecinos para que más gente se acerque a Samper y quizás quedarse allí. Un pueblo que sigue “vaciándose”, en palabras de Abós, y que así lo confirma el Censo de Población, pues en 10 años sus calles han perdido 152 censados, para pasar de 884 a 732.
Si algo caracteriza a este territorio, según describe Abós, es el “clima desértico” y la “forma de bota” del término municipal, que se extiende por aproximadamente 14.500 hectáreas. Esto provoca que el terreno agrícola se encuentre “alejado” del pueblo, a una distancia de entre 15 y 20 kilómetros, lo que dificultaba que los agricultores pudieran volver a su casa diariamente. Para sobrevivir y protegerse tenían que quedarse en lo que en Samper denominan mases o lo que es lo mismo “pequeñas casas de piedra” con dos plantas; en el bajo estaba la cocina y la parte superior se usaba de “pajar”. “Había agricultores que estaban trabajando en la siembra, recolección, trilla… en los terrenos agrícolas durante dos o tres meses. Los pastores estaban ahí todo el año, aunque se movían de una zona a otra. Por lo que los mases era el medio que tenían para sobrevivir”, destaca Abós.
En esos espacios no podía faltar el agua, esencial para la “subsistencia” tanto de agricultores como de los animales que los acompañaban. La que se destinaba a “boca” se conseguía a través de los balsetes, pero también había balsas y pozos para otros usos por su “alto contenido en sales”. El grupo de amigos de Samper ha cuantificado cerca de 120 puntos de agua, de los que cerca de 60 son balsetes de “formas y tamaños muy diversos”. “El agua que se recogía de la lluvia en los balsetes se trasladaba a los mases y se ponía en unas tinajas para que reposara y todos los restos turbios se posasen en el fondo. Para recoger el agua de las laderas de los montes y encauzar el agua a los balsetes se construyeron lo que llamamos güera y que eran canales de varios metros de longitud”, relata el samperino Abós.
El proceso de restauración
La antigüedad de estos espacios de agua se remonta al siglo XIX, pero todo aquello que se había construido durante años “se abandonó” en los años 60 con la llegada del agua corriente y la “mecanización de los tractores”, que ya permitía ir y volver de la casa a las tierras cada día. Hasta hace un par de años, cuando los Amigos de los Balsetes se unieron y decidieron redescubrir esa parte de la historia. Por el momento han limpiado y rehabilitado cerca de “50 espacios” entre los que figuran balsetes, pozos e incluso esos mases. Todos ellos de manera altruista y manual, han pasado “largas jornadas” trabajando y picando para sacar “cientos y cientos” de calderos de tierra. “Cuando encontramos los balsetes estaban con plantas, piedras y la tierra compacta por la lluvia. Para restaurarlos nos ponemos en cadena de cuatro o cinco personas y vamos haciendo porque intentamos evitar el uso de máquinas por si causa daños en la estructura”, aclara Abós.
El balsete más grande que han encontrado hasta ahora es el de Navarro con una profundidad de más de cuatro metros y aproximadamente tres de diámetro. El suelo es lo que le hace “peculiar” porque tiene “las losas perfectamente encajadas”. Este es circular, pero por ejemplo el del Servoso tiene forma rectangular. Mientras, las labores se centran en el de Joaquinico, que “queda muy poco” para terminar la extracción de toda la tierra. Otro de los trabajos “más costosos” ha sido el del Pozo del Mas Nuevo en el que “excavaron cuatro o cinco metros” para llegar y colocar manualmente unas escaleras.
Para poder ver los descubrimientos y conocer cada rincón del monte de Samper, el grupo de Amigos de los Balsetes han creado ocho rutas para hacer a pie o en bicicleta. En total suman más de 90 kilómetros de recorrido y son de características muy variables para que puedan acceder todos los públicos. “Hay algunas de ocho kilómetros, otras un poco más largas con doce y enseñan puntos y lugares de interés con una gran historia”, destaca Abós. Gracias a la Sociedad de Montes de Samper de Calanda han colocado cerca de 65 flechas direccionales y más de una veintena de carteles de ubicación y paneles informativos. En muchos de ellos, según informa Abós, se encuentra un código QR para vivir la experiencia al completo con toda la información.
El propio grupo de Amigos de los Balsetes ha organizado “marchas senderistas” en las que ha reunido grupos de hasta 50 personas y ya trabajan en la próxima. Abós reconoce que está teniendo “muy buena” acogida por el público, tanto que en una “andada nocturna” llegaron a ser cerca de 100 personas. Durante estas jornadas, los participantes han podido ver en los paneles las fotos de la fauna y flora con “especies representativas de cada zona” y que han quedado en manos del biólogo Paulino Fandos. Él mismo recuerda la “peculiaridad de Samper por el clima desértico”, a pesar de ello incide en que “hay muchas plantas que se han adaptado” como pueden ser el arto, lentisco o la coscoja. Algo similar ocurre con los animales que han descubierto por las “huellas marcadas en el barro” y es que hay aves acuáticas que “desaparecerían” si no existieran los balsetes, como revela el profesional biólogo Fandos.
Puntos estratégicos
En el monte de Samper hay un “rincón” en el que confluyen los términos municipales de Escatrón, Caspe, Alcañiz y Samper. “Este punto recibe el nombre de los cuatro mojones y es como un mapa en el que hay una piedra con cuatro espacios circulares alrededor y cada uno corresponde a uno de esos territorios”, relata Abós. La leyenda cuenta que allí se reunían los representantes de esos municipios para hablar de cuestiones del terreno o de vecindad, entre otros asuntos, y al finalizar las intervenciones compartían una comida colocada en el centro. Los Amigos de los Balsetes conocen esta información gracias a los documentos históricos existentes y que han recuperado para contarlo en la actualidad.
El grupo de amigos no cesa su trabajo y siguen localizando balsetes para continuar con su restauración. Lo que el año pasado fue un encuentro entre los términos de Samper, Alcañiz, Caspe y Escatrón podría volver a repetirse esta primavera. Esta vez se plantean hacer una “escenificación” para recrear lo que pasaba en ese punto de los cuatro mojones. Si sale adelante iría acompañada de una exposición con recursos audiovisuales, maquetas de sitios emblemáticos o material de las excavaciones, según enumera Abós. “Nuestro objetivo es dar a conocer la historia y cultura de Samper de Calanda, lo que nos ha hecho llegar hasta aquí para que la gente lo conozca y vea la riqueza de los entornos rurales”, concluye Abós.
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