La guerra (y la inflación) amenazan la recuperación

Hace poco menos de un año, los precios de la energía comenzaban una escalada al principio inquietante y luego alarmante en España y en el conjunto de los países de la Unión Europea. Hace pocos meses, movimientos de tropas de Rusia y filtraciones de informaciones de los servicios de inteligencia de Estados Unidos alertaban del posible recrudecimiento, por intervención de la potencia liderada por Vladímir Putin, del conflicto que libra Ucrania con separatistas prorrusos en el Dombás, un territorio al este del país. 

El jueves pasado, Vladímir Putin ordenaba atacar e invadir Ucrania por todos los puntos cardinales posibles -el Este, el Sur y el Norte-, amenazaba con el uso de su arsenal nuclear si algún otro país ayudaba militarmente a los ucranianos y llevaba al conjunto del planeta a una tensión tan extrema que recuerda algunos de los peores momentos del siglo pasado. Este lunes, el INE certificaba que la inflación se ha situado en España en febrero en el 7,4%, un nivel que entre nosotros no se recordaba también desde el siglo pasado, desde 1989.

Dos fenómenos tan diferentes como un alza de precios y una guerra inesperada han nublado de repente las expectativas de recuperación de toda Europa, un continente que para salir de la crisis económica y social provocada por la pandemia está liberando una ingente cantidad de recursos financieros, los fondos Next Generation.

El ataque de Putin a Ucrania está provocando un terrible drama humano del que probablemente aún apenas veamos la punta del iceberg, en forma de centenares de muertos y de centenares de miles de refugiados. La valerosa resistencia de los ucranianos ha sorprendido a los rusos y a los países occidentales. La reacción europea y del conjunto de la comunidad internacional, tibia al principio y algo más contundente estos dos últimos días, augura que la guerra, como todas las guerras, va a causar daños en todos los lados del conflicto, incluso en los indirectos. Las duras sanciones económicas impuestas a Rusia van a hacerle mucho daño al país, se lo están haciendo ya, y quizás logren que Putin recapacite. Pero también van a causar problemas a las economías nacionales comunitarias, entre ellas la nuestra. Hace apenas una semana, los expertos calculaban que febrero sería nuestro mes punta de inflación, y que a partir de esta fecha el IPC comenzaría a bajar. La guerra en Ucrania ha vuelto a disparar los precios de la energía -Rusia es uno de los grandes productores mundiales de gas y de petróleo, y proveedor principal de Europa- y le ha metido ahora una mayor incertidumbre a los precios en general -y al comercio, y a las finanzas, y a muchos sectores productivos, y a los PIB- para los próximos meses o incluso años. Si tasas de IPC como el 7,4% de febrero se repiten o incluso se elevan en los próximos meses, el daño en los bolsillos de trabajadores, consumidores y ahorradores será notable, y difícil de combatir. Afectará a las personas, a las empresas y a las instituciones.

De pronto, el panorama económico se ha oscurecido, y mucho. La combinación y coincidencia en el tiempo de un factor económico normal, como es la inflación, con un factor político extraordinario e infrecuente, como es una guerra en Europa ya bien entrados en el siglo XXI, nos han llevado en pocos días a un horizonte no ya solo de incertidumbres: de inseguridades.