Para empezar, miremos el calendario. La primera conclusión es insultantemente obvia: mayo llega antes que diciembre. Segunda: desde este martes, 11 de abril, quedan únicamente 37 días hasta el 28 de mayo, fecha de las elecciones autonómicas y municipales. Dos anotaciones más a tener en cuenta: el 1 de mayo será la proclamación de las candidaturas, y el 12 de mayo comienza la campaña electoral. Así que esta miseria de tiempo es la que queda para que los partidos afiancen a sus cabezas de lista en comunidades y municipios. Por si alguien no se había dado cuenta, es un tremendo error despreciar las primeras elecciones que habrá que sortear mientras se tiene la vista puesta en las elecciones generales. Cada día tiene su afán, y es posible que los malos cálculos sobre la importancia de estos primeros comicios traigan lloros desconsolados a quienes despreciaron la cita. Porque digámoslo de una vez y sin miedo a equivocarnos, que lo que no se haya hecho hasta ahora, ya tiene un escasísimo margen de mejora.
Unos ejemplos, que las cosas son sencillas. Arranquemos con una obsesión del Ojo: Sumar y Podemos. No es fácil, por decirlo finamente, que haya un acuerdo para hacer listas conjuntas antes de las autonómicas. ¿Y eso es grave, se preguntan ustedes, la mirada puesta en La Moncloa y la pelea entre Sánchez y Núñez? Pues fíjense qué puede pasar, por ejemplo, en la Comunidad Valenciana. Allí gobierna Ximo Puig, del PSOE (27 diputados), gracias a un pacto con Compromís (17) y Unides Podem con 8. En total, 52 diputados a las Cortes Valencianas de un total de 99. PP (19), Ciudadanos (18) y Vox, con 10, sumarían los 47 restantes. Pero resulta que en la Comunidad Valenciana, por esas peculiaridades de las que nadie se hace responsable, es necesario un 5% para obtener diputados a las Cortes y Unides Podem pasó el listón en 2019 con un exiguo 7,98% de los votos, cuando en 2015 había logrado 13 diputados ( 5 más) y un 11,57 de los votos. Bajón notable y según las encuestas ese descenso podía ser aún mayor este año. Si no se unen todos los grupos a la izquierda de Puig, ¿logrará Podemos en solitario superar ese 5% de los votos? Recuerden, una vez más, la ley D’Hondt. Porque de no ser así, adiós al Botánico, adiós a un Gobierno de izquierdas, con ustedes, otra vez el PP -¿recuerdan a Camps, a Costa, al Bigotes?- en esta ocasión con Vox, vengan dos tazas si no querían una, volverá a sentarse en el Palacio de la plaza de Manises. Ya sé que tanta cifra es farragosa y cansina, pero a veces, espero que ustedes lo perdonen, conviene ser farragoso y cansino. Excusas a todos.
Y de ser así, tendríamos este bonito panorama: Madrid, Andalucía y Comunidad Valenciana, las tres regiones más pobladas de España –en Cataluña no se celebran ahora elecciones- estarían en manos del PP. Y le siguen Galicia y Castilla y León. Más PP. (Nota obligada: siempre que escribamos gobernanza del PP, ustedes deben leer PP y Vox. No se olviden: PP y Vox. Abascal, sí, Abascal y su feroz ultraderecha). Con ese bagaje previo ya pueden en este momento mirar a diciembre y contemplar el paisaje que luce ante sus ojos: sí, efectivamente, para llorar. A lágrima viva.
Dirán ustedes que por qué incluimos a Madrid en esa relación si todavía no conocemos los resultados del 28 de mayo. Tienen toda la razón. Ya saben ustedes qué pasó el Domingo de Resurrección con Jesús y las curaciones que se producen en Lourdes. Porque si preguntan eso es porque ustedes creen en los milagros, aleluya, aleluya, a los tres días salió de la tumba, el ciego ha recuperado la vista y el paralítico ha echado a andar. Ya lo hemos dicho aquí en más ocasiones y antes lo hemos insinuado, pero conviene repetirlo: el PSOE tiró a la basura sus posibilidades en Madrid, renunció a la pelea y, en estricta justicia política, se pagan las consecuencias. Nada malo que decir de Juan Lobato. Solo que sigue siendo un gran desconocido para las buenas gentes de la capital. Con todo a su favor, Moncloa no gastó ni un ápice de su tremenda fuerza en lanzar al estrellato al candidato a enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso, mientras la reina del vermú se llevaba pantallas, millones y millones de ayuda, un aparato ingente de redes sociales y todos los periódicos de la capital, menos uno, rendidos a sus pies de manera vergonzante. Batalla desigual, pero porque así lo quisieron los socialistas. Un desastre. Y como guinda decorativa, la pelea histórica de toda la izquierda muy izquierda, que para qué quieren enemigos, si ya se bastan ellos solos para la contienda encarnizada, una auténtica guerra sin prisioneros.
Pero no crean que al Ojo le puede el pesimismo. En absoluto. Todavía queda tiempo para seguir trabajando y poniendo en valor lo mucho de bueno que ha hecho este Gobierno bolivariano repugnante y evitar lo mucho de malo que nos puede traer la derecha ultrarreaccionaria que nos amenaza. Demuestre el Gobierno que a todo lo conseguido en salario social o pensiones, además de luchar por mantener una sanidad y una educación públicas, puede añadir alguna solución para evitar la subida maldita de la cesta de la compra o encontrar salidas para la vergüenza de la vivienda. Un añadido: eviten los tiros en el pie, como las chapuzas legislativas del sí es sí o el inútil guirigay de la prevaricación y la malversación, con el membrete catalán en el frontispicio de la ley. El 28 de mayo está ahí mismo, quedan unos días, pero hasta diciembre se pueden, y se deben, hacer muchas cosas. Gánense el voto. Oigan a la calle y actúen en consecuencia. Quedan más de treinta consejos de ministros. Mogollón.
Adenda. El drama palestino nunca encuentra el final de la amargura. Si la bota de Israel ha sido siempre terrible, ahora, con un Gobierno del fiero Netanyahu sostenido por la ultraderecha más reaccionaria, al borde de la dictadura, el dolor en los territorios palestinos se acrecienta. Una situación espantosa, sostenida una y mil veces por la impudicia de Estados Unidos, tanto montan demócratas como republicanos, y que Europa no sabe o no quiere romper. ¡Qué pena, tanto sufrimiento!
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