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“España ha hecho de las aguas próximas a Canarias una nueva fosa común de migrantes”

El fotoperiodista Javier Bauluz durante la presentación del libro 'Fronteras' en Gran Canaria.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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El cadáver de un migrante yace sobre la arena de una playa de Tarifa, Cádiz. Murió en su intento de llegar a Europa cruzando el Estrecho en patera. Unos metros más a su izquierda, una pareja de turistas observa la escena sentada sobre sus toallas y bajo una sombrilla. Esta fotografía, que evidencia que los riesgos de pisar el continente son distintos en función del hemisferio del planeta en el que se ubique el punto de origen, dio la vuelta al mundo y forma parte de la serie Muerte a las puertas del paraíso (2000), elaborada por el asturiano y primer español ganador del Premio Pulitzer, Javier Bauluz. Dos décadas después de que la capturara, el fotoperiodista sigue pensando que este es, de entre todos sus trabajos, el más acertado para describir el concepto “frontera”. 

Desde esa foto, miles de personas han abandonado sus hogares en busca de futuro. Sus historias componen Fronteras, un libro coordinado por Javier Bauluz y en el que participan también los periodistas especializados en migraciones Nicolás Castellano, Daniel Pastrana, Javier de Lucas y Juan José Téllez. La obra, presentada en Gran Canaria el pasado 12 de febrero, desmonta la globalización ficticia sobre la que gira el mundo, dividido y separado en realidad por fronteras. Una dualidad que el fotoperiodista, fundador del medio digital Periodismo Humano, ha podido comprobar durante su trayectoria, cubriendo el conflicto de Ruanda, las guerras de Centroamérica o la crisis siria. 

Desde 1996, Bauluz defiende desde su cámara los derechos humanos y ha perseguido de manera incansable la humanización de las migraciones hacia Europa. En estos 24 años, tal y como ha explicado en una entrevista concedida a Canarias Ahora, ha adquirido un aprendizaje: “Cuando se cierran rutas, los migrantes, como el agua, encuentran otras salidas y otras entradas”. Cuando comenzó su carrera, “se cruzaba la frontera de Melilla caminando porque no había valla, aunque luego morían en el estrecho”. 

Según el fotoperiodista, las “dificultades que ha puesto el Gobierno para que Salvamento Marítimo ejecute sus labores de rescate en el Mediterráneo” solo han servido para que se reactive la ruta hacia Canarias, con los peligros que esto conlleva al existir una distancia de más de 100 kilómetros. “Hemos visto cómo aumenta el número de muertes, a las que hay que sumar las que no conocemos. Las aguas próximas al Archipiélago son otra fosa común”, señala. “Es como un tablero de ajedrez. Cierro por una parte e intento acceder por otra, aunque sea más peligroso”. 

Para los que sobreviven y alcanzan tierra firme, el futuro tampoco está garantizado. En los últimos meses, el Ministerio del Interior ha expulsado desde Canarias a migrantes malienses hacia Mauritania a pesar de que muchos de ellos expresaron su voluntad de solicitar protección internacional ante el conflicto que atraviesa su país. Una vez en territorio mauritano, tal y como han asegurado distintas ONG como CEAR, las autoridades los trasladan hasta la frontera con Malí. “Es alucinante que el Gobierno español deporte gente a un país que no es el suyo. Es otro de sus intentos por dar apariencia de legalidad a actuaciones que no lo son”, subraya Bauluz. “Es tirar personas al otro lado y convertirlas en criminales invasores a individuos con hijos, padres, madres y sueños”, añade. 

Los CIE, “cárceles para no delincuentes”

En esta línea, la reclusión en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), de acuerdo con Bauluz, “no sirve para nada”. “La gente no va a dejar de huir de la miseria por no pasar 60 días en una cárcel”, reivindica el reportero. Según datos consultados por el fotoperiodista, el 90% de los españoles está en contra de que se encierre a migrantes en un CIE sin haber cometido delito alguno: “Son cárceles para no delincuentes. Además de ser un sistema represivo inútil lleno de ilegalidades que solo intenta fastidiar a gente de forma arbitraria encarcelándola y deportándola”. 

El fotoperiodista encuentra en estas políticas y discursos la base del “firme avance de los nuevos fascismos”. En los años 30 “se culpaba a los judíos”, y ahora a los migrantes. “A esto se suman las patrañas (mejor que fake news) que se publican para ganar votos”, asevera. Además, Bauluz no percibe un discurso político claro: “Los Gobiernos de izquierdas hacen políticas de derechas para no perder votos, y las derechas hacen lo mismo respecto a la extrema derecha”. 

Las relaciones internacionales representan un papel protagonista en esta obra. “Desde tiempos inmemoriales Marruecos abre y cierra el grifo utilizando las migraciones. España y Europa le dan más dinero para que haga de policía malo”, defiende Bauluz que no sabe si las aspiraciones sobre las aguas canarias aprobadas en el Parlamento marroquí son un ejemplo de ello. Las concertinas de la valla de Melilla sí lo son: “España retira las suyas, pero paga a Marruecos para que ponga sus cuchillas un par de kilómetros más allá”.

En medio de este caos y esta apatía institucional, Javier Bauluz se mantiene firme en los propósitos que le hicieron dedicarse sin dudas a su profesión: mostrar a los migrantes y refugiados como personas y no como invasores. Aunque parezca paradójico, ha sido para él más difícil “cobrar para comer” después de obtener premios que antes. “No me interesan demasiado los reconocimientos, pero ya los medios no invierten tanto en esto”, lamenta.

En el caso del fotoperiodismo, la inversión económica es indispensable: “Un fotógrafo no puede hacer su trabajo desde la redacción o por teléfono. Hay que ir al terreno”. A pesar de las dificultades económicas que puedan surgir en el camino nunca ha valorado abandonar su trabajo: “Es lo que me apasiona”.

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