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El Tenerife pierde en lo que gana crédito

Salvi desolado tras encajar uno de los goles del Real Zaragoza

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —
12 de octubre de 2024 02:08 h

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De esta derrota hiriente ante un Heliodoro entregado solo cabe una primera conclusión. El Tenerife ya luce como un equipo competitivo –al menos en el once de salida– y su problema a partir de ahora será no cegarse con la distancia que le separa del campamento base. Este viernes, en inferioridad desde el 24 por la expulsión de Sergio, hizo más que el Zaragoza hasta que los cambios y el agotamiento le aflojaron las costuras. En el nivel al que Mel lo ha puesto en cuatro partidos cuesta pensar que este despliegue de fútbol y goles de hoy solo sea flor de un día.

El Zaragoza remontó en quince minutos finales fatídicos porque no le perdió la fe al partido, en lo que metía frescura por dentro y el Tenerife se aculaba en cuarenta metros. Y ya fuera en las llegadas como en el balón parado, no perdonó los errores locales para ir haciendo sangre. Antes una parada fofa de Salvi en el 2-1 –tanto arregla un imposible el portero como canta en lo más fácil–, luego un córner mal defendido en el empate que volvió a enfrentar a Mellot con la más fea (Azón) y para consumar la resurrección en la víspera del Pilar, una caída al área en ventaja para otro remate librado de Bazdar.

Visto así este cuarto de hora deprimente, la tentación es quitar el mérito a todo lo que hizo el Tenerife hasta entonces. Si se atiende al origen de sus males y a la expulsión de Sergio, la lectura obliga a otras conclusiones. La primera: el Tenerife de Mel mejoró al de su única victoria hasta ahora porque solo se cayó cuando le pudo el agotamiento, cuando perdió a Luismi Cruz y sufrió la intrascendencia de Waldo y, al fin, porque le faltó picardía para que el partido se jugara en el último tramo al estilo de Bordalás. Con todo eso, esta coda de la permanencia posible.

Enfrentado a un rival que sí ha fichado con criterio y ya no tiene excusas para cualquier cosa que no sea al menos la promoción, la primera media hora del Tenerife fue entre espléndida y alentadora. Jugó afinado con el método de Mel y mientras tuvo el marcador de cara pudo imaginar un futuro mejor para cuando sea capaz de amarrarse a la media inglesa.

Y entre un funcionamiento colectivo notable –las líneas juntitas, la presión alta eficaz, el pase vertical como preferido, el portero fino y los centrales seguros...–, el estreno como titular de un menor de edad llamado a ser ese ocho canchero que andaba estos años en peligro de extinción. Este Aarón Martín al que no le pudo la pompa de la titularidad ni una patada temprana de Bare pretendiendo intimidarlo.

El chico se lo tomó con la misma tranquilidad con la que entiende el juego. Ni pierde el sitio ni le quitas el balón. Y cuando ronda la puerta, huele la sangre y se desata, así este gol de artista del 1-0. Una pelota en el área dominada, dos amagues y un tiro cambiado del palo largo al corto en una décima de segundo. Quienes recuerden a aquel José Manuel Alonso –el hermano de Rogelio, el tío del Félix que conduce ahora al Tenerife B, aquel Jose Manuel que adornó el fútbol del Laguna en la Tercera canaria de los años noventa–, podrán pensar que lo mucho que el fútbol dejó a deberle se lo podrá recompensar ahora Aarón, directo como va a hacerse indispensable.

La baja de Sergio obligó al Tenerife a un primer sobreesfuerzo para sobrevivir hasta el descanso sin que Mel gastara cambios. De regreso de la caseta, Enric Gallego relevó a un Ángel desacertado en las dos llegadas que tuvo y David a Dani Fernández para jugar como segundo lateral por delante de Medrano. Ganó aire el equipo y presencia para generar otra llegada por los flancos –con cuatro pisando área para rematar–, ahora otra afinada de Diarra para encontrar la definición de David en la pugna con Iván Calero.

Con el 2-0 y un mundo por recorrer, solo los cambios de Víctor Fernández metiendo otra marcha –Moya por Bare como único pivote, Sans para jugar a campo abierto liberado de otras obligaciones y Azón a la caza de un remate– y el desgaste del Tenerife cuando se fue a un ida y vuelta precipitado, cambiaron los roles. El relevo de Luismi Cruz hizo el resto. Con Waldo en su lugar, el escalonamiento se agrietó y las posesiones largas fueron todas del Zaragoza.

Los blanquiazules comenzaron a conceder en cuanto se arrimaron cerca de Salvi y los blanquillos se asomaron liberados. Así el gol de Bazdar, sacando petróleo de un tiro de Sans que Salvi no blocó para dejarla muerta al toque del serbio.

Con la grada imaginando un final fatal y el Tenerife incapaz de abrigarse pese al ingreso de Alves como tercer central –o la nada de Maikel Mesa como segundo pivote–, llegó el fallo de marca en el córner del 2-2. Y ya noqueado por el directo al mentón de Iván Azón, la puntilla de Bazdar fue la consecuencia prevista. Sin aire y sin alma, redivivos los fantasmas, el Tenerife jugó como un zombi una dolorosa prolongación de ocho minutos. Y sin embargo se mueve.

(2) CD Tenerife: Salvi; Mellot, Gayá, José León, Medrano (Rubén Alves, m.76); Sergio González, Aarón Martín (Maikel Mesa, m.82); Dani Fernández (David Rodríguez, m.46), Diarra, Luismi Cruz (Waldo, m.71); y Ángel (Enric Gallego, m.46).

(3) Real Zaragoza: Poussin; Iván Calero, Lluis López, Bernardo Vital, Tasende; Adu Ares (Toni Moya, m.59), Keidi Bare (Liso, m.59), Aguado (Pau Sans, m.46), Aketxe (Francho, m.90+3); Soberón (Iván, m.46) y Bazdar.

Goles: 1-0, m.11: Aarón Martín. 2-0, m.49: David Rodríguez. 2-1, m.73: Bazdar. 2-2, m.78: Iván. 2-3, m.86: Bazdar.

Árbitro: Salvador Lax Franco (comité murciano). Expulsó al local Sergio González (m.24) por una entrada violenta a Aketxe. Amonestó a José León (m.37), Gayá (m.45+2), David Rodríguez (m.69) y al entrenador Pepe Mel (m.74); y a los visitantes Tasende (m.48), Adu Ares (m.58) y Bernardo Vital (m.74).

Incidencias: Partido de la novena jornada de LaLiga Hypermotion (Segunda División) disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 15.272 espectadores. El exjugador de baloncesto Sergio Rodríguez realizó el saque de honor en reconocimiento a su exitosa carrera.

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