El Tenerife vuelve a ganar el derbi y se planta en la final por el ascenso
Un ejercicio de humildad, apuntalado por las virtudes que le dejan a la puerta del ascenso, permitió al Tenerife volver a ganar el derbi canario (1-2), dejando casi resuelto el resultado y la eliminatoria antes del descanso. La UD Las Palmas acabó de perder la imaginación en lo que se marchaba Viera, lesionado, con medio partido por delante y luego a Moleiro, agotado. Solo la honradez del equipo amarillo, que nunca perdió, le mantuvo con un hilo de vida, veinte minutos finales jugados a todo o nada, después de que Eric Curbelo redujera la diferencia.
Fiado a la eficacia defensiva y a ser letal cuando puede, el equipo de Ramis enfrió el ánimo de la UD Las Palmas con dos goles de Enric Gallego en jugadas interpretadas por el VAR. Tan pronto como en el minuto 4, un cabezazo tras negociar mal la salida Valles, adentro pese al cruce de Navas rechazando dentro de la puerta. Cerrando el primer acto, con un penalti que casi paró Valles tras un codazo del mismo Navas a Mollejo que el árbitro solo vio cuando le avisaron desde Madrid.
Y resulta que el 1-0 del miércoles puso más presión al anfitrión –un equipo dotado para tocar y liártela en nada al que le bastaba un gol y apoyaba un campo entregado a la causa– que al visitante, el tapado que con menos dinero y sin la obligación de estar en este fregado creyó en unas virtudes –otras, alejadas de la poesía, abrigadas por la solidaridad de las hormigas– que le dejan a dos pasos de firmar su quinto ascenso a Primera División.
El Tenerife sabía que jugar en Siete Palmas a un empate sin goles era el mejor escenario para el cuadro de García Pimienta. No salió desaforado, porque no casa con su personalidad, pero en el primer minuto ya había avisado Enric Gallego y casi a la vuelta, Corredera puso una pelota al área –un toque así como desganado, una rosca de interior sobrada y envenenada– que, ahora sí, cazó la cabeza de Gallego en lo que el portero llegaba a destiempo en una salida vencido.
El gol era gol antes de que el VAR lo confirmara, pero hasta dio tiempo a que Bermejo obligara a Valles a desviar el remate surgido de la segunda jugada tras el rechace en lo que a González Esteban –este sí, un árbitro a tono con lo que merecían los dos equipos– le despejaban las dudas.
Resuelto tan pronto el dilema del Tenerife entre conservar lo cazado en el Heliodoro o buscar nuevas presas, la Unión Deportiva empezó a toparse con el encuentro que nunca deseó. Marcando primero y creándole el apuro al Tenerife se habría manejado como mejor sabe. Con el gol de Gallego le entregaron un guion un punto desabrido que, al cabo, se le indigestó. Se abrocharon los de Ramis para protegerse de lo que les iba a caer y cumplieron, pacientes, con el papel que les hace protagonista desde el orden defensivo.
Las Palmas respondió primero con la libertad de Viera para que decidiera cómo y por dónde comprometía el andamiaje de los visitantes –lo mejor, una asistencia para un rematito de Rober (m.29)–, pero lo que pasó es que solo se agitó el despliegue de recursos de los amarillos con lo que amenazaba Moleiro cuando le caía el balón a sus pies. Moleiro es como Viera, pero con media vida menos y otra media más en la que está llamado a ser mejor que Viera y todo parece que lo será.
Esta noche no originó un peligro con fruto el chico, pero tuvo la personalidad para echarse al equipo a cuestas en lo que al mago de La Feria le rendía la lesión. Y tras la pausa, cuando García Pimienta sentó a Jesé –ausente de toda virtud esta semana, como el espumoso Maikel Mesa– y ganó algo de llegada con Benito tirado el flanco izquierdo. Rendido por el sobresfuerzo, Moleiro se marchó con Las Palmas aferrada al gol de su mejor central, pero es que antes, el Tenerife ya le había reescrito el guion con el segundo de Gallego, un papel de espartanos a la épica que no tampoco deseaba.
Lo ocurrido tras el 1-2 rebajó el clásico de nivel y lo dejó en intrascendente visto que nada cambió. Las Palmas perdió el orden, se entregó al fútbol directo esperando un remate limpio que no halló, un libre directo con valor de gol –lo tuvo Lemos y lo desperdició (m.90+1)– o una pifia de Soriano, que corrigió a tiempo el portero tras enredarse despejando el balón en largo. En el haber, un ejercicio noble de esfuerzo sin premio.
Y el Tenerife, que mejoró a medias con los cambios –aplicado Sipcic en los cruces, valiente Pomares, pero sin tino Andrés para darle pausa tras las recuperaciones y obligado Aitor a una carrera extra cuando Elady volvía al trote– no se atragantó con un último tercio que, con otro marcador y otros protagonistas, hubiera respondido a los papeles repartidos en la previa. Llegaba como víctima a la primera semana definitiva y se planta en la segunda metiendo miedo al que le toque en suerte. Justo el rol con el que disfruta, sufriendo y sin escribir en verso.
(1) UD LAS PALMAS: Álvaro Valles; Álvaro Lemos, Raúl Navas (Álex Suárez, m.72), Eric Curbelo, Sergi Cardona; Kirian, Mfulu, Jonathan Viera (Maikel Mesa, m.42); Jesé (Benito, m.46), Rober (Rafa Mujica, m.65) y Moleiro (Pejiño, m.72).
(2) CD TENERIFE: Soriano; Moore, Sergio, José León, Mellot; Mollejo (Elady, m.77), Aitor Sanz, Alex Corredera (Sipcic, m.80), Bermejo (Pomares, m.60); Mario González (Andrés, m.60) y Enric Gallego (Michel, m.80).
ÁRBITRO: Jon Ander González Esteban (Comité vasco). Expulsó a Pejiño tras finalizar el partido. Amonestó a Jonathan Viera (m.31) y Raúl Navas (m.45+5) y a los visitantes Aitor Sanz (m.21), Enric Gallego (m. 72) y Pomares (m. 93).
GOLES: 0-1 (m.4) Enric Gallego. 0-2 (m.45+6) Enric Gallego, de penalti. 1-2 (m.71) Eric Curbelo.
INCIDENCIAS: Partido de vuelta de la semifinal por el ascenso a la Liga Santander, jugado en el estadio de Gran Canaria ante 31.502 espectadores, de ellos unos 700 seguidores del CD Tenerife.
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