La otra cara del mundial de windsurf: dejarse los ahorros sin saber dónde vas a dormir

El venezolano Deivis Patermina y el esloveno Sebastijan Jankovic

Efe

Puerto del Rosario —

El venezolano Deivis Paternina y el esloveno Sebastijan Jankovic representan la otra cara del Mundial de Windsurf: la de los fanáticos de este deporte que empeñan sus ahorros y los de sus amigos para estar en pruebas como la de Fuerteventura, sin saber dónde podrán dormir cada noche.

Deivis y Sebastijan presumen de formar parte del selecto centenar de windsurfistas de una treintena de países que desde el 22 de julio compiten en el 31 Campeonato del Mundo de Fuerteventura, una de las referencias internacionales de este deporte.

La mayoría acude a la cita bajo el paraguas de un patrocinador que les asegura una vela y un uniforme con el que poder meterse en el mar y jugar con las olas.

Sin embargo, Sebastijan y Deivis están entre esa minoría para la que acudir a un campeonato del mundo sin patrocinio se convierte en una carrera de fondo con mil obstáculos que sortear.

Paternina comenzó a coquetear con el windsurf en la playa de El Yaque, cuna de windsurfistas como Gollito Estredo o Ricardo Campelo, donde se ganaba la vida limpiando en una escuela de surf mientras sus padres luchaban para mantener en pie un negocio familiar de venta de artesanías.

Tras graduarse en Idiomas, decidió convertir su afición por el windsurf en una salida laboral y empezó a prepararse para acudir a las competiciones deportivas.

En varias ocasiones ha participado en el Campeonato majorero. Esta vez también lo ha hecho, aunque con más dificultades: a la negativa del Gobierno de Maduro de conceder una beca a los competidores venezolanos, se une la falta de un trabajo estable y el desinterés de las empresas locales por apoyar a los deportistas.

Los ahorros, la ayuda de familiares y amigos y trabajos puntuales le han permitido comprar un billete de avión y viajar a Fuerteventura, donde ha sido acogido por Liavel Márquez, una periodista venezolana convertida desde hace unos años en la speaker del Campeonato y en “madre de acogida” para algunos de los windsurfistas.

Deivis explica cómo Liavel y su familia se han esforzado por darle un techo y comida desde que llegó a la isla para entrenar: “Ha sido un mes duro, con poco dinero y con dificultades para trabajar por no ser ciudadano europeo”.

El joven venezolano ha conseguido un patrocinador para su tabla, un empujón que le ayudará a acudir el próximo mes de septiembre a la siguiente prueba valedera para el Campeonato del Mundo, en Tenerife.

Mientras Deivis buscaba ayuda en Venezuela para viajar a Fuerteventura, al otro lado del Atlántico el esloveno Sebastijan Jankovic reunía dinero para poder medirse en Fuerteventura con las estrellas del windsurf.

El esloveno iba camino de convertirse en un tenista de elite hasta que quedó atrapado por la pasión las tablas, tal y como le pasó su padre. La sintonía con las olas le cambió la agenda y no tardó en incorporar a ella varios viajes a la semana a Italia y Croacia en busca de olas.

Sebastijan reconoce ser un enamorado de Fuerteventura, un idilio que comenzó en 2014, cuando tuvo que dejar Egipto como lugar de entrenamiento debido a la situación política del país. Desde entonces, viaja una vez al año a la isla del viento.

Al igual que Deivis, Sebastijan también ha pensado, en más de una ocasión, abortar su participación en el campeonato majorero por la falta de patrocinios y dinero con el que costar el viaje y alojamiento en la isla.

El esfuerzo y la ayuda de sus padres permitieron a este estudiante de Económicas viajar en abril a Fuerteventura para empezar a entrenar de cara al campeonato.

Desde entonces, ha tenido que dormir alguna noche en su coche, ir de casa en casa buscando un techo amigo y una conexión a internet con la que poder terminar su trabajo fin de carrera.

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