Buscando agricultores

Finca sin cultivos. (Cedida a Canarias Ahora).

Lisandro Cabrera / Lara Diéguez

Las Palmas de Gran Canaria —

Una vez puestos en contexto, con la idea del mercado ecológico aclarada y con el marco incomparable del municipio de Valleseco decidimos ponernos manos a la obra para encontrar a una persona dedicada a la agricultura ecológica que pueda ilustrarnos sobre lo que es realmente esta filosofía de trabajo desde la perspectiva de la experiencia.

Decía Hipócrates, considerado por muchos como el padre de la medicina, “que tu alimentación sea tu medicina y tu medicina tu alimento”. Rosaura no pudo conocer a esta eminencia de la medicina, más de un milenio separan sus nacimientos, pero parece vivir acorde a sus palabras.

Rosaura Santana es una vecina de Valleseco, que ha dedicado su vida al cuidado y respeto del planeta en el que vivimos. Ha trabajado como agente forestal y ha llegado a ejercer de forma breve como ayudante de veterinario. En la actualidad dedica sus energías al cultivo de un sinfín de alimentos de forma ecológica en los terrenos que tiene en Valleseco.

A ello hay que sumarle la comercialización de estos alimentos en el puesto de fruta y verdura que tiene en el mercado ecológico del pueblo, que lleva a cabo junto a Yasmina, la novia de su hijo. Todo este trabajo lo lleva a cabo con una vitalidad y una fuerza que intimida a cualquiera que intente acompañarla en una jornada de su día a día. Nosotros lo intentamos.

Comenzamos la entrevista en el puesto que tiene en el mercado. Tiene a la venta todo tipo de frutas y verduras. Lechugas, limones, papas, batatas, cebollas, papayas, plátanos, tomates, manzanas… Todo absolutamente ecológico, traído de distintas zonas de la isla. La primera pregunta es inevitable, le pedimos a Rosaura que nos explique las diferencias que hay entre la agricultura ecológica y la agricultura convencional y su respuesta es muy clara: “Yo siempre soy muy sencilla al contestar, salud. Salud y vida. La agricultura convencional utiliza demasiada química. Echa mucho veneno, mortal, que no tiene nada que ver con los nuestros que son naturales” además añade que “los convencionales buscan generar mucha producción. Ellos buscan ayudar a la producción, no a la tierra. La tierra la queman porque solo piensan en producir muchísimo. Meten hormonas por ejemplo para agrandar los alimentos”.

Profundizando un poco más en el tema buscamos saber qué herramientas utiliza cada una de las formas de agricultura a la hora de controlar un mismo problema: “Ellos utilizan un veneno muy potente para quemar la hierba. En el ecológico nosotros lo hacemos con un soplete. Ellos queman la hierba porque dicen que es malo, que es invasivo. En la agricultura convencional antes de que salga la planta echan el veneno para la hierba y después plantan. Luego ya añaden más productos para plagas, sulfatos, glicerinas, para el crecimiento…” finaliza Rosaura, en cuyo rostro se percibe la tristeza al hablar de los métodos empleados por los demás agricultores.

Nos explica que ella realiza análisis en la tierra donde cultiva para saber si le falta algún nutriente. Cuando le preguntamos si estos análisis también los hacen los agricultores convencionales nos contesta que “ellos no lo hacen. A ellos les da igual porque van a seguir echando venenos”, y acaba con una apreciación sencilla pero impactante: “Tú vas a una finca ecológica y escarbas y encuentras bichos; lombrices, mariquitas, gusanos… Vas a una finca convencional y escarbas y no te encuentras nada”.

Mientras charlamos en el mercado nos acompaña un improvisado concierto de gallos cantando, ranas croando, perros ladrando a sus amos por comida y demás fauna del lugar. Nos planteamos si estos animales pueden sufrir las consecuencias de los métodos empleados por los agricultores convencionales. “Aquí se ha visto con las rapaces que han ido desapareciendo y muriendo. Te las encuentras muertas por haber comido veneno. Las rapaces comen ratas y las ratas comen muchas plantas. Si las plantas tienen veneno la rata se muere y después las rapaces se la comen. Aquí ha desaparecido el cuervo, ha desaparecido el guirre (ave autóctona de Canarias). Aquí había guirres que han ido desapareciendo por los venenos” nos explica Rosaura.

Le preguntamos cómo se las ingenia ella a la hora de controlar las posibles plagas que le puedan aparecer: “Yo utilizo veneno para las ratas pero es un veneno que no hace daño ni a los gatos ni a los perros, a las rapaces sí si cogen la rata, pero yo procuro enterrar las ratas aunque normalmente se quedan en los agujeros porque el veneno las diseca así que a las rapaces no les hace daño. Yo echo un veneno que se que va a ser malo, no para el cultivo porque yo no puedo echar veneno, pero si tengo una invasión de ratas que se lo están comiendo todo hablo con un técnico para que me explique qué veneno puedo utilizar para matar a las ratas y no dañar a nadie más” y aclara que “ese veneno no se echa en los cultivos, lo echo en agujeros localizados donde sé que hay ratas. Si esas ratas mueren fuera del agujero las busco para enterrarlas. La agricultura ecológica no trata únicamente de la tierra, también trata del entorno, de la laurisilva, de los animales… Hay animales que estaban prácticamente extintos de tanto veneno que se ha echado; el canario, el pinto, el mirlo… Ahora poco a poco se están volviendo a ver”.

Dicho esto dejamos la tranquilidad del mercado para acompañar a Rosaura en sus quehaceres diarios fuera del puesto de la fruta y la verdura. Nos montamos en su medio de transporte, una furgoneta enorme que contrasta con su delgado cuerpo. Al volante de tamaño vehículo su vitalidad y energía parece que se multiplica y las personas que estamos a su alrededor debemos esforzarnos para poder seguir su ritmo.

Conforme nos vamos acercando a la finca de Rosaura nos vamos cruzando con otros coches en dirección opuesta a la nuestra. Las caras de sus conductores, la mayoría hombres, denota sorpresa cuando ven que al volante de la inmensa furgoneta no va otro hombre. “Muchos agricultores no siguen ninguna lógica a la hora de echar pesticidas. Algunos, sobre todo la gente mayor, no saben interpretar las indicaciones de los pesticidas. Como la dosis suele ser pequeña ellos piensan que es demasiado poco y echan mucho más. Ya no es sólo que están echando veneno que provoca cáncer y radioactividad, encima le están echando más cantidad porque les parece poco” nos contesta Rosaura cuando le preguntamos por un hombre que está fumigando mientras pasamos con la furgoneta.

Pasamos a una travesía mucho más agreste que nos indica que cada vez estamos más cerca. Resulta increíble que puedan circular vehículos en ambas direcciones por una travesía tan sumamente estrecha. Los guardarraíles ni están ni se les espera.

Después de dejar atrás varias fincas con perros, ovejas y cabras nos encaminamos por una carretera rodeada de tuneras y, sin darnos cuenta, llegamos a nuestro destino. Rosaura aparca la furgoneta en medio de un camino que podría presumir de ser uno de los lugares más recónditos de Valleseco. Las vistas quitan el hipo, sobre todo para los que puedan sufrir de vértigo. Sin apenas tiempo para poder admirar el paisaje comenzamos a descender a pie por una ruta totalmente salvaje.

De camino le preguntamos sobre el control que tienen los productos procedentes de la agricultura convencional, concretamente al venderlo en los supermercados. “Se supone que ellos deben de llevar un registro en un libro de campo igual que los ecológicos. Ahí deberían anotar cuanto veneno han echado y que días para registrar el plazo de seguridad antes de recolectar el cultivo pero eso no se respeta y en ecológico sí. Por mi propia conciencia yo lo respeto” a lo que añade un rotundo “no”, cuando le preguntamos si los agricultores deben acreditar a los supermercados si sus productos han pasado algún tipo de control.

El último tramo hasta llegar a nuestro destino es una bajada que hay que hacerla prácticamente sentado si uno no quiere correr el riesgo de caerse. Rodeados de zarzas y de todo tipo de vegetación que se conjura para no dejarnos llegar, vemos como Rosaura desciende con la misma facilidad que podría tener un gato. Finalmente llegamos a nuestro destino, un poco raspados y varios minutos más tarde que nuestra entrevistada.

Nos encontramos en una estancia circular al aire libre. En ella hay dos cuevas cerradas con sus respectivas puertas. Rosaura abre una de ellas y de ahí salen varias ovejas a analizar a sus nuevos visitantes, nosotros. Rosaura aprovecha para ponerles de comer y de beber. Todo el camino que hemos hecho hasta llegar a las cuevas está rodeado por cultivos de otros agricultores.

Nuestra entrevistada nos explica cómo protege sus cultivos de los venenos que usan sus vecinos: “Las fincas ecológicas tienen que tener unas barreras protectoras naturales o artificiales. Esta finca las tiene naturales, toda la laurisilva que rodea el terreno. Yo tengo un agricultor convencional por el otro lado y utiliza mucho veneno, muchísimo. A mí no me llega porque yo tengo una distancia de laurisilva en medio de unos 10 metros que protege mi terreno. En agricultores ecológicos se ha detectado algún veneno que proviene de cultivos convencionales. En ese momento se le para la producción y los ecológicos pagamos el pato”.

Después de terminar con las ovejas es el turno de la siguiente cueva. Al abrirla sale de ella Bartolo, una cría de perro mestizo cuya energía sólo se ve superada por el cariño que nos reclama. Mientras le limpia la cueva al cachorro y le da de comer le preguntamos sobre las subvenciones que reciben los agricultores y sí existe diferenciación en función de si la actividad es convencional o ecológica.

“Ahora mismo hay más subvenciones para lo ecológico. Debido al auge de la agricultura ecológica el gobierno de Canarias ha decidido subvencionar más esta agricultura. La gente de la agricultura convencional está pasándose a lo ecológico únicamente por las subvenciones. No porque sea mejor o más sano, motivación económica” a lo que añade “a mí eso me da mucho miedo porque si tú no crees en lo que estás haciendo me parece estúpido que te metas. Cuando se termine la subvención mandarán a la porra lo ecológico de nuevo. Tú no estás haciendo las cosas como es debido y yo no me puedo fiar de alguien que sea así. No me puedo fiar de alguien que no cree en lo ecológico y que lo está haciendo por dinero”.

Exhaustos, emprendemos el camino de vuelta a la furgoneta, con el pensamiento de que una jornada junto a Rosaura no la aguanta cualquiera. Una vez montados en el vehículo y ya dirección al mercado le hacemos una última pregunta a nuestra entrevistada. Le cuestionamos si finalmente merece la pena pasar de la agricultura convencional a la ecológica a sabiendas de todos los peros que existen. Su respuesta no da pie a dudas: “Si a mí me preguntan el porqué me dedico a esto si da más trabajo, para mí es simple No vas a comer nada que no sea natural. Yo no me voy a hacer rica pero yo sé que no estoy haciendo daño a nadie, que no voy a provocar cáncer, estoy respetando el medioambiente. El ecológico no abarca sólo la comida, abarca el medioambiente, la fauna, la flora, abarca todo”.

Como no queríamos quedarnos con una sola cara de la moneda emprendemos nuestro camino con la idea de encontrar un agricultor convencional, dispuesto a desentrañarnos todas las dudas que nos rondan. Después de varias llamadas y algunas recomendaciones creemos dar con la persona idónea, que nos lleva a una recóndita finca en el centro de Gran Canaria.

La Angostura es un barrio del municipio de Santa Brígida cuya característica más importante es que está asentado en el cauce del barranco Guiniguada. La inmensa mayoría de la población de este pintoresco distrito grancanario se dedica a la agricultura ya que nos encontramos en terreno catalogado como hortofrutícola.

Dentro de este sector de la población dedicado al sector primario nos entrevistamos con Antonio Rodríguez, oriundo del barrio desde pequeño y agricultor por aprendizaje familiar.

Nos recibe en su casa, cuyo acceso se hace a través de una cuesta empinada oculta entre parras de uva. Desde el principio se muestra encantado de poder ofrecernos su visión de la agricultura y el trabajo que requiere esta actividad que, a quien no se dedica a ella le puede parecer tan mundana. Después de mostrarnos los terrenos donde se dedica al cultivo y presentarnos a una hermosa yegua que pulula por su finca nos sentamos en un pequeño banco dispuestos a desentrañar todos los misterios que puede tener la agricultura convencional para dos urbanitas como nosotros.

“Yo empecé desde pequeño por medio de mi tío. Mi tío se dedicaba a plantar en un valle de flores, yo empecé con las flores. Me enfoqué con él, me gustaban las tierras y él me enseñó y desde pequeño empecé. Más adelante mi padre siguió también, compró unos terrenos y así me he vinculado con la agricultura. Después compré yo unos terrenos, fabriqué mi casa y seguí plantando” nos comenta nuestro entrevistado cuando le planteamos el origen de su interés por la agricultura.

Como en muchas zonas de campo, el terreno de Antonio es de autoconstrucción, es decir, él ha ido con el tiempo fabricando su casa y haciendo más grande su finca. La concepción de la propiedad es totalmente diferente en el campo y en la ciudad, Antonio nos muestra como uno puede dedicarle una vida entera a ir construyendo su casa, con mucha paciencia y perseverancia. Igualito que en la ciudad.

Por cuestión de fechas, nuestro entrevistado no tiene ningún cultivo en proceso para enseñarnos así que es inevitable preguntarle cual es el principal alimento al que se dedica. “Yo cultivo principalmente papas” y añade “también he plantado habichuelas, coles, coliflores, zanahorias, un poco de todo”.

Desde un principio nuestro protagonista se muestra totalmente transparente y sincero en sus respuestas y no nos da la impresión de que intente vendernos un testimonio que no se adapte a la realidad de su trabajo diario. Por ello decidimos entrar en materia y cuestionarle sobre las principales trabas que encuentra a la hora de cultivar.

“El principal problema por la zona en la que vivo es el agua. El agua me supone un coste muy fuerte, es decir, hoy en día para sacar un producto en la zona en la que yo vivo se gasta muchísima agua”. Resulta curioso que a pesar de que agricultura ecológica y agricultura convencional son dos conceptos totalmente opuestos en cuanto a filosofía de trabajo se refiere, acaban encontrando en los problemas un punto en común.

“Otro problema son las plagas, cada día hay más plagas. Yo a veces me pregunto cómo en lo ecológico pueden sacar los cultivos porque en lo convencional con insecticidas fuertes y cuesta sacar el cultivo”

Le pedimos a Antonio que nos explique cómo se encarga él de combatir las plagas y nos lo desgrana con todo lujo de detalles: “Yo tengo atomizadores y maquinaria de sulfatar. ¿Qué suelo utilizar? Pues para el pulgón o para la lagarta echo cipermetrina por ejemplo. Hay montón de productos, tienes también el clorpirifos entre muchos otros. Hay algunos específicos para determinados bichos. La cipermetrina te vale para el pulgón, la lagarta… Luego te puede venir una plaga como la mosca guatemalteca y tienes que comprar un producto específico que se llama Confidor 20, es un producto caro y va bien”.

De primeras escuchamos cipermetrina, clorpirifos o Confidor 20 y no nos dice mucho. Cuando vemos las botellas con el líquido, las abrimos y olemos el contenido ya comenzamos a ser más conscientes de lo que son, venenos puros.

No hace falta indagar mucho por la web para encontrar datos preocupantes. Del clorpirifos nos encontramos que es “moderadamente tóxico y la exposición crónica se ha relacionado con efectos neurológicos, trastornos del desarrollo y trastornos autoinmunes”. Encontramos también que “existe una correlación  con las enfermedades crónicas asociadas con trastornos autoinmunes después de la exposición al clorpirifos” entre otros riesgos.

Del resto de ellos, si bien es cierto que no encontramos información específica sobre sus efectos, encontramos mucha información general de diversos estudios. En un estudio hecho por científicos de la Universidad de Caen y del Criigen leemos que “los test que suelen hacerse para evaluar la peligrosidad de los pesticidas y luego establecer qué cantidad de ellos es segura o no, dejan mucho que desear. Tanto que a veces pueden llegar a subestimar un riesgo que podría ser en algún caso mil veces superior de lo que se pensaba”. El estudio añade además que “los test usuales suelen basarse en estudiar solo una mínima parte de los productos -lo que se llaman los principios activos- pero no la mayoría de su contenido”. Por último señala que “en realidad los principios activos solo suelen ser una ínfima parte de la composición del producto que se pone a la venta el cual puede ser una compleja mezcla de muchas sustancias. Ésos otros compuestos que acompañan al principio activo han sido bautizados como inertes, como presuponiendo que no tendrían efectos. Sin embargo, la realidad parece no ser tan sencilla”.

Basta una búsqueda de información superficial para encontrar suficiente información que nos haga poner en tela de juicio la supuesta inocuidad de los fertilizantes.

Antonio nos explica además que normalmente se echan varios productos a los cultivos. “Sí, puedes sulfatar y echarle al cultivo 3 o 4 productos diferentes. Puedes echar un fungicida para los hongos, puedes echar un insecticida de un tipo y luego otro para otra cosa. Puedes echar hasta 3 y 4 si son compatibles porque hay productos que no son compatibles” a lo que añade que “no puedes echar dos productos que sean incompatibles entre ellos porque puedes provocar una intoxicación” cuando le preguntamos sobre las consecuencias de una incompatibilidad entre pesticidas.

La sinceridad con la que nos va desvelando las prácticas habituales de esta difícil profesión nos sorprenden, sobre todo cuando le preguntamos por la supuesta falta de rigor en algunos agricultores a la hora de calcular las medidas de los pesticidas

“Aquí hay gente que no tiene pesas de gramaje, no tienen vasos para medir las dosis y entonces mucha gente de aquí, mayor, te coge hasta un tapón de la misma botella y le echan tres tapones. No saben la dosis que están echando, tal vez están echando tanto como para provocar una sobredosis y es verdad que es algo muy habitual, sobre todo la gente mayor. Prefieren echarle más que menos” enfatiza.

Respecto a los plazos de seguridad que hay que cumplir entre que fumigas y recoges también le preguntamos y su respuesta es igual de interesante. “Cada producto tiene un plazo de seguridad, es decir, a lo mejor un producto te dice que una vez lo echas en 15 días no puedes ni dárselo al ganado ni recolectarlo. Tú tienes que respetar eso. Si lo recoges antes, que esas cosas pasan porque yo he visto gente que no respeta el plazo de seguridad y manda el producto para el mercado o para su casa, va con residuos por no haber respetado el plazo de seguridad. Se entiende que el plazo de seguridad es para que no queden residuos del producto y está apto para comer”.

Nos ilustra algunas prácticas de dudosa ética además con un ejemplo: “Yo recuerdo un señor que ya no está aquí, que se fue para Colombia, que fue a fumigar y se equivocó y echó un herbicida. Quemó todas las papas pero no las perdió. Según se secaron las papas las cogió y las mandó al mercado”.

A la vista de la facilidad con la que parece que un agricultor puede llenar de fertilizantes sus cosechas le preguntamos a nuestro entrevistado si existe algún control a la hora de comercializar estos productos. “Todo eso ha cambiado con la ley de trazabilidad. Es un seguimiento que hay que hacer a los productos desde el origen hasta el final, es decir, desde que tú compras las semillas hay que hacer un seguimiento”. Nos continúa explicando en qué consiste la ley de trazabilidad. “Cuando yo llevo la mercancía al mercado, yo tendría que entregar una ficha que nunca he visto y ahí tengo que poner todo: la fecha de cuando he sulfatado, qué productos he echado. Explicar lo que contiene el producto” y nos reconoce también que “es verdad que hoy en día no se lleva tanto a cabo”.

Metidos ya en cuestiones de legislación, nos interesa que nuestro entrevistado nos explique los métodos que hay que seguir para poder comprar todos los productos químicos que se usan en la agricultura. “Hoy en día hay un registro cuando tú vas a la tienda y tienes que dar tu carné de manipulador de productos fitosanitarios, en caso contrario no te venden. Esto del carné se lleva hablando desde hace un montón de años que había que hacerlo pero se empezó a llevar a cabo hace relativamente poco. Ahora está todo registrado. Yo voy a cualquier tienda a comprar productos y queda registrado como que Antonio ha comprado tanta cantidad y tiene el carné, de otra forma no te lo venden”.

A colación de la multitud de animales que han ido cantando durante la entrevista le preguntamos a Antonio sobre las posibles consecuencias que pueda tener el hecho de fumigar con el resto de seres vivos que cohabitan en el campo. “En su momento hubo unos productos muy fuertes como el Temik que lo echabas y se cargaba todo tipo de plagas que hubiera. Aquí ya no está pero por ejemplo en Marruecos lo siguen utilizando. El Temik es un nematicida, para eliminar los nemátodos que aparecen debajo de la tierra. Este producto era parecido a los granos de café. Tú se lo echabas a la planta o al mato y se te ponía precioso pero cualquier pájaro o insecto que se posaba en el mato se moría. Lo retiraron porque se cargó la fauna” y termina añadiendo que “es verdad que el mato se te quedaba 3 meses limpio de plagas y precioso pero si se posaba un pájaro se lo cargaba. Inclusive era tan fuerte que se cargaba hasta los pájaros que se comieran al pájaro que estaba muerto, e incluso al siguiente. Es muy fuerte y lo quitaron del mercado. Se cargó la fauna, aquí había muchas bandadas de pájaros y desaparecieron. Ahora están empezando a aparecer otra vez. Yo recuerdo ver aquí bandadas de pintos o de chamarines y ya no se ven”.

No hace falta una vez más hacer una búsqueda exhaustiva para confirmar las palabras de Antonio. El Aldicarb es el compuesto activo del Temik. De él leemos que “fue retirado como producto autorizado por la UE en 2003, se permitió excepcionalmente en algunos cultivos hasta el 2007 utilizado por profesionales. Desde entonces su uso y tenencia está prohibido en la Unión Europea”. El Aldicarb está relacionado con uno de los mayores desastres industriales de la historia. Para fabricar el Aldicarb se emplea un gas denominado metil isocianato. El 3 de diciembre de 1984, después de una serie de fallos de seguridad, este gas fue liberado en una fábrica en la India dejando más de 30.000 muertos y cientos de miles de personas afectadas.

Estamos hablando de productos extremadamente tóxicos que se han empleado a la hora de fumigar cultivos que luego van a ser utilizados para el consumo humano. Resulta dantesco entender como se ha podido llegar a autorizar el uso de un pesticida así durante algún momento en el mundo de la agricultura.

Para terminar le pedimos a Antonio que nos ofrezca su opinión sobre la agricultura ecológica. “Aquí delante de mi terreno tengo una finca ecológica y yo le he visto una cosecha de papas entera llena de bichos. Nunca me lo he planteado y es que no lo veo porque con los productos para fumigar que tenemos hoy y me cuesta muchas veces”.

Con esta reflexión y muy agradecidos con Antonio ponemos fin a la entrevista. La vuelta a casa es un tanto agridulce. Por una parte estamos muy satisfechos de todo lo que nos ha explicado, sin ningún tapujo ni reparo. Por otra parte se hace muy difícil poder asimilar la cantidad de malas prácticas que se pueden estar cometiendo en un ámbito, como es el de la agricultura, que repercute directamente en nuestra salud y en nuestro planeta.

Como si de las agujas de un reloj se tratara, la investigación nos lleva de nuevo al inicio, a Valleseco. Después de conocer el testimonio de Rosaura y de Antonio necesitamos dar un paso más y conocer los pormenores que pueden existir a la hora de comerciar con productos elaborados con las materias primas que nuestros dos anteriores protagonistas se encargan de cultivar. Para ello tenemos ya un candidato claro…

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