¿Quién dijo miedo?

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Estamos asistiendo a una metamorfosis en donde la contribución está dando paso a la asistencia. Per se no es nocivo, pero acostumbrarnos a que la nevera se llena sola, como por arte de magia, tampoco es recomendable. En el ámbito de lo privado la situación se aclara bastante, de forma que según el nivel de renta que entra, se podrá relacionar con lo que se adquiere y disfruta, teniendo en cuenta si se deja algo que se pudiera destinar al ahorro, para poder complacerse en un futuro, o si se adquiere renta intertemporal a través del endeudamiento, lo que te da una mayor capacidad de gasto e inversión en un inicio sabiendo que se debe devolver, en cómodos plazos a ser posible, con posterioridad.

En el entorno de lo público, puede que no se tenga tan claro. De hecho, la expresión “gratis” se utiliza con una mayor recurrencia de la deseada. Tanto es así que, de forma cierta, nada es gratuito. Lo que ocurre es que el abono se colectiviza para que aquellas partes de la sociedad que no puedan acceder con recursos propios lo puedan hacer gracias a la solidaridad del resto. Pero ¿a cambio de nada? No. A cambio de procurar una inserción social necesaria a través de “enseñar a pescar, en lugar de dar pescado” para, como aventura el proverbio chino en cuestión, en lugar de dar alimento un día, se tendrá la oportunidad de poder acceder a él todo el tiempo.

Según el informe anual sobre ingresos fiscales publicado por parte de la OCDE, que no es otra cosa que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el mayor incremento de la presión fiscal en 2020, que nos indica la cantidad de recursos abonados en concepto de tributos comparado con el Producto Interior Bruto, se dio en España debido, principalmente, al hundimiento del PIB experimentado por la pandemia provocada por la COVID-19, de forma que se situó en el 36,6%, frente al 34,7% del año 2019, superando así la media del 33,5%, donde se incrementó una décima respecto en el mismo periodo de tiempo. De este modo, desde el año 2000 el crecimiento de la presión fiscal en España se ha sextuplicado en promedio entre las economías de la OCDE, algo nada desdeñable en un entorno con altas tasas de paro.

Y en términos prácticos ¿qué significa? Que, ante unas necesidades crecientes, estando en medio de una menor disponibilidad de recursos, el esfuerzo colectivo se ha incrementado. Por sí mismo no es nocivo, pero mantener en el tiempo tal situación tampoco es recomendable, ya sea porque el nivel de agotamiento de la parte aportadora haga acto de aparición o, por el contrario, pudiera parecer que situarse en la parte cómoda de la ecuación se convertiría en un incentivo difícil de rechazar. Entonces, ¿dejamos al albur del destino el resultado de los acontecimientos e implementamos la meritocracia como único camino o, por el contrario, evitamos la caridad, apostamos por los cauces solidarios, pero (siempre hay un pero) con el compromiso ineludible de su devolución por parte de la parte auxiliada en forma de inserción laboral que implique la inserción social? Fácil no es y en estos términos, primero hay que competir en el ámbito del empate, porque la derrota suele darse por segura y por la victoria se pagan altos precios. Pero, ¿quién dijo miedo? 

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