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Con los euros bajo el brazo

José H. Chela / José H. Chela

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Pero, últimamente, la vida se puso muy chunga, y un hijo era –es- una pesada carga que requería mucho tiento económico y un gran acopio de responsabilidad para echársela encima. Como, por otra parte, las directrices vaticanas cada vez convencen menos y el personal es muy dado al fornicio sin embarazosos objetivos, pues hete aquí que un país donde se abundaban las familias numerosas y supernumerosas (Franco no sólo concedía ayudas a los hogares con un montón de criaturas, sino que invitaba a los heroicos cabezas de familia al Pardo y luego salían todos en el No-Do) se transformó en la nación que encabezó en Europa el crecimiento poblacional cero y en el que el censo de habitantes incluso descendía porque las defunciones superaban a los nacimientos. Esto duró un tiempito. Ahora, sin que se trate de recuperar ideas del régimen anterior, los niños españoles nacerán no con un pan, sino con 2.500 euros bajo el brazo. Así lo anunció el presidente Rodríguez Zapatero durante el último debate sobre el estado de la nación y el primero de la campaña para los comicios generales. La medida ha sido bien acogida por las futuras madres y las que están ya fuera de cuentas: Menos da una piedra, han comentado. Y es que los 2.500 euros, si se ponen ustedes a calcular, dan si acaso para el cochito del bebé, los patucos, la chupa y la primera docena de biberones (si hay biberones, porque ahora se potencia la lactancia natural, como debe ser). A uno le parece bien que se fomente la paternidad y la maternidad y el traer menudos a este mundo de locos. Lo que le extraña –o no tanto, si tenemos en cuenta lo de la mentada campaña electorera- es que la medida se tome ahora, cuando los inmigrantes, que contra lo que se creía, han venido a arreglar muchas cosas, además de dar un empujoncito a la economía patria, han logrado reimpulsar el crecimiento demográfico. A lo mejor con el incentivo económico de lo que se trata es de establecer una competencia entre la procreatividad –fuerte palabro- de los foráneos establecidos aquí y de los naturales del terruño de toda la vida, para que no nos coman por las patas p´arriba, como temen algunos. Todavía.

José H. Chela

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