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El hombre que fotografió la isla de San Borondón
La exposición de 80 fotografías de Manuel Rodríguez Quintero en el MAB, Museo Arqueológico Benahorita, de Los Llanos de Aridane, ha sido feliz iniciativa de María Victoria Hernández, consejera de Cultura. Aquel joven de rostro enteco llevaba consigo una carga de artista, a borbotones se expresaba su energía interior, su bohemia instintiva. Habla por sí sola una imagen en la que se le ve en su pobre “estudio” en compañía de otros hombres de su época. Fotos en blanco y negro, pero con tales matices que parecen sinfonías en color, por ejemplo las vistas de la Caldera. Se trata de documentos insuperables, y, exhibidos gracias a la generosidad de su familia, podemos contemplar algunos perfiles de aquella isla rural y pobre de la emigración, casuchas casi inhabitables, carreteras de tierra, isla de la larga dictadura, el miedo y los silencios.
Imágenes de un valor histórico innegable. Así la de los niños que transportaban a sus “señoritos” por el barranco de Las Angustias, y uno de ellos sigue fumando un orondo puro mientras es transportado. La estrecha y polvorienta carretera de tierra que solo llegaba hasta Candelaria, núcleo central de Tijarafe. La belleza edénica de Puntagorda, la expresividad salvaje de La Caldera. La construcción del ayuntamiento de Los Llanos, las primeras casetas de Puerto Naos, la presencia del alcalde Duque cuando empezaba a verse la necesidad de ordenar aquel entorno. Célebres fueron también sus fotografías del volcán de San Juan (1949). ¿Qué decir del increíble testimonio de los republicanos huyendo a La Caldera, aquellos a los que engañosamente se les denomina Los Alzados? ¿Y el contrapunto del mitin de Falange terminada la guerra, con el arco triunfal apoyado en la fachada de la iglesia de Los Remedios?
Y, aunque no esté presente, hemos de recordar la célebre imagen sanborondiana. Nos lo cuenta María Victoria Hernández en www.bienmesabe.org. Sucedió que una tarde de 1957 o 1958 él deambulaba, con su cámara al hombro, por Las Martelas de Arriba, cerca de Triana, en Los Llanos. En las represas-estanques propiedad de Gregorio Camacho Gómez se bañaban unos niños, entre ellos Arístides Sánchez y Evaristo Pérez Barreto. En un día de horizonte y cielo limpio de repente una isla se dibujó mar afuera, no era El Hierro, que estaría más al sur, a la altura de Fuencaliente. Era la isla encantada, no podía ser otra. Luis Diego Cuscoy daría amplio testimonio en el ABC de Sevilla, el 10 de agosto de 1958.
Rodríguez Quintero nació en 1897, Santa Cruz de La Palma, y murió en Los Llanos, 1971. Desde los 15 años trabajó como fotógrafo “ambulante”, al lado de su padre. Estuvo diez años en Cuba ejerciendo la profesión. Todo el mundo lo conocía por El Cernícalo, un apelativo que al parecer viene de sus años mozos, cuando él y otro joven estaban interesados por la misma chica, y alguien le advirtió que si no se andaba con ojo el otro se la levantaría “como un cernícalo.”
Luis León Barreto
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