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La manipulación creativa

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La Real Academia de la Lengua Española define la verdad con siete acepciones, que van desde la conformidad con las cosas con el concepto que de ellas forma la mente, la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa, la propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna, el juicio o proposición que no se puede negar racionalmente, la cualidad de veraz, la expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende o, simplemente, realidad.  De hecho, implica siempre una relación entre un sujeto, es decir, una inteligencia, y un objeto, o sea, una realidad. Como tal, la verdad es la concordancia del pensamiento con lo real. Pero, si tal correspondencia no se da, entonces nos arriesgamos a afirmar que se trata de una proposición falsa.

Otra cosa bien distinta es la verdad relativa. De hecho, es una proposición que es cierta solamente cuando es considerada en relación con determinados criterios, como una norma, convención o punto de vista. Las verdades relativas, en este sentido, dependen de principios o normas asociados a la cultura o época a partir de la cual se las esté considerando. De allí que la verdad de determinadas afirmaciones o proposiciones depende de cómo se las esté viendo. Incluso, aunque pudiera parecer extemporáneo, se puede llegar a denominar materialismo histórico a tal hecho. Y, continuando con la evolución, terminamos en la posverdad, en donde los hechos objetivos ya no son tan relevantes como las emociones y creencias que genera, de forma que la influencia se basará en satisfacer sentimientos y creencias y no tanto en los hechos reales.

 Estas son las reflexiones que, tal vez, las personas encargadas de elaborar los proyectos de presupuestos públicos para el próximo ejercicio tengan en mente. Es decir, describir la realidad soñada y no tanto la real, así como los esfuerzos necesarios para alcanzar la primera. A partir de ahí, activar la maquinaria de propaganda para atraer justificaciones es imprescindible. Y nada mejor que una justificación que reafirme nuestras convicciones. De hecho, una creencia se convierte en algo reconocido es porque está avalada y legitimada, aunque sea de aquella manera.

 Debido a los riesgos existentes basados en el incremento explosivo de la demanda, la inflación, el desabastecimiento o los escenarios de elevación de tipos de interés, entre otras cosas, mientras que absolutamente todos los operadores estadísticos mantienen a la baja las expectativas de recuperación visto el agotamiento de las medidas y riesgos emergentes, los diferentes equipos de gobierno de los diferentes niveles de la administración pública van en dirección contraria, siendo más optimistas que lo que la realidad pudiera ofrecer. Por esa razón hay que tener en cuenta que los mecanismos son los que son y los resultados se van percibiendo para lo que hay que establecer un marco de certidumbre para que los agentes económicos y sociales actúen en consecuencia y no se vean en un laberinto sin salida donde la desesperación llevaría a ejecutar planes ubicados cerca del pánico y lejos de la racionalidad necesaria. Ahora bien, pensando mal, tal vez sea ese el objetivo último para que, cuando nos digan que saltemos al vacío, no tengamos criterio alguno para desobedecer.

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