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En memoria del artista Alberto Manrique de Lara
La tristeza me embarga al escribir en el recuerdo estas letras a mi inolvidable amigo y magno artista Alberto Manrique de Lara Díaz. Nos ha dejado, cumplidos los noventa y dos años, el pasado día 28 de marzo. En sus últimos días de existencia no dejó de pintar (me decía su esposa Yeya), aún en estado casi agónico con la merma de su salud, quería seguir en el propósito de pintar y hacer su arte. Sus familiares le pusieron una mesa para que lo pudiera hacer en su casa, sin subir a su estudio. Quien procede en esta actuación lo hace por la fuerza de la vocación, cuando esta se vive de forma mística en el ser. Este hecho me recuerda a don Benito Pérez Galdós, de quien aseguran sus biógrafos, que estando en la demencia próxima a su muerte, decía que tenía que levantarse de la cama, porque: “tengo mucho, mucho, trabajo”.
Alberto era uno de los más importantes artistas de la plástica de nuestro archipiélago. Y tuvo el reconocimiento a su arte en toda España, con los variados premios con que fueron acogidas sus creaciones artísticas. Tuvo encargos de realización de sus obras desde los lugares más recónditos de toda nuestra nación, y por entendidos en el arte. Su singular estilo le acreditó como un artista distinto, único en su género y originalidad pictórica. Con su óbito se cumple un ciclo de los artistas más destacados y emblemáticos de las artes históricas de Canarias. Perteneció al selecto grupo de contados artistas que encumbraron con sus obras e ideas, la representación de las artes de vanguardia desde la mitad del pasado siglo. Cuando de verdad tiene su fundación el arte moderno en Canarias, desde la segunda década de la centuria veinte.
El talento de Alberto Manrique de Lara, con la continuidad en el oficio, en el óleo, la acuarela y el grabado calcográfico, fueron propicios para que descubriera un lenguaje muy singular, a la par que original en su creación y quehacer técnico: El Realismo Fantástico, que con sus ideas y excelente dibujo que poseyó, le llevó al zenit de su arte. Sin olvidar el paisaje, bodegones y naturalezas muertas, que tantas realizó en su primera época. Era este el arte que demandaban sus clientes, en principios. Pero en el Realismo Fantástico fue un artista que dejó huella en este estilo artístico, donde la magia y la elucubración de los interiores imposibles tuvieron su ilusoria plasmación, bajo sus ideas y representación, con unas perspectivas extrañas e imposibles (pero sin que se emparente con el surrealismo). Al pasar los años y con el cúmulo de imágenes nuevas, derivó en sus obras del Realismo Fantástico, hacia un realismo con ciertos matices de hilaridad en la crítica social y política.
Tampoco hay que olvidar su primera etapa, casi de iniciación, cuando colaboró –junto a otros artistas grancanarios– con la revista Planas de Poesía, que fundara y sufragara el poeta José María Millares (hermano de la esposa de Alberto). A partir del afortunado proyecto de esa revista cultural, se planeó la fundación del grupo Ladac, 1951 (Los arqueros del arte contemporáneos), bajo los criterios y dinamismo de Manolo Millares. Esa era la soflama que en mente tenía el pintor abstracto internacional, siguiendo los roles de los recién creados grupos artísticos en la península.
Después de finalizar sus estudios de Aparejador (hoy Arquitectura Técnica), en Madrid, en el año 1947, Alberto vuelve a su isla natal. Trabaja en su profesión durante años, que más adelante coincide con el boom turístico en la creación de nuevos proyectos de arquitectura. Fueron las edificaciones turísticas que comenzaron a rezumar por toda la costa insular grancanaria. Muy bien le iba su profesión de arquitectura y decoración –a la par que también realizaba sus obras de arte–. Pero en él pudo más, y fue vencido por su vocación artística, que por la técnica constructiva. Consciente y de forma irrevocable, decide en el año 1975, apartar definitivamente la arquitectura, para dedicarse en exclusiva a la pintura artística.
Muchas fueron las charlas sobre arte canario y en concreto, sobre su arte y recorrido profesional, que mantuve con Alberto en su estudio. Específicamente cuando estábamos preparando la muestra, que tuve la distinción de comisariarle, en la sala de arte del Cicca en el año 2007. A Manrique de Lara le encantaban las charlas sobre arte; era un gran conversador. Y sobremanera, era por su dilatada y bien llevada vida, un catón de conocimientos del arte de la isla y de su propia biografía. Asimismo, siempre estuvo presto a participar con sus obras, en mis otras exposiciones colectivas, organizadas y mentadas por el que suscribe. En la última, con que le pedía participación, lo hizo con dos nuevas obras realizadas exprofeso para este evento. Eran dos magníficas acuarelas de paisajes marinos. Nada produce dolencia cuando la fruición es máxima para crear y hacer arte. El tema propuesto era Orillas Atlánticas.
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