Espacio de opinión de Canarias Ahora
La mirada identitaria de los artistas canarios
Nuestra tierra resultó atractiva desde hace siglos a quienes nos visitaron o tuvieron noticia de nuestra localización o de nuestras singularidades. Estudiosos e investigadores de todas las ramas del saber han prestado atención a Canarias durante siglos por su belleza y originalidad. Entre los siglos XVII y XIX, por lo general, el interés venía de fuera, de investigadores ilustres como Alexander von Humboldt, Rene Verneau, Sabin Berthelot, Olivia Stone, etc., con notables excepciones como el erudito e ilustrado canario Viera y Clavijo. Muy lentamente, sobre todo ya bien entrado el siglo XX, nosotros mismos, a través de una nueva cantera de estudiosos, nos incorporamos al conocimiento de nuestra propia identidad.
Sin embargo, buena parte de los temas que acucian a científicos y estudiosos sobre nuestra compleja realidad ya habían sido intuidos por otro colectivo que es y debe ser reconocido como un motor fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad madura. Me refiero a los artistas, a nuestros artistas. A ellos debemos una mirada identitaria en torno a la historia y la naturaleza de las islas Canarias a través del lenguaje que mejor conocen: el del arte.
En estos días podemos contemplar dos exposiciones que condensan esa mirada reflexiva sobre nuestra cultura: Óscar Domínguez, Manolo Millares y Martín Chirino: una mirada insular, inaugurada en el Castillo de la Luz el pasado 13 de junio; y la retrospectiva Pepe Dámaso, que se puede visitar en el CAAM desde el 22 de junio.
La exposición del Castillo de la Luz, actual sede de la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, comisariada por el crítico de arte y director del Instituto Cervantes Juan Manuel Bonet, pone en diálogo a tres referentes indudables del arte canario (Domínguez, Millares, Chirino) con sus coterráneos en lo que constituye un pilar básico de todo pueblo: la lectura de su tradición a través de una propuesta artística e intelectual en la que nos podemos reconocer toda la ciudadanía de las islas, muy especialmente gracias al uso del lenguaje simbólico, un lenguaje que es mucho más eficaz que el convencional o el de la ciencia, porque llega al alma directamente.
Cuando contemplamos, por ejemplo, Cueva de guanches, de Óscar Domínguez, el autor, como un visionario, consigue decirnos que debajo de nuestro paisaje árido, de nuestro mar donde pescamos tranquilamente el pescado que la industria enlatará luego, en nuestro subsuelo (¿el inconsciente colectivo tal vez?), hay todo un mundo por descubrir, por desentrañar, que es nuestro propio pasado.
Y cuando Manolo Millares crea sus “pictografías” primero y sus “arpilleras” después, inspirándose en los signos y los tejidos funerarios de los antiguos canarios, no hace más que conectarnos por la vía de la intuición con nuestro propio pasado, porque es la única manera de construir nuestro futuro y definir nuestro propio puzzle como pueblo consciente y solidario.
Las Espirales de Chirino, los Afrocanes, los Aeróvoros, surgen en el espacio para que nos interroguemos, como él lo hace, sobre nuestra existencia. Están ahí en los centros de arte, en la propia calle, para recordarnos que debemos pararnos por un momento para pensar sobre nosotros mismos.
Y no sólo sobre la historia, sobre nuestra historia ocultada, han hablado con sus símbolos estos tres artistas, sino que lo han hecho también sobre nuestro espacio, sobre el territorio real y mítico en el que habitamos. Los Paisajes, las Raíces y los Vientos de Chirino, el drago de Óscar Domínguez, incluso los paisajes de piel humana de Millares, donde la materia pictórica es la herida profunda, el desgarro y la sangre, nos acercan visionariamente a otra mirada esencial sobre el paisaje insular, como quería Pedro García Cabrera en su célebre ensayo de 1930, El hombre en función del paisaje: “Nuestro arte hay que elevarlo sobre paisaje de mar y montañas. Montañas con barrancos, con piteras, con euforbias, con dragos...”
Por su parte, el CAAM retoma a otro de los grandes artistas canarios, a Pepe Dámaso, en esta ocasión con una exposición retrospectiva comisariada por Carmensa de la Hoz, amiga personal del artista durante cuatro décadas y profunda conocedora de su creación. Dámaso es uno de los artistas grancanarios más destacados y prolíficos del arte canario de la segunda mitad del siglo XX y de este ya entrado siglo XXI, pues afortunadamente permanece en activo.
Como en Domínguez, Millares y Chirino, en Dámaso los antiguos canarios, las tradiciones de su tierra y la poderosa atracción del paisaje canario constituyen elementos relevantes de su obra, como podemos apreciar, por ejemplo, en sus series de Harimaguadas y Balos, en las obras dedicadas a la fiesta de la Rama o en los Héroes Atlánticos.
Dámaso es un artista cuya vida ha estado marcada por un continuo viaje. Por una pulsión y contradicción constante entre la realidad, la historia y el entorno que le ha tocado vivir, siempre en contacto continuo con otras realidades próximas al canario: Europa, África y América latina. Ello le ha permitido establecer un contacto permanente con numerosos artistas, escritores, cineastas e intelectuales que han ido jalonando diferentes episodios del complejo y rico relato de su trayectoria vital.
Un largo camino que pronto lo distancia, críticamente, de la abstracción para indagar con un sello personal en la figuración, generando un lenguaje propio donde ambos territorios se dan armónicamente la mano. Por eso Dámaso es ante todo un artista contemporáneo, que maneja las herramientas del collage y del ensamblaje como un auténtico maestro y que presta atención al cine y a la literatura. Un ejemplo clave es La Umbría, el homenaje tanto pictórico como cinematográfico a uno de los escritores fundacionales de nuestra literatura.
Sus extensas referencias literarias, especialmente poéticas, le llevan a rendir un tributo a sus escritores icónicos: Federico García Lorca (La muerte puso huevos en la herida), Fernando Pessoa, Tomás Morales, Constantin Cavafis… Y su pasión por África se pone de manifiesto en la serie Mango negro, en su Políptico de las Cacatúas, donde representa a un Cristo negro, y en las esculturas que presentó en Senegal hace ya más de 50 años, lo que lo convierte en uno de los artistas canarios de mayor proyección en el continente. La obra que podemos contemplar en esta exposición reconoce también la reflexión existencialista de Pepe Dámaso, tanto en referencia a la muerte, ese destino inexorable al que nos conduce nuestra existencia, como a uno de sus antídotos, el amor, que el autor resuelve gracias a un erotismo liberador.
Esta retrospectiva es un homenaje merecido del CAAM, y por tanto del Cabildo de Gran Canaria, a su dilatada y rica carrera, en la nueva línea programática emprendida por este buque insignia del arte en Canarias, que pretende recuperar la presencia de los artistas canarios, como los Premios Canarias Lola Massieu, que tuvo ya su retrospectiva, y Juan Hidalgo, con un pequeño homenaje al obtener el Premio Nacional de Bellas Artes. Pronto vendrán otros dos Premios Canarias: Paco Sánchez (galardonado en la última edición), César Manrique y la también Premio Nacional de Bellas Artes Concha Jerez. Pero también se recupera el diálogo de artistas de las islas con América y África, como ocurrió con aquella espléndida e impactante colectiva El iris de Lucy, con presencia de dos mujeres artistas canarias.
Los cuatro protagonistas de estas dos exposiciones que en estos días podemos contemplar en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, han llevado su isla universal, han construido su archipiélago por el mundo con la cabeza alta, ya sea en Madrid, París, Nueva York o desde la propia Gran Canaria, creando por y para el mundo con la mirada puesta en el origen.
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