Musk y Twitter: 'spoiler', es la Inteligencia Artificial

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Sólo desde la ingenuidad se puede creer que el único motivo de Elon Musk para comprar Twitter sea algo tan noble como potenciar la libertad de expresión en la plataforma. Tampoco en alguien tan acostumbrado a marcar la agenda global es factible que todo responda al deseo narcisista de controlar un canal de información, por muy ampliamente utilizado que sea. La Unión Europea agita la recién aprobada Digital Service Act como un “detente bala” infalible, con la presunción de que el empresario sudafricano tiene una motivación unidimensional: controlar el debate de la red social del pájaro azul a favor de sus intereses. La expresión de Musk deja traslucir poco de las razones reales de sus acciones, que son achacadas, además de al afán de disponer de un altavoz mediático y ser el foco de atención del mundo por unos días, a un mero capricho de millonario malcriado.

Algunos de los análisis que se realizan parten, a mi juicio, de un error de base, considerar que la comprar de Twitter es un fin en sí mismo y que permanecerá eternamente con la misma filosofía de servicio: una red social de intercambio de mensajes en abierto, a medio camino entre una barra de bar y un sesudo foro de debate, con una inmensa gama de variantes intermedias. Los cambios meramente técnicos sobre la plataforma que Elon Musk desgrana a través del propio Twitter (e.g. mensajes más largos, capacidades de edición, acabar con los bots, encriptado de los DM…) refuerzan en algunos la visión de un plutócrata dedicado en sus horas libres a modelar un servicio de acuerdo con sus ideas felices. Sin embargo, es difícil pensar, viniendo de un tiburón de los negocios como Musk, que todo ello no sea más que una cortina de humo de una estrategia de más largo alcance.

En mi opinión, la compra de Twitter es el primer paso en una senda destinada a fortalecer su posición en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), área por la que de modo recurrente ha expresado preocupación por su modelo de desarrollo y, en particular, por sus proyectos relacionados con el modelado del pensamiento humano, como Neuralink. Kai-Fu Lee, expresidente de Google en China, en Superpotencias de la Inteligencia Artificial describe cómo las empresas chinas apalancan el desarrollo de la IA sobre grandes lagos de datos, sin innovaciones tecnológicas concretas pero perfeccionando los algoritmos al disponer de la materia prima de la información en abundancia. Twitter proporciona a Musk un lago de datos del que no disponía, 500 millones de tweets que reflejan política, modelos de consumo, sentimientos y costumbres, y todo tipo de grados de pensamiento humano aprovechables en Neuralink. Sin embargo, Twitter tiene una debilidad, su bajo número de usuarios comparado con otras plataformas tecnológicas. Necesita más usuarios, y para eso ha de cambiarla radicalmente.

Musk se ha referido a esta red social como un servicio que no ha sabido desarrollar su potencial. Pero no está pensando, probablemente, en fortalecerlo como plataforma de debate, sino en un servicio muy diferente del que es ahora, según sus palabras, que “deje de ser un servicio de nicho”. Como ha recordado Jeff Bezos, el empresario sudafricano tiene estrechas relaciones con China y en el cerebro de Musk debe flotar la historia de Tencent, con quien tiene vínculos por poseer desde 2017 un 5% de Tesla. Volviendo a Kai-Fu Lee, en su libro describe también el modelo de navaja suiza de los servicios digitales del país asiático, del que Tencent es el paradigma máximo: desde un servicio de mensajería ha evolucionado a un juggernaut que abarca e-commerce, banca on-line, juegos y así hasta el infinito. La similitud del servicio origen de Tencent con lo que hoy es Twitter puede estar siendo la inspiración de Musk, la emulación de una historia de éxito para el crecimiento del número de usuarios con un servicio atrapalotodo.

Para alcanzar el éxito en hacer de twitter el servicio digital atrapalotodo más usado del mundo, Musk ha colocado otra piedra previa: desarrollar un servicio de acceso a Internet de ámbito global con el cual empaquetarlo, Starlink. La idea no es nueva, Facebook, con los drones del Proyecto Aquila, y Google, con los globos del Proyecto Loon, trataron de conectar las zonas desconectadas del tercer mundo con el objetivo de extender allí el uso de sus aplicaciones. Donde tropezaron Google y Facebook, Musk está al borde de alcanzar el éxito. Con sus más de 2.000 satélites ya en órbita funcionando, Starlink ha pasado en los últimos seis meses de 90.000 a 250.000 usuarios, un incremento nada desdeñable al que se sumará en breve los usuarios de sus primeros contratos con aerolíneas para facilitar servicio de Internet a bordo. Un nuevo Twitter convertido en un servicio digital para todo aspecto de la vida, combinado con un servicio global de acceso a banda ancha, parece una receta segura para seguir incrementando el número de usuarios, y, además, en zonas donde competidores aún no han entrado.

El empresario sudafricano es, ante todo, un empresario, y las motivaciones finales de todas sus acciones pasadas han estado más cerca de la economía, de hacer crecer sus productos en áreas no explotadas por otros y con ello su fortuna, que de razones meramente políticas, como defender la libertad de expresión y potenciar el debate público.

La adquisición de Twitter le permite fortalecer, ya de inicio, su posición hasta ahora secundaria en la IA. Pero es más, con la conversión de Twitter en una plataforma digital multiservicio, más cercana al modelo chino que al modelo estadounidense, que se alimentaría para su expansión en círculo virtuoso con un servicio de acceso a internet ubicuo basado en satélites como Starlink, obtendría una fuente ilimitada de la materia prima que le podría convertir en líder global y dominante de la IA y su interfaz con el pensamiento humano: datos de sentimientos y conversaciones.

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