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Noticia remota de las Malvinas
Los militares hicieron cálculos optimistas. Un ataque sorpresa les llevaría a ocupar unas islas de escasos habitantes y prácticamente sin defensa. Cuando se asomó al balcón de la Casara Rosada para saludar a una multitud entusiasmada por aquella conquista de un espacio que siempre consideró suyo, Galtieri retó al Reino Unido: “Me informan que el principito inglés viene a luchar. Le daremos el recibimiento que merece”. Pasada la euforia del momento, un subalterno se le acercó: “Disfrute mi general, por ahora”. Pero el jefe mostraba tanta seguridad como arrogancia. Más o menos, barruntaba lo que sigue. ¿Por qué va a preocuparse Margaret Thatcher por unas islas insignificantes tan lejanas hasta el extremo de enviar la marina de guerra? Terminará negociando. Kissinger y Washington nos aplauden porque liquidamos a la izquierda subversiva. Además, la doctrina Monroe permanece. Estados Unidos retirará el apoyo a Gran Bretaña en esta ocasión si ataca. Pero Washington guardó silencio, al tiempo que envió a Londres toda la información logística de la zona por medio de la OTAN. El Consejo de Seguridad de la ONU pidió un arreglo, pero solicitó a los argentinos la retirada de las islas ocupadas. Primero replegarse, después negociar. El viejo imperio británico apeló al muy glorioso pasado. La guerra limpia fue un desastre nacional. Como la sucia. Los soldados argentinos, jóvenes reclutas sin experiencia, estaban mal armados, peor alimentados (los oficiales robaban hasta los alimentos enviados por los ciudadanos), maltratados y dirigidos por jefes ineptos, adiestrados en la represión interna. Murieron entre 600 y mil soldados. Quienes regresaron tampoco obtuvieron buena acogida. Cuentan que unos 350 recurrieron al suicidio durante estos últimos años.Por su parte, Thatcher envió cuerpos de elite, poniendo en juego una superioridad aplastante en el terreno tecnológico, capacidad de fuego y experiencia militar. Arriesgó poco la vida de los militares británicos. A la hora del combate, entre quienes formaban las primeras líneas aparecían siempre los gurkas, mercenarios nepaleses de amplia fama como profesionales eficaces. De los casi 280 muertos británicos, más de la mitad pertenecía a este cuerpo de mercenarios. Terminadas las hostilidades con la rendición argentina, los efectos políticos brotaron enseguida. Galtieri tuvo que irse a casa, cuando los corruptos y golpistas milicos ya preparaban la retirada del poder tras negociar la impunidad con los posibles sucesores democráticos. La conservadora Thatcher aumentó el prestigio político entre los ciudadanos nostálgicos de su país.Las relaciones entre Argentina y Gran Bretaña sufren todavía las consecuencias de aquella guerra. Buenos Aires insiste en su soberanía sobre las Malvinas. A mí me resulta una reivindicación lógica, aunque haya sido utilizada irresponsablemente por los gorilas uniformados como maniobra de distracción. Londres mira hacia otro lado, además de preocuparse por la situación económica de las Falkland y asegurarle protección militar adecuada. Habrá que esperar y ver.
Rafael Morales
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