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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Pedro Molina

Román Rodríguez

La última vez que estuve compartiendo unas horas de charla con él fue hace unos meses en la Cuadra del Palmero, en La Laguna, en una comida en la que también estaba su inseparable compañero Santiago Cacho y nuestro común amigo Fermín Delgado, quien me tenía puntualmente informado de la evolución de su enfermedad; encuentro que ya habíamos tenido en otras ocasiones y que se convertían en momentos entrañables. Pese a su ya muy delicada situación de salud, ninguno quisimos que fuera una despedida y nos comprometimos a vernos a finales de este mes de enero. No pudo ser.

Conocí a Pedro Molina cuando comencé a estudiar Medicina en la Universidad de La Laguna, en la segunda mitad de los años setenta, poco tiempo después de la muerte del dictador. Aquel joven ganadero estaba comprometido en la lucha por la democracia y las libertades y combinaba su militancia política antifranquista con las duras tareas en el campo. Ya desde muy joven se implicó en los movimientos asociativos, siendo presidente de la asociación de vecinos de San Lázaro, su barrio de siempre, miembro activo del Club juvenil San Benito que preparó la primera feria ganadera de La Laguna e iniciando las actividades para organizar a la gente del sector primario.

Pocos años después, tras los comicios municipales de 1979, fue el concejal más joven en el primer Ayuntamiento democrático de Aguere, que presidía el socialista Pedro González, en representación de la Unión del Pueblo Canario. Allí participó en una “huelga de hambre” de la mayoría de gobierno de esa Corporación contra la instalación de un vertedero en Montaña del Aire.

Pedro estaba convencido de la importancia del sector primario y de la necesidad de que este tuviera más protagonismo, más peso en el conjunto de la economía de las Islas. No concebía un presente ni un futuro en el que no se ganara en soberanía alimentaria, en el que no se produjera una rebaja sensible de la actual dependencia del exterior.

Principios

Hombre de convicciones, firme en sus principios, persistente en sus proyectos que defendía con pasión, eso no le impidió nunca dialogar abiertamente con las distintas administraciones para conseguir mejoras para la gente del campo. También, enfrentarse a sus responsables cuando éstos pretendían tomar decisiones que consideraba dañinas para el presente y el futuro del sector.

Así lo hizo a finales de los años noventa del pasado siglo organizando una masiva manifestación en La Laguna de más de 10.000 personas, a la que los ganaderos acudieron con sus vacas y tractores, en contra del Plan General de Ordenación Urbana que, en su opinión y en la de otras muchas personas, ponía en grave riesgo el futuro del suelo agrícola en el municipio. El plan no salió adelante y, además, la frustrada propuesta y el importante rechazo ciudadano, le costó al alcalde su continuidad. No obstante a ese mismo alcalde, Pedro siempre le reconoció lo que sí había hecho de positivo por la ganadería, como apoyar los arrastres de ganado desde el principio, tanto en su municipio como animando a otros alcaldes a hacerlo. Así era Pedro.

Su actitud ante los problemas y conflictos fue siempre propositiva. No se quedaba en la queja o en el rechazo, sino que buscaba plantear propuestas razonables y realizables. Lo hacía siempre con buen estilo, de manera respetuosa, con una capacidad de argumentación sorprendente y echándose a la espalda las mayores responsabilidades. Lo que le hacía ganar la consideración incluso de sus mayores contrincantes.

No tuvo la oportunidad de estudiar, pero lo suplía con una enorme inteligencia natural. Pocas personas en esta tierra tenían tantos conocimientos, no solo sobre la cultura agrícola, sino sobre las políticas agrarias europeas y canarias. Daba gusto oírle explicar, de forma que todos lo entendiéramos, sus propuestas para reformar el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), para que no perjudicara la producción local de alimentos, o cómo mejorar las ayudas comunitarias del Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad (Posei) para favorecer a nuestro sector agropecuario.

Constante y persistente, se volcaba por completo en las iniciativas que ponía en marcha, fuera la Federación de Arrastre de Ganado, la Asociación de Ganaderos de Tenerife (Agate), la Asociación de Criadores de la Raza Bovina Canaria o la Cooperativa del Campo La Candelaria, que presidió desde el año 1993 hasta su fallecimiento. Por cierto, de las pocas cooperativas de Tenerife que, pese a las dificultades provocadas por la terrible crisis que hemos padecido, ha resistido y no ha cerrado sus puertas.

Reconocimiento social

En la Canarias urbanizada con el turismo como principal sector económico, Pedro supo reivindicar la necesidad de la agricultura y de la ganadería, dignificar a las personas que trabajan en el campo, haciéndoles ganar en autoestima, en reconocimiento social de la trascendental tarea que supone para cualquier sociedad producir alimentos frescos, cercanos y de calidad.

Mantuvo su buen humor pese a los avances de la enfermedad y los efectos de los tratamientos para combatirla. Su vida fue una permanente lección de trabajo, responsabilidad, sabiduría y proyectos. También su enfrentamiento con la muerte, trabajando hasta los últimos días, apurando cada minuto de vida sin perder su compromiso con todo lo que le rodeaba: su familia, sus amigos, la cooperativa, la tierra a la que tanto amaba.

Tuve el honor de entregarle la Medalla de Oro de Canarias en 2001, en su condición de presidente de Agate, durante mi etapa al frente de la Presidencia del Gobierno. También el Cabildo de Tenerife le nombró en 2017 Hijo Ilustre de la Isla y el Ayuntamiento lagunero, recientemente, le concedió el título de Hijo Predilecto, aunque lamentablemente no lo ha podido recibir en vida.

En su despedida me emocionó el enorme apoyo popular. Su entierro se convirtió en una masiva muestra espontánea de afecto colectivo. Miles de personas de los más diversos orígenes y planteamientos expresaban su dolor por la pérdida de un hombre bueno, generoso, de profundos valores y sin cuyo papel es imposible explicar la dignificación del sector agrícola y ganadero en Tenerife.

Pedro se labró una vida de la que puede estar totalmente orgulloso. Todos los que tuvimos la oportunidad de conocerlo, lo admirábamos y queríamos.

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