El peso de la sombra
Al igual que si el bien existe, el mal también, si aparece la sombra es porque hay luz y ha de estar percibida por el ojo humano. Y hay que afianzar lo de la percepción porque hay otras fuentes de radiación que no se pueden observar de forma natural. De hecho, la luz está compuesta por fotones, los cuales carecen de masa, es decir, no contienen materia alguna, aunque sí disponen de energía por lo que no debe confundirse con la ausencia de peso. En este sentido, la luz se propaga en línea recta y a una velocidad de trecientos mil kilómetros por segundo en el vacío, pero si le toca atravesar medios densos o complejos, se mueve a velocidades menores. Es en este caso donde se generan las sombras porque, al impactar contra un objeto, se proyecta su silueta sobre el fondo, delineando la porción bloqueada por el objeto. Y tal proyección pesa.
La sombra no es más que la ausencia de una luz que se esperaba, pero que no llega a su destino porque ha sido bloqueada por un objeto. Ahora bien, esa luz que no pasa realmente lo que hace es empujar porque, cuando se ilumina un objeto, ejerce presión. De hecho, al ponernos al sol nuestro cuerpo siente dicha presión y pesa más, mientras que el área que ensombrecemos no. Es en ese momento donde se puede cuantificar esta diferencia de presión con el peso, que es la fuerza que ejercemos sobre el suelo porque cuando soportamos un haz de luz ejercemos una fuerza mayor que cuando estamos a oscuras, ya que a la fuerza de nuestro cuerpo hay que sumarle el momento transferido por las partículas portadoras de todas las formas de radiación electromagnética que choca con nuestra persona.
Eso sí, tampoco vayamos a justificar nuestra delgadez u obesidad por tal situación porque la diferencia entre un objeto iluminado y uno que no lo está es ínfima desde la perspectiva del peso, aunque no tanto desde la óptica de la historia. Es decir, cuando nacemos y crecemos vamos generando antecedentes tanto de pensamiento, palabra, obra e, incluso, por omisión. En el campo laboral pasa algo similar. Nuestra estructura curricular se va forjando poco a poco rigiéndonos, bien por el principio de la recompensa aplazada, es decir, un mayor esfuerzo inicial retardando nuestra inserción a cambio de mejores opciones, o el introducirse de forma rauda y veloz para, o bien situarnos en un espacio cercano al sustento básico y luego ya veremos, o para ejercer el progreso desde dentro. Y, cuando se menciona la palabra progreso no hay que equipararla a la vulgar acumulación, sino al de la tranquilidad de evolución porque no se trata de tener más, sino mejor.
Si intentáramos hacer un sprint continuo para realizar una carrera de larga distancia podría suceder que ese comienzo con gran ahínco pudiera suscitar desgaste y abandono a la larga, aunque, si por el contrario elegimos una vida sin esfuerzo, pensando que las metas no se alcanzan debido a la existencia de una barrera interpuesta por el entorno o que todo es tan fácil que no merece la pesa anticiparse, también genera cicatrices difíciles de eliminar. No obstante, si la visión se centra en el aprendizaje de los errores, puede que no esté todo perdido porque las sombras se eliminan arrojando luz o moviendo el objeto, no incrementando la cantidad de energía debido a que el riesgo que se corre es el de dejarlo todo quemado y esquilmado con su posterior y correspondiente devastación. Y ahí el remedio se antoja difícil, por no decir imposible.
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