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Podremos, a pesar de...

Adolfo Padrón

Tenemos la oportunidad de escribir la historia. En muchos años nadie recuerda tanta ilusión, tanta necesidad de creer, tanta confianza en que “es posible”, como ahora. Una corriente telúrica asciende por nuestro cuerpo haciendo vibrar el corazón y sacudiendo la conciencia. Día a día son más y más las personas que se adhieren al tsunami de la esperanza. No sólo se puede, sino que ésta vez, parece que de verdad podemos o, en el peor de los casos: ¡podremos …, si queremos!

Tal vez sea la sensación generalizada de que social, económica y políticamente, hemos tocado fondo; pero lo cierto es que se palpa la necesidad compartida de transformar una realidad tan asfixiante como inaceptable y la ya expandida convicción de que, para hacerlo, hay que acudir a otras maneras de entender la política -fundamentalmente participando en ella de forma personal y directa-.

Atrás quedó el catecismo de la transición, el que nos adoctrinaba en la veneración de los proceres de la patria ordenados, en fila de a uno, en monolíticas organizaciones destinadas a alternarse en el ejercicio del poder o a servir de bisagra cuando la aritmética electoral y el consiguiente reparto de escaños lo hacían inevitable.

A un lado ha quedado la resignación ancestral, la lastímera aceptación de sus modos de actuar y de gestionar nuestras vidas -como si de designios divinos se tratase- y en su lugar, una poderosa fuerza parece emanar a borbotones: es la certidumbre de que un nuevo tiempo está llegando, como el “rabo de nube” al que cantase Silvio Rodríguez.

Ni el recurso al “pecado original” merecedor del castigo bíblico del austericidio, ni las odas a la milagrosa recuperación económica que pretenden vendernos, consiguen ya el efecto anestésico y paralizante acostumbrado. Hemos generado defensas y sobre todo, hemos decidido pensar, estar lúcidos, porque hemos llegado a la conclusión de que debemos actuar.

Al abrir los ojos nos hemos topado de bruces con un esperpéntico vodevil donde conviven el galopante empobrecimiento de casi todos y la bacanal desenfrenada de una minoría autocomplaciente; donde se se solapan la sustracción del techo a los deshererados del sistema y la impúdica orgía de las tarjetas opacas de los banqueros; donde se entremezclan el abandono a su suerte de los más débiles, con el carnaval de los estómagos agradecidos atravesando orgullosos las puertas giratorias que los transportan desde sus puestos como representatantes del pueblo hasta lujosas poltronas en los consejos de administración de las grandes corporaciones financieras.

No es de extrañar, por tanto, el miedo que desata Podemos. No es tanto la aparición de un posible competidor, más o menos bendecido con la confianza que otros han perdido y por tanto susceptible de recolocación con el paso del tiempo. Los sismógrafos advierten que la sacudida es de las que remueven cimientos y amenaza con derribar sus cómodos y seguros bunkers.

A medida que avanza el proceso constituyente de esta nueva organización y se percibe cada vez más cercana su concreción como herramienta de empoderamiento ciudadano, más reacciones se producen en las estructuras de los grandes aparatos acostumbrados a ser incontestables, que implementan estrategias cambiantes a velocidad de vértigo: aplicando la más burda criminalización, intentando definirla desde la más simplista reducción al absurdo, pasando por la caricaturización y, finalmente, haciendo uso de un tratamiento condescendiente, refiriéndose a sus propuestas y presumible programa político, como utópicos e irrealizables.

En algunos lugares, incluso en el seno de organizaciones con las que Podemos estaría teóricamente llamada a entenderse y a desarrollar espacios de confluencia, surgen actuaciones particulares difícilmente comprensibles, que parecen más interesadas en torpedear su proceso de construcción que en favorecer el posterior encuentro; y es que la apuesta de Podemos por la unidad popular por encima de la unidad de las siglas, con todo lo que ello conlleva, genera cierta impaciencia entre quienes se mueven siguiendo la inercia de la vieja política.

Pero también en el interno y como era de esperar en un modelo de participación abierta y horizontal como el que promueve Podemos, asoman fricciones que nada tienen que ver con la sana y necesaria discrepancia o con la coexistencia de diferentes corrientes de opinión. A nadie se le esconde que la propia metodología Podemos tiene como punto débil su permeabilidad y eso la hace hasta cierto punto vulnerable a la incrustación de elementos deliberada y conscientemente distorsionadores (por encargo o de motu proprio) y a la aparición de arribistas (al calor del efecto llamada que genera una organización en auge).

Por otra parte y por propia definición, la ausencia de una verticalidad impuesta es capaz de propiciar la aparición de trazas de conspiración interna directamente ligadas a la propia condición humana, pues un espacio de debate abierto, sin establecimiento apriorístico de órdenes y rangos, es siempre susceptible a la batalla de los egos, individuales o colectivos y este elemento resulta irresistiblemente atractivo para algunos medios informativos que más que airear su existencia, se han mostrado particularmente interesados en amplificar su magnitud, en algunos casos sin verificar la información o incluso dando credibilidad a personas que recurren a la difamación y el insulto personal, pero se ocultan en el anonimato.

Sin embargo, que nadie se lleve a engaños, el sentido común impera en la inmensa mayoría de las personas que participan activa y cotidianamente para impulsar y hacer realidad Podemos y en todo el Estado, por encima de esos comportamientos tan repetidos como aislados, existe una inmensa mayoría que tira hacia adelante con la energía que proporciona sentirse parte de un proyecto en el que tan importante es la construcción hacia fuera como el efecto transformador que causa por dentro.

A poco que uno se para y contempla lo que sucede, llega a la conclusión de que existe un movimiento de resistencia -donde confluyen vectores aparentemente inconexos- al cambio que puede suponer Podemos. Un movimiento que se acelera en la medida que se precipita la propia concreción de Podemos. Sin embargo es un movimiento a la desesperada porque, fuere como fuere, se agota el tiempo de impedir su nacimiento.

En lo interno y tras el cierre del proceso constituyente, los conatos de marejadilla dejaran paso a la calma. En el externo y a partir del 15 de noviembre, llegará el tiempo de tejer el necesario encuentro con todos los sujetos individuales y colectivos con los que se pueda hacer realidad la transformación social, económica y política que demanda la ciudadanía.

Podremos, a pesar de … Porque el cambio resulta imparable.

La conspiración tiene, de todos modos, un claro elemento de desmotivación y de imposibilidad fáctica de cambiar las cosas. Por ello, es en sí misma contra-revolucionaria (no es de extrañar que ataquen duramente todo movimiento revolucionario, sea del color y característica que sea, pues acabará, para ellos, formando parte de la conspiración global)”.

Anónimo

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