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Responsabilidades en el accidente del Yak-42
Bono dice que el Yak-42 era un vuelo “ilegal” y que carecía de instrumentos. “Legalmente no podía volar; era un vuelo ilegal. No tenía los instrumentos técnicos exigidos para volar ni tenía las autorizaciones correspondientes para hacerlo”. Y Bono es un hombre honrado y aunque Shakespeare no lo escribió, Bono es también un hombre religioso, caritativo y cristiano. Se olvidó de decir que además era un vuelo “ilegítimo e inmoral”, el mantra de la guerra de Irak. Supongo que ante la gravísima acusación de saltarse toda la legislación que es aplicable por parte de las autoridades aeronáuticas rusas y turcas, los inspectores de Aviación Civil y todo bicho “volante”, los embajadores de Rusia y Turquía ya están haciendo cola en el Palacio de Santa Cruz con sendas protestas diplomáticas. De paso el presidente Putin y la justicia rusa abrirán una línea especial de investigación, citando a Bono como testigo especialmente informado, para intentar averiguar a quién se le ocurrió afanar la brújula y otros instrumentos, quizás para cambiarlos por vodka u otra bebida espirituosa y cosaca similar.
Según el ex ministro de Defensa, los militares “estaban hartos” de viajar “en aviones chatarra”. Y se lo dijeron a Bono. Y Bono nos lo cuenta ahora porque Bono es un hombre honrado. Y por eso afirma que el próximo lunes dirá toda la verdad (por su proverbial locuacidad no añadió la segunda parte de la fórmula: y nada más que la verdad) al juez de la Audiencia Nacional que le ha citado como testigo de un accidente que sólo conoce por vagas referencias, opiniones o pálpitos que le han contado. No le mueve el oportunismo político, sólo le excita el celo “la verdad”, porque Bono es un hombre honrado. Algunas veces he viajado con un amigo que opina lo mismo de los aviones de Brussels Airline o Iberia para quejarse de imprevistos retrasos y esperas en aeropuertos. Pero aunque parecen iguales, hasta Bono podría darse cuenta de que son situaciones bastante distintas. Hay “blancos” matices.
A mi entender en este asunto, además de sus derivadas políticas en las que no me siento capacitado ni con el menor interés en entrar, hay entremezclados tres asuntos distintos. El primero es la cuestión de la contratación. La responsabilidad de que una compañía esté en regla, tanto técnica como administrativamente es la Dirección General de Aviación Civil, dependiente de Fomento y no de Defensa. Una cosa es que alguien contrate o flete un vuelo en el mercado aeronáutico regular y otra cosa, bien distinta, es que tenga que fiscalizar sus documentos y autorizaciones. Si así fuera, sobraría Aviación Civil, al margen de que muchos crean que ese departamento necesita una buena reforma y una limpieza a fondo como la del pisito del Ministro Bermejo. En resumen, de haber responsabilidades por esta cuestión de la contratación habría que buscarlas en Fomento y no en Defensa.
La segunda cuestión está relacionada con los certificados de aeronavegabilidad del avión. Podrá gustar más o menos la decoración interior de un aparato, pero eso no tiene la menor influencia en su idoneidad para volar. Además, resulta ofensivo para Rusia afirmar que sus aparatos son inseguros técnicamente, insinuando que si no tienen accidentes un día sí y otro también es porque las alas de papá Stalin los mantienen volando a pesar de lo que hagan sus técnicos de mantenimiento. En los primeros momentos se publicaron fotos del interior de aviones militares, que por definición y por razones operativas obvias no suelen llevar paneles de decoración, tal vez para inducir en la opinión pública la opinión torticera de que eran pura chatarra. No es que fueran “aviones basura”, es que el interior no está embellecido como los aviones civiles. Por cierto, esas fotos publicadas no se correspondían con el tipo y modelo del Yak-42. Tal vez algunos medios usaran fotos de archivo al más puro estilo Goebbels o Lenin.
Bono consideró “significativo y triste” que el comandante Ripollés, fallecido en ese trágico accidente, “mandase un e-mail a un compañero diciéndole: voy a subir a un avión y no sé si llegaré vivo”. Supongo que este comandante era experto en mantenimiento aeronáutico y había inspeccionado previamente el aparato y había informado de que no estaba en condiciones de volar. Si es así, y si es que existe realmente ese correo, se puede aceptar que su opinión era fundada y no basada en presentimientos. Pero si no fuera así, Bono le debe una disculpa a la familia del comandante fallecido y al resto de la sociedad.
Y por último, está el problema del reconocimiento de los cadáveres, ajeno totalmente a las dos anteriores cuestiones. Que el cristiano Bono, siendo además un hombre honrado, diga que “a los muertos no se les honra con una corona de clavel y un tararí en un acto de los caídos, sino con la verdad”, debe ser un lapsus causado por el recuerdo de aquella conexión en la que culpó a una ráfaga de viento de la caída del helicóptero Cougar en Afganistán, causando 17 muertos. Sólo le faltó empezar aquella teatral conexión televisiva en directo con un marcial: “aquí pato mareado informando para madre ganso, adelante”. Y me resisto a creer que Bono diga, piense o insinúe siquiera que su antecesor ordenara hacer mal la identificación de los cadáveres o que haya tenido algo que ver con aquel familiar que increpó a Federico Trillo en el congreso diciéndole que no quería sus condolencias sino un avión en condiciones para su hermano. ¡Dios mío, qué solo se quedan los muertos!
José Fco. Fernández Belda
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