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El tendero, el bosque y España

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El silencio enfurece y es enemigo del tamborilero. La luna, siempre callada, se acongoja cuando la manada se dirige los ladridos a ella. La entrada en el período de la reflexión, abierto el paréntesis, invita a mantenerse en sus confines. El cierre del paréntesis significa volver al ruido de los tambores, al griterío de los ladridos y dejar de mirar a la luna. Silencio, ruidos y silencios.

El desbordante caudal de aguas sucias que arrastra el río de la información contrasta con la resignación de la mayoría y la esquinada reacción vivaz de una menor población. Perdemos a borbotones la claridad de las ideas, la limpieza de la conducta, el sometimiento a las reglas morales, éticas y deontológicas. El “todo vale” es quitar las puertas a cualquier conducta y entrar despatarrado en acciones absolutamente reprobables.

Hasta la cortesía que engalanaba nuestra conducta urbana, especialmente la canaria, se ha recortado gravemente.

La neurosis de masa, inducida por los que estiman que su coeficiente intelectual es de rango superior, se está cebando en nuestra población y el único vocablo que parece surgir de manera intenpestiva en cualquier conversación es “crisis”

No merece la pena acallar a los ladradores ladrando más fuerte, es de una gran pobreza intelectual. El estilo de los conversadores patentando su expresión como la única y veraz, en los medios de comunicación, pone de manifiesto la persistencia en la convicción. Da lo mismo de lo que se hable, gritan, se ladran unos a otros ordenando silencio.

Los argumentos son cortos y adobados de grandes salivaciones y poses varias. El enrojecimiento facial es importante tanto como colocar los miembros inferiores en posiciones diversas, piernas en cuatro, cruzadas retorcidas la una sobre la otra, abiertas y desafiantes, insinuantes escasa o manifiestamente.

Los gurús se lanzan a proclamar sus propuestas, a enjuiciar al presunto, a condenarlo, a exigir garantías en el ejercicio del Derecho.Y aquí entra de lleno la frase de mi sabio amigo Serafín García Zumbado “no temo las corruptelas sino la ignorancia”, y es que cincuenta años en el ejercicio de la abogacía dan para mucho y lo mínimo entregado es una herencia docta cum laude para aquel que ha hecho de su vida y trabajo un servicio limpio, inmaculado. Otros se tapan la fetidez de la corrupción con elegantes sombreros de paja.

En efecto, la prudencia en el ejercicio de cualquier profesión es una norma imperativa. Y el silencio en las actuaciones evita que los canes comiencen a ladrar.

Los regates son interminables en el juego de la Justicia cuando el denunciado/demandado se sabe perdedor. Ejemplos hay hasta la saciedad. La justicia es claramente injusta cuando los tiempos procedimentales son eternos. Hasta Hacienda regatea, sin entrar en ejemplos innecesarios, cuando conviene. Hacienda son personas, sobre todo.

El esfuerzo de la sociedad española por alcanzar un estado de bienestar pleno se está haciendo añicos. Se acaba papá-estado y comienza el reinado del abuelo. Reiterarse en lo sabido es el pío pío de las pájaros.

Sanidad, educación, servicios sociales, voracidad fiscal, impunidad, delincuencia de cuello alto, desprecio a

los desfavorecidos, corrupción impune, y un largo etcétera que centralizan sus quejas en la palabra “crisis”.

Los años trabajados y cotizados están a punto de irse a pique. ¿Y el dinero que fuimos aportando mes a mes durante una vida laboral, donde está? Su finalidad era clara, y ¿por qué se ha utilizado para otros fines? ¡ qué donde están mis aportaciones a la seguridad social, coño!

Creo que en nuestra sociedad falta valor para decir libremente y con la prudencia debida aquello que se pueda expresar sin tocar ni tangencialmente el círculo de la intimidad del otro.

Si hablamos de corrupción, de políticos, de castas, de banqueros, etc , bien pronto aparece que no es bueno generalizar, que hay de todo como en botica. Curiosamente los que más hablan son los que tienen causas judiciales pendientes, los que se alegran por estar imputados, los que juran que son inocentes y que ni ellos ni su partido han hecho nada reprobable. Ladran y ladran y vuelven a ladrar. El griterío es de tal envergadura que mientras haya luz de luna no cesarán. Para ver el bosque hay que cortar árboles, decían, versus, para que no se vea el bosque, mejor plantamos árboles.

En cuanto se extinga el eco de sus ladridos, y la cobertura mediática a tanta memez, instalados en el silencio del trabajo paciente comenzaremos a escuchar respuestas adecuadas a tantas preguntas, insinuaciones, acusaciones e imputaciones.

Es imposible que desde una pobre inteligencia se haga un trabajo de gran finura por su evidente discapacidad y tal cual es la pretensión de que quienes ostentan la cosa pública (hacen gala de grandeza, lucimiento y boato) lleven a cabo un trabajo bien hecho. Están en otros menesteres.

Cuentan que estando un tendero a las puertas de la muerte fue convocando a sus hijos y así, sin poder abrir sus ojos, preguntaba por cada uno de ellos, a los que se le respondía, “si padre mío, estoy aquí” y así hasta un repaso por sus diez hijos. Terminado el repaso el tendero abrió sus ojos y desparramó la pregunta: “¿qué hacen todos aquí ? ¿ y quién diablos está en la tienda? ”

Demasiados alrededor del moribundo y nadie al frente de la tienda llamada España.

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