La variable explicativa

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Cuando sucede algo hay que encontrar qué es lo que lo ha provocado en primer lugar. Luego hay que ver la recurrencia y prevalencia, tanto de la causa como de la repercusión. Y, por último, analizar el factor diferencial que puede darse de forma particular. La idea es plantear la diferencia porque si la incidencia, el impacto y las causas son las mismas que en cualquier otro laboratorio, una respuesta generalista podría valer. Ahora bien, si las condiciones de presión y temperatura son específicas, las medidas también deberían darse con esta naturaleza.

La reflexión viene a colación por la aparición de la amenaza de una quinta ola del dichoso virus que nos acogota desde hace más de un año. En este sentido, teniendo conocimientos sanitarios a nivel usuario, la aparición de una nueva cepa proveniente de la mutación del original es general para todo el mundo. Que se haya eliminado el estado de alarma y que se haya dejado de usar la mascarilla, es una decisión nacional que afecta lo mismo a Alcobendas que a Tuineje, del mismo modo que la fecha en donde se haya acabado el curso escolar. También que se quiera disfrutar del aire libre y de la amistad a través del uso del ocio como mejor cada cual entienda, es un comportamiento generalizado en donde la cantidad per cápita de cabras locas insolidarias, más o menos, están igualmente repartidos. Del mismo modo, que las cohortes de edad determinadas, empezando por aquellas de mayor vulnerabilidad vital, hayan sido vacunadas mientras que las edades más tempranas aún no han tenido su turno, es común para todo el país.

Desde la perspectiva de la diferencia, es cierto que los rangos medios de las edades comprendidas entre los 14 y los 64 años en Canarias (70,61%) es algo superior a la media nacional (65,96%), mientras que las personas mayores de 64 años representan un porcentaje superior en el resto de España (19,65%) que en el Archipiélago (16,75%), por lo que la población objetivo vacunada pudiera ser sensiblemente diferente. Sin embargo, entre islas no existe esa diferencia poblacional tan determinante que las estadísticas de contagio terminan por intentar confirmar y más entre las dos islas capitalinas.

Entonces, ¿dónde está el hecho diferencial? Sinceramente, ni idea. Ahora bien, el problema no es que yo no lo sepa. El problema es quién tiene que plantear soluciones, tampoco. Este desasosiego, el cual no suele ser muy utilizado por mi parte, es fruto de la mezcla entre la denominada fatiga pandémica junto al hartazgo frente a la inoperancia efectiva mostrada, habida cuenta del poder de reacción proactivo ante problemas que claramente se sabía que iban a ocurrir porque quien olvida la historia, está condenado a repetirla. Y no estamos hablando de la edad media, ni de la época de los egipcios. Estamos hablando del 21 de junio de 2020 con el levantamiento del primer estado de alarma sin cobertura sanitaria vacunal. Analicen las hemerotecas y verán.

¿Soluciones? Al ser un problema tan complejo seguro que no valdría, únicamente, con dar unos pocos instrumentos de resolución como bien podría ser el vacunar bajo pautas de 24x7; el permitir a las mutuas de trabajo la inmunización de las plantillas de trabajo; el ofrecer cobertura sanitaria a todas aquellas profesiones que están en continuo contacto con la clientela y más en una situación de relanzamiento de la actividad; y, tal vez la más importante, el plantear un sistema escalar de compensaciones económicas según el nivel de restricciones que se impongan a los diferentes territorios y sectores de actividad para eliminar situaciones de incertidumbre en medio de un sistema de cuestionamiento de la supervivencia económica. A partir de aquí, seguro que no están todas las que son, pero sí son todas las que están.

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