Todo lo que es susceptible de empeorar, empeora, dice la muy socorrida Ley de Murphy, que en Las Palmas de Gran Canaria se aplica en ausencia de cualquier otra explicación mejor. Lo saben a la perfección, por ejemplo, los vecinos de la calle Tomás Morales, concretamente los que viven frente a los institutos. El boquete del que algo les hemos contado aquí y las consiguientes medidas adoptadas por los esforzados operarios municipales, siguen colocando a los vecinos al límite mismo de la locura. Al parecer, todo se debe a una fuga de agua que ha motivado un hundimiento de la calzada y las seis actuaciones de los obreros, tras las cuales se coloca una ruidosa plancha de acero que no permite el sueño por el paso de los coches sobre ella. Los vecinos insisten: que coloquen unos conos; y la policía les contesta: tranquilos, que ahora con cemento y unas gomas especiales, no habrá ruido. Mentira, este fin de semana tampoco durmieron.